La experiencia de Ana, una adolescente salvadoreña, deja ver cómo el miedo y el riesgo de deportación pueden desencadenar cuadros de estrés postraumático, según un informe de la Asociación Americana de Psiquiatría.
La experiencia de Ana, una adolescente salvadoreña, deja ver cómo el miedo y el riesgo de deportación pueden desencadenar cuadros de estrés postraumático, según un informe de la Asociación Americana de Psiquiatría.

Ana, adolescente salvadoreña, vive en un hogar donde la calma es un respiro momentáneo. Su familia enfrenta un estatus migratorio mixto: ella cuenta con ciudadanía estadounidense, pero sus padres permanecen en las sombras, temerosos de una deportación en medio del aumento de redadas impulsadas por la política antiinmigrante del presidente Donald Trump.
Los padres de Ana trabajan jornadas extenuantes, en condiciones irregulares y con ingresos mínimos. Evitan servicios públicos por miedo a ser detectados. El padre presenció una redada cerca de su lugar de trabajo, un episodio que desencadenó en Ana pesadillas y ataques de pánico.
Según declaraciones del 20 de octubre de la secretaria de Seguridad Nacional de EE. UU., Kristi Noem, en poco más de 270 días las autoridades han arrestado a más de 480,000 migrantes indocumentados.
La historia de Ana coincide con patrones documentados en el Informe especial: La política de inmigración de EE. UU. y la salud mental de los niños y las familias, publicado a mediados de este año por la Asociación Americana de Psiquiatría. El documento detalla cómo las redadas y la política migratoria generan un clima de inestabilidad, vigilancia y miedo en los hogares.
Al igual que Ana, miles de niños y adolescentes con padres migrantes desarrollan ansiedad, depresión y una persistente sensación de culpa por su aparente «privilegio» migratorio, señala el informe. Tras una crisis emocional, Ana fue atendida en una clínica psicológica, donde inició un proceso para manejar la culpa, el miedo y la tristeza difusa que la acompañaban.
La experiencia de esta familia evidencia un ciclo migratorio marcado por el trauma. La abuela de Ana fue la primera en dejar El Salvador para huir de la violencia de la guerra civil. Ese desplazamiento afectó a la madre de Ana y refuerza los hallazgos del informe sobre trauma intergeneracional.
Especialistas citados en la investigación recuerdan que la exposición al trauma no solo implica amenazas directas, sino también presenciar situaciones que afectan a seres queridos. En familias migrantes, esta exposición aumenta el riesgo de trastorno de estrés postraumático, depresión, ansiedad e incluso ideas para atentar contra la propia vida. El impacto puede presentarseen los hijos y en los cuidadores, deteriorando su disponibilidad emocional y vínculos familiares.
Los espacios considerados seguros dejaron de serlo; muchas familias viven aisladas. El informe subraya un panorama con políticas migratorias impredecibles: redadas, deportaciones, detenciones irregulares e incluso desapariciones. Se estima que en Estados Unidos hay 4.4 millones de menores de 18 años nacidos en el país que viven con un padre o madre indocumentado, según un reporte del Pew Research Center publicado en 2024, datos retomados por CNN.
El doctor Carlos Acevedo, presidente de la Asociación de Psiquiatras Salvadoreños por la Salud Mental, coincide en que las familias con estatus migratorio mixto enfrentan un daño psicológico que rara vez se registra, y que se manifiesta en insomnio, cefaleas, fatiga, aislamiento, irritabilidad y un estado constante de alerta.
«Es un problema grave que impacta no solo a los niños, sino también a las familias y la sociedad. Sin embargo, los menores son los más vulnerables», señala Acevedo. Agrega que cualquier evento adverso vivido en la infancia puede convertirse en trauma, especialmente cuando ocurre a edades tempranas y con efectos duraderos.
El caso de Ana forma parte de un estudio con 550 menores nacidos en EE. UU., que reveló que tener a un familiar detenido o deportado se relaciona con más riesgo de conductas problemáticas y consumo de alcohol. Los especialistas subrayan que el trauma no siempre surge de un solo evento «grande», sino de la acumulación de tensiones, amenazas y factores externos.
«La evidencia científica es contundente: separar a un niño de sus padres tiene consecuencias graves y persistentes para la salud mental», concluye Acevedo.

El temor a las redadas ya está impactando la educación. Las operaciones migratorias realizadas a nivel local en EE. UU. se intensificaron de manera «drástica» durante los primeros meses de 2025, según un análisis del profesor Thomas Dee, de la Universidad de Stanford, retomado por CNN. El estudio, elaborado con datos recopilados por la institución, también detecta que este repunte coincide con un incremento en el ausentismo escolar, tras evaluar la situación en cinco distritos en los últimos tres años.
Comunidades con alta presencia latina registran un 22% de ausentismo escolar, según un análisis del Instituto de Políticas Económicas de Stanford (SIEPR), el Centro Nacional de Estadísticas de Educación (NCES) y la Fundación Kaiser (KFF). El aumento coincide con el incremento de arrestos a migrantes. En enero pasado, el gobierno de Trump avaló que las autoridades migratorias puedan arrestar personas y realizar operativos cerca de iglesias y escuelas, invalidando una directriz de 2011 que prohibía estos operativos en dichas zonas consideradas familiares.
El Diario de Hoy conoció el caso de la familia Valdez, originaria de El Salvador y asentada en Los Ángeles desde hace seis años. Para evitar que sus hijos salgan de casa «si no es necesario», optaron por un sistema de clases virtuales. Huyeron del país por la violencia de pandillas y hoy esperan regularizar su estatus. «Queremos que nuestros hijos se preparen antes de volver. Sabemos que este no es nuestro país», dijeron antes a este medio.
Por su parte, la psicóloga Mónica Núñez de Serrano, quien ha acompañado a menores afectados por separaciones migratorias, explica que la incertidumbre vuelve frágil la estabilidad alcanzada por las familias. «Los niños en hogares de estatus mixto viven con un miedo permanente a ser separados no solo de sus padres, sino también de sus hermanos», afirma.
El temor y estrés también en los padres les dificulta proveer atención adecuada. «Además, muchos están tan estresados que no pueden brindar el apoyo emocional que sus hijos necesitan», concluye Núñez.
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