El pasado 18 de julio, el proceso artesanal de elaboración de miniaturas cerámicas, originarias de Ilobasco, fue declarado Bien Cultural de El Salvador; sin embargo, los artesanos de estas piezas comienzan, poco a poco, a extinguirse.
El pasado 18 de julio, el proceso artesanal de elaboración de miniaturas cerámicas, originarias de Ilobasco, fue declarado Bien Cultural de El Salvador; sin embargo, los artesanos de estas piezas comienzan, poco a poco, a extinguirse.
En “Poema de amor”, de Roque Dalton, un verso recita: “los mejores artesanos del mundo”. Este fragmento despierta diferentes interpretaciones respecto a su verdadera intención: ¿Dalton lo dice literalmente o tiene otra connotación? Lo cierto es que, si fuera literal, no resultaría descabellado considerar a los pocos artesanos que aún nos quedan como “los mejores del mundo”. Al final, en las artes y las artesanías, el valor depende de la conexión y la apreciación que cada individuo les otorgue.
Lee también: “Lo Feo” como el espejo que nos devuelve lo oculto en el Centro Español
Cuando nos remitimos a la esencia del término “artesano”, encontramos a un creativo que elabora piezas únicas y originales de forma manual, utilizando materiales y técnicas heredadas de su cultura o tradición. En el Pulgarcito de América podemos reconocer a excelsos artesanos de distintos rincones, como La Palma, Guatajiagua e Ilobasco. Sin embargo, enfrentamos una realidad marcada por un constante desinterés en conservar las tradiciones que nos han dado identidad por siglos.
Poniendo como excusa el mes cívico, El Diario de Hoy, inspirado por este verso de Roque Dalton, centra esta nota en la artesanía en miniatura de Ilobasco, recientemente declarada Bien Cultural de El Salvador. En ese sentido, buscamos dar a conocer el talento, el aporte cultural y la adversa realidad que enfrentan los pocos artesanos que aún permanecen, además de exponer la paulatina extinción de nuestras tradiciones.
Para profundizar en esta investigación, viajamos a Ilobasco para conocer a Rosa Lidia Ventura, una de las últimas miniaturistas de calidad en el distrito. También tocamos la puerta de los orígenes conversando con Víctor Herrera, sobrino de Dominga Herrera —precursora de las miniaturas— e hijo de Antino Herrera, el artesano que dignificó el legado familiar en Ilobasco. Para enriquecer este artículo, dialogamos además con el historiador y antropólogo Gregorio Suazo, quien dirige el Museo de Arte Popular, espacio que resguarda la miniatura.
Miniatura de Ilobasco
En el departamento de Cabañas, específicamente en el distrito de Ilobasco, desde la década de 1920 existe una artesanía que distingue a sus habitantes del resto de artesanos del país: las miniaturas de barro. La madre de la miniatura en Ilobasco fue María Dominga Herrera, quien desde muy joven comenzó a crear piezas diminutas hechas con barro, gracias a que sus padres y familiares trabajaban la cerámica tradicional. Todo inició cuando se le ocurrió hacer una muñequita en miniatura y, con el tiempo, lo convirtió en identidad.
Sin embargo, según Víctor Herrera, fue su padre, Antino Herrera, quien desde la década de 1960 transformó la herencia familiar de la cerámica en un arte y la profesionalizó más adelante con la creación del taller Cerámicas Kiko, el cual aún sobrevive bajo su administración. “Él es el pionero de la cerámica artística aquí en Ilobasco (…) allá por los años 60, 70 fue que puso el taller”, dijo. Además, hizo énfasis en que su padre se formó con su prima hermana, Dominga Herrera: “Mi papá fue parte de los que aprendieron de ella, de mi tía directamente”. Al igual que Antino, muchos otros artesanos se formaron bajo el legado de Dominga.
Fue de esta forma que la miniatura se convirtió en identidad y tradición de todo un pueblo, que con el paso del tiempo formó a otros talentosos artesanos, entre ellos Rufino Hernández, quien lamentablemente falleció hace 14 años, y su esposa Rosa Lidia Ventura, quien nos contó que aprendió a trabajar el barro cuando se casó con Rufino, allá por 1973. “El dueño del taller dijo que iba a poner a una sobrina de él a hacer miniatura, yo me puse a aprender (…) y a esto le hallé”, recordó la miniaturista.
Rufino Hernández trabajó por mucho tiempo en el taller de Antino Herrera, pero posteriormente se independizó junto a Rosa Lidia y pusieron su propio taller en su hogar. El talento de Hernández fue tal que el propio Víctor Herrera admitió que su padre le decía: “Rufino me superó a mí”, sintiendo orgullo. Ese talento también lo transmitió a su esposa Rosa Lidia, quien es una de las pocas miniaturistas de oro que permanece en Ilobasco. “Para mí es la mejor miniaturista que hay en la actualidad”, confesó Víctor Herrera.
Gregorio Suazo, quien conserva en el Museo de Arte Popular una valiosa muestra de miniaturas y conoce de primera mano a los artesanos de Ilobasco y su legado, describe las cualidades que un buen artesano necesita para elaborar miniaturas: “requiere mucha habilidad, dedicación, paciencia y sensibilidad”. Sin embargo, los artesanos agregan otra cualidad que no mencionó Suazo: la creatividad. Tanto Rosa Lidia como Víctor Herrera coincidieron en que esa característica es determinante para ejercer este arte.
No existe un tamaño estándar para la miniatura, pero, según la declaratoria que las considera Bien Cultural, pueden tener dimensiones entre 2 y 35 milímetros. Dentro de su tipología existen muchas variantes: las miniaturas comunes son las típicas, que ilustran escenas cotidianas del pueblo, como oficios, lugares, costumbres, alimentos o animales; también existen las religiosas, que representan escenas como el nacimiento de Jesús o los misterios; y, por último, están las pícaras. Las miniaturas se realizan normalmente como “sorpresa”, es decir, la escena está oculta bajo una tapadera de barro y al quitarla se revela.
La elaboración de la miniatura en barro inicia con la preparación del material. Luego se diseña la pieza que se elaborará, según lo que el cliente solicite o lo que se desee crear. Posteriormente, comienza el moldeado de la miniatura. Para algunas piezas se pueden utilizar moldes, mientras que aquellas de tamaño extremadamente reducido deben ser moldeadas manualmente. Después, se realiza un pulido para eliminar imperfecciones y se procede al quemado, normalmente en un horno. Finalmente, se lleva a cabo la etapa de decoración o pintura, que es lo que le otorga el toque final.
Miniatura en extinción
En julio de este año, el Ministerio de Cultura publicó en el Diario Oficial la declaratoria que reconoce el proceso de elaboración de la miniatura como Bien Cultural Nacional. En ella se establece que se implementarán medidas para garantizar la salvaguardia de esta práctica, incluyendo la participación activa de la comunidad artesanal, la creación de escuelas-taller para nuevas generaciones y el impulso de ordenanzas municipales que respalden legalmente esta disposición. “Me parece importante, ya que puede impulsar el desarrollo de la tradición”, dijo Suazo sobre la declaratoria.
No obstante, esta herencia cultural atraviesa una crisis: quedan pocos creadores con calidad sobresaliente y los jóvenes no muestran interés en continuar el legado. Los artesanos Ventura y Herrera coinciden en que la juventud ya no desea aprender el oficio. ¿Las razones? Ellos atribuyen el problema a la tecnología y a la falta de valoración, pues muchos jóvenes lo consideran “aburrido”.
Por su parte, Suazo sostiene que “el entorno económico y social no favorece la continuidad del oficio, por ejemplo: muchos jóvenes no ven en la artesanía una opción económica estable (…) lo que genera un vacío en la transmisión de saberes”. Esta afirmación coincide con la visión de Víctor Herrera, quien explica que el precio de venta ha disminuido, porque los propios artesanos han devaluado su trabajo con tal de subsistir. Esta desvalorización surge porque “el mercado se llena de objetos más baratos, producidos en masa, que desplazan a las piezas hechas a mano”, señaló Suazo.
Pero ¿qué se está haciendo para mantener viva la tradición de la miniatura? Rosa Lidia comentó que en el CEDART de Ilobasco, impulsado por CONAMYPE, se inició un proyecto de talleres en los que ella enseñó el oficio, aunque lamentó que no se diera continuidad a la iniciativa. A su vez, Víctor Herrera reveló que actualmente se promueve un programa para que los bachilleres realicen sus horas sociales en talleres artesanales. “No es cuestión de que vayan a vivir de esto, pero sí pueden aprender, tomarlo como un pasatiempo o incluso abrir sus propios talleres; la cuestión es que no desaparezca”, aconsejó Herrera.
Para Gregorio Suazo, si algo no se aprende, se extingue. Y aunque reconoce la profunda crisis de esta tradición, plantea una posible salida: “pienso que para revitalizar la tradición de las miniaturas en Ilobasco se necesitan estrategias integrales que combinen formación, innovación y comercialización. Pero lo más importante es el interés de las personas, especialmente los jóvenes. Si logran obtener un ingreso justo y reconocimiento social, habrá nuevas generaciones interesadas en continuar la tradición”.
Nuestros artesanos
En conclusión, tristemente nuestros artesanos poco a poco comienzan a desaparecer, y esta problemática no se refleja únicamente en las miniaturas de Ilobasco, sino también en otras expresiones artesanales de lugares como La Palma o Guatajiagua. Gregorio Suazo subraya la importancia de preservarlas: “Las artesanías representan la memoria viva de un pueblo. Cada técnica, diseño o material cuenta una historia transmitida de generación en generación, lo que fortalece el sentido de pertenencia y orgullo comunitario”.
En alusión al verso de Roque Dalton, Suazo explica: “cuando Dalton dice ‘los mejores artesanos del mundo’, está exaltando la capacidad creativa y laboriosa del salvadoreño común que, pese a las condiciones adversas de pobreza, violencia e injusticia, siempre encuentra maneras de sobrevivir, de crear y de mantener viva la cultura (…) la frase nos recuerda que el amor verdadero no se ‘encuentra’ como un regalo, sino que se construye colectivamente, con manos, con comunidad, con cultura”.
Te puede interesar: El circo, entre talentos desbordantes y necesidades ocultas
Este reportaje funciona como un llamado de atención para que, como sociedad, no permitamos que se pierda algo que durante siglos ha representado nuestra identidad. Porque si el rumbo sigue encaminado hacia la desaparición, el verso de Dalton quedará solo como un recuerdo y habrá que hacer una dolorosa modificación a: “tuvimos a los mejores artesanos del mundo”. Tal como expresó Rosa Lidia en una frase breve: “yo no voy a ser eterna para seguir haciendo esto”.
La realidad en tus manos
Fundado en 1936 por Napoleón Viera Altamirano y Mercedes Madriz de Altamirano
Director Editorial
Dr. Óscar Picardo Joao
2025 – Todos los derechos reservados . Media1936