Bajo su curaduría, la muestra “San Salvador de Cuscatlán: … a 500 años de su fundación…” reúne objetos, documentos y obras contemporáneas que permiten reflexionar sobre quiénes hemos sido y qué ciudad queremos construir.
Bajo su curaduría, la muestra “San Salvador de Cuscatlán: … a 500 años de su fundación…” reúne objetos, documentos y obras contemporáneas que permiten reflexionar sobre quiénes hemos sido y qué ciudad queremos construir.
Conmemorando los 500 años de la fundación de San Salvador, el Centro Cultural de España en El Salvador acoge la exposición «San Salvador de Cuscatlán: … a 500 años de su fundación…», un recorrido que permite revivir las huellas de la ciudad desde su fundación en el Valle de la Bermuda hasta convertirse en capital de la República. La muestra, abierta hasta el 25 de octubre, se convierte en un viaje por la memoria colectiva.
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El encargado de guiar este viaje es Heriberto Erquicia, curador, historiador y arqueólogo, quien asumió el desafío de condensar cinco siglos en una sola sala. Para él, el mayor reto fue encontrar un equilibrio entre el rigor histórico y la experiencia estética del visitante: «Lo que buscamos es un recorrido donde la historia no se vea fragmentada, sino como un continuo que conecta con lo que somos hoy».
El resultado es una exposición que no se limita a contar el pasado, sino que lo conecta con el presente y lo proyecta hacia el futuro. San Salvador aparece como un espacio donde conviven distintas memorias y donde el comercio, la gente y la vida cotidiana siguen marcando su identidad.
La mirada del curador
En el corazón de la muestra está la mirada del curador Heriberto Erquicia, quien se propuso construir un puente entre el pasado y el presente de San Salvador. Su intención no fue solo exhibir piezas, sino contar la historia de una ciudad rebelde y persistente.
«Lo que buscamos es un recorrido donde la historia no se vea fragmentada, sino como un continuo que conecta con lo que somos hoy», explica el arqueólogo. Con esta visión, organizó la exposición como un viaje, en el que cada objeto habla y cada etapa de la ciudad encuentra eco en la actualidad.
Erquicia reconoce que no fue sencillo decidir qué elementos incluir y cuáles dejar fuera. Para él, cada pieza cuenta una parte de la historia, pero el reto fue darles un orden que permitiera comprender a San Salvador como un organismo vivo, más allá de fechas y efemérides.
El curador divide la muestra en grandes etapas: el asentamiento inicial, los tres siglos de dominio colonial, los movimientos de emancipación, la conformación del Estado salvadoreño y las transformaciones del siglo XX. Cada etapa es representada por piezas que dialogan entre sí. Así, la exposición no solo presenta hechos históricos, sino que conecta con los procesos sociales y culturales que siguen marcando a la capital.
Erquicia enfatiza que la exposición no solo pretende evidenciar las constantes que han definido a la ciudad: su espíritu rebelde, su comercio siempre activo, sus disputas, creencias y dinámicas sociales. «Creo que me gusta pensar que ese San Salvador rebelde todavía existe. No quiero llamarlo rebeldía, sino más bien resistencia: un querer ser, mantenerse y también transformarse», afirma.
Al reflexionar sobre lo que espera que los visitantes se lleven de la muestra, el curador subraya que más allá de la celebración, se trata de reconocernos en la transformación de San Salvador y preguntarnos qué queremos de nuestra ciudad. «Finalmente, esos 500 años son parte de lo que somos. Allí están acuerpadas todas las identidades sociales, étnicas y demás que tenemos como salvadoreños».
Dylan Magaña: rescatar lo que hemos perdido
En esa línea de reconocimiento, el investigador cultural Dylan Magaña aporta un conjunto de piezas que permiten comprender el tránsito hacia la modernidad de la capital. Su colaboración incluye estampillas desde 1890 hasta los años 70, fragmentos arquitectónicos de la Casa Blum, baldosas hidráulicas de inicios del siglo XX, planos urbanos y esculturas vinculadas a proyectos icónicos como el Salvador del Mundo.
Para Magaña, estas piezas representan un San Salvador en proceso de modernización, con influencias afrancesadas y con una fuerte producción artesanal y artística. El rescate de las baldosas, por ejemplo, refleja la creatividad de los artesanos locales en un momento clave de expansión urbana.
«Desde luego es identificarnos con cada una de estas piezas. Conocer lo que hemos ido perdiendo», reflexiona. Para él, la demolición y el abandono de estructuras históricas han generado conciencia tardía sobre el valor patrimonial. «Hasta que se da esta demolición es que nos vamos sensibilizando, nos vamos interesando por todas estas piezas. Pero es una manera de sentirlas más de cerca, más tangible. Verlas desquebrajadas también nos da esa sensibilidad de ahora proteger lo poco que va quedando».
Su mensaje es claro: visitar la exposición es una oportunidad única para encontrarse con piezas inéditas y con una línea de tiempo bien articulada que permite visualizar cómo San Salvador ha ido cambiando en su fisonomía, pero también en su espíritu.
Menly González: la fotografía, testigo de la memoria
La exposición también incorpora miradas periodísticas y visuales. La fotoperiodista Menly González, de El Diario de Hoy, participa con fotografías cargadas de simbolismo. Con su lente retrató la Ventana Arqueológica en la Plaza Libertad, un sitio excavado por el propio Erquicia que reveló materiales de distintas épocas y que, sin embargo, hoy permanece en el abandono.
El trabajo de Menly no solo documenta piezas arqueológicas, sino que denuncia la fragilidad del patrimonio en medio de la cotidianidad urbana. Su fotografía sobre la Ventana Arqueológica reveló que el sitio se convirtió en un criadero de conejos por el descuido institucional. Gracias a la publicación, los animales fueron retirados, aunque el espacio sigue sin recibir la atención que merece.
Para la fotoperiodista, la importancia de esta exposición radica en visibilizar que la historia de San Salvador siempre ha estado presente en sus calles y cuadras, aunque muchas veces haya sido ignorada. «La historia siempre ha permanecido en las calles de San Salvador, a nuestra ignorancia voluntaria. Todavía hay muchos hallazgos que recopilan información sobre quiénes somos y eso refuerza nuestra identidad».
Menly subraya que la muestra no solo habla de arquitectura o hallazgos arqueológicos, sino también de las experiencias de los ciudadanos que, día a día, siguen creando la historia de la capital.
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