Por lo tanto, el tema de la droga no paró de ser central en Colombia: Primer país en el mundo productor de cocaína, hoy en día productor de drogas de síntesis, quedó impactado por el tema del conflicto
Por lo tanto, el tema de la droga no paró de ser central en Colombia: Primer país en el mundo productor de cocaína, hoy en día productor de drogas de síntesis, quedó impactado por el tema del conflicto
Miguel Uribe Turbay, el precandidato presidencial colombiano para el partido de oposición al Presidente Gustavo Petro, Centro Democrático, murió el 11 de agosto pasado, dos meses después de haber sido víctima de un atentado cometido en Bogotá, en el Parque del Golfito. La desaparición del Senador mejor elegido de Colombia en 2022, dejó a Colombia al borde de la crisis de nervios, entre desesperación, indignación como bien lo tituló el periódico El Tiempo.
A la vez, una ola de conciencia de una deriva de seguridad, tanto como de gobernabilidad, apareció. Pero la muerte de Miguel Uribe Turbay dejó un gusto muy amargo en la opinión pública por varias razones.
La primera lleva sobre la figura del político asesinado. Nieto del ex presidente Julio César Turbay Ayala (1978-1982), es el hijo de Diana Turbay, periodista reconocida en los años 1980, involucrada en el tema de la paz. Diana Turbay fue rehén del grupo de los «Extraditables», cuya figura era Pablo Escobar, el 30 de agosto de 1990. Fue asesinada durante una operación de rescate lanzada el 25 de enero de 1991. Miguel Turbay tenía 4 años. Víctima de un atentado en un acto público el 7 de junio de 2025, deja un hijo de 4 años. ¿Repetición de la historia? En la dimensión personal, sin duda. Esta realidad reventó una ola de tristeza y pesar. Por otra parte, esta muerte reveló el riesgo de ver a Colombia vivir de nuevo la pesadilla de los años 1980-1990.
En esta época, Colombia estaba viviendo una guerra total entre el Estado y los cárteles, esencialmente el de Medellín, encabezado por Pablo Escobar; y de Cali, controlado por los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela. Desde la década de los años 1980, Colombia atravesó una ola de violencia y asesinatos: El candidato presidencial Luis Carlos Galán, asesinado a su llegada a un mitin público en Soacha, a la periferia de Bogotá, el 18 de agosto de 1989; el Ministro de Justicia Rodrigo Lara, el 30 de abril de 1984; el director del periódico El Expectador, el 17 de diciembre de 1986.
Figuras públicas fueron secuestradas por los narcotraficantes, tal como Andrés Pastrana Arango, entonces candidato a la alcaldía de Bogotá, el 18 de enero de 1988. Fueron centenas de jueces, policías, periodistas, militares asesinados. La toma del Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985 dejando un saldo de 101 muertos, la destrucción de la sede del DAS, el entonces organismo de inteligencia y seguridad, el 6 de diciembre de 1989, dejando un saldo de 63 muertos, 600 heridos, han sido actos relevantes. Guerra total librada por el Estado colombiano con el apoyo de los Estados Unidos, después de la muerte de Luis Carlos Galán que se perfilaba como el próximo Presidente, con la voluntad asumida de extraditar a los Estados Unidos a los cabecillas de los cárteles. Pablo Escobar murió en Medellín a sus 44 años, en un operativo de la policía y fuerzas de inteligencia el 2 de diciembre de 1993. Los cárteles de Medellín y de Cali fueron desmantelados a consecuencia de estos hechos.
Por lo tanto, el tema de la droga no paró de ser central en Colombia: Primer país en el mundo productor de cocaína, hoy en día productor de drogas de síntesis, quedó impactado por el tema del conflicto. Las guerrillas de las FARC de inspiración marxista (Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia, encabezadas hasta su muerte en 2008 por Manuel Marulanda), la ELN, guevarista (Ejército de Liberación Nacional, con figuras como Pablo Beltrán) libraron una lucha contra el Estado. Las FARC tuvieron parte de sus recursos del tráfico de la droga, mientras la DEA fichó a los líderes de dicha organización como actores involucrados en dichos negocios.
¿Se repetirá la historia? La Colombia de 2025 no es la de las décadas negras de 1980-1990. Hoy en día la violencia está fragmentada sobre tres frentes internos y en un contexto regional en el cual la situación de Venezuela juega un papel. El Clan del golfo es una organización armada del narcotráfico, presente por la costa Caribe y Andina. Los grupos disidentes de las FARC (guerrilla desmantelada después de los acuerdos de paz de 2016) no faltan en las fronteras con Ecuador, Venezuela y Brasil. Tantas zonas en las cuales el cultivo ilegal aumentó desde el periodo del Covid 19. El ELN está en regiones en el resto de Colombia. Cuando Petro fue elegido Presidente de Colombia, el 18 de junio de 2022, sobre un programa basado sobre el concepto de «la paz total».
Negociaciones y acuerdos sobre todos los frentes de violencia y conflicto. Políticamente, se podía entender la lógica que debía anunciar un nuevo contrato social. Operacionalmente, se está perfilando como un fracaso, caracterizado por «una guerra total»: El Clan del Golfo sigue fuerte, combates se están librando con la región del César, las negociaciones con el ELN quedan ilusorias. La disidencia de las FARC sigue presente en sus zonas de predilección. El medio ambiente político está, más que nunca desde el principio del mandato de Gustavo Petro, con pérdida de confianza por no decir ruptura con su Vicepresidenta, Francia Márquez, figura afrodescendiente y del compromiso ambiental. Inestabilidad del gabinete con el nombramiento de 58 ministros desde 3 años, número inédito de rotación de carteras ministeriales. La recién sentencia de justicia contra el expresidente Álvaro Uribe, líder de la oposición, a 12 años de prisión domiciliaria por fraude procesal, reforzó el sentimiento de una politización judicial.
El asesinato de Miguel Uribe Turbay refuerza esta deriva de violencia, a pesar de una fuerte institucionalización del Estado colombiano. ¿Anunciará un punto de balance la desaparición del precandidato y quizás, un nuevo despertar ciudadano en Colombia? Nada está seguro: A menos de 9 meses de unas elecciones presidenciales hoy en día en un proceso incierto, el contexto regional tiene un papel inédito. El presidente Petro asume una cercanía con Nicolás Maduro mientras el líder bolivariano vio en su contra una decisión de los Estados Unidos asociándolo al narcotráfico internacional, con una oferta de captura de 50 millones de dólares. El Presidente Donald Trump reforzó estas últimas semanas los dispositivos de lucha contra dicho tráfico en América Latina. ¿Tendrá consecuencia este contexto sobre el rumbo tomado por Colombia en los próximos meses? Sin duda. Para presentar una alternativa creíble, la oposición a Gustavo Petro debería buscar una lógica para constituir un frente común. Hoy en día, aparece hipotética a pesar del rechazo de la violencia, la posibilidad de unión; mientras Gustavo Petro, que no puede presentarse a su segundo mandato, sabe poder contar sobre 4 millones de votos de una izquierda que asume una forma de radicalización. La transformación de la «paz total» hacia una «guerra total» no le incomoda políticamente a Petro que espera ver a su candidato llegar a una segunda vuelta en 2026, que hubiese tenido que ser imposible en «tiempos normales».
¿Será la trágica muerte de Miguel Uribe Turbay el despertador para un proyecto alternativo en Colombia? Las próximas semanas serán cruciales. Mientras tanto, lo único cierto queda en el drama que vive la familia de Miguel: Como bien dijo Miguel Uribe Londoño, padre del difunto; su esposa, Claudia Tarazona tendrá que ser a partir de ahora, al igual de él mismo en su época, «el papá y la mamá» del pequeño Alejandro, de 4 años de edad que dejó el joven Senador. Es la imagen más triste que queda de la situación actual de Colombia, cuyo pueblo no quiere ver repetirse el drama de las décadas de 1980-1990. A pesar de esta conciencia, siente que el país está perdiendo pie, atraída en un porvenir incierto impactado por una violencia que quisiera presentarse como el destino implacable de un país estratégico en América Latina.
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