La reciente publicación de Elena Salamanca, «Cons-telar», desentierra un siglo de mujeres artistas y gestoras, que revela un complejo entramado de redes y colaboraciones que desmienten el mito del aislamiento en la historia del arte salvadoreño.
La reciente publicación de Elena Salamanca, «Cons-telar», desentierra un siglo de mujeres artistas y gestoras, que revela un complejo entramado de redes y colaboraciones que desmienten el mito del aislamiento en la historia del arte salvadoreño.
El lanzamiento del libro «Constelar», de la historiadora, poeta y curadora salvadoreña Elena Salamanca, comisionado y editado por el Centro Cultural de España en El Salvador (CCESV), marca un hito en la investigación de la cultura visual en Centroamérica.
La presentación, que reunió a un selecto grupo de artistas y personajes de la cultura local, fue un reflejo del largo y meticuloso proceso de creación del documento.
Como se resaltó durante el evento, la escritura y la investigación son procesos que pueden durar años, un esfuerzo que en este caso se vio recompensado al dar luz a un proyecto monumental. La motivación principal detrás de esta obra, tal como lo resaltó el director del CCESV, Álvaro Ortega Santos, es desenterrar la presencia de las mujeres creadoras en la historia del arte.
Estas piezas, a menudo atesoradas por familias en lugar de exhibidas en grandes galerías y museos, han sido visibilizadas por Salamanca para dar forma a una narrativa tanto particular como colectiva, que se centra en la experiencia de las mujeres. Ella, agradeció grandemente, el apoyo de esos núcleos familiares.
La obra, que reúne las curadurías de las muestras «Urdir la trama rota» (2021) y «Cons-telar» (2023), postula una nueva metodología en el campo de las humanidades digitales, un proyecto que busca llenar vacíos y amplificar silencios de la historia del istmo.
Reconstruyendo el legado
«Urdir la trama rota. Tejiendo un siglo de mujeres en la cultura visual de El Salvador: 1921-2021» es una profunda exploración de cómo recuperar la historia de las artistas visuales, según lo publicado por el CCESV en sus plataformas digitales.
Con este proyecto, Salamanca subrayó que muchas de ellas no tienen archivos propios y sus nombres no han sido registrados en la historia oficial del arte. Para encontrarlas, es necesario mirar en los «márgenes»: las notas a pie de página, los anexos y las fotos olvidadas.
Estos «márgenes» son vistos no como límites, sino como «caminos» para interpretar una época. La exposición desafió la idea de que las mujeres artistas han sido «islas», aisladas unas de otras y de sus contemporáneos. Por el contrario, reveló que ELLAS han tejido «redes políticas, intelectuales y culturales, fundando espacios propios como galerías y museos».
La muestra también introduce el concepto de «gineceo rebelde», un análisis de cómo las artistas han transgredido los tópicos típicos de la feminidad, como los paisajes o bodegones. Se argumenta que sus obras no son «sencillas», sino que revelan complejidades propias, abordando incluso temas como el arte en la guerra desde una perspectiva femenina. (Gineceo en la RAE: Sitio en el que solo hay mujeres)
Muchas artistas, recurriendo a oficios de mano y aguja, «descosen los discursos patriarcales» para trabajar con la memoria como una «caja de herramientas». Así, «Urdir la trama rota» propone «remendar, rehacer, coser, zurcir estas disgregaciones, fragmentaciones y rupturas» para establecer un diálogo entre piezas separadas por el tiempo, tal y como lo describió Salamanca en su momento.
Conectando redes
Por su parte, «Cons-telar. Coordenadas, cruces e interconexiones de mujeres en la cultura visual de Centroamérica: 1931-2021» (2023) amplía la perspectiva de «Urdir la trama rota» al situar a las mujeres en un espacio transnacional. El proyecto desarticula en su totalidad el mito del aislamiento de las artistas salvadoreñas, demostrando que su trabajo se inserta en una compleja red de relaciones de colaboración e intercambios que se extienden por Centroamérica, México, Estados Unidos y Europa.
La curaduría toma como punto de partida un evento fundacional en 1931, el primer centro cultural centroamericano creado en México por la hondureña Clementina Suárez, para entender la labor del arte de manera «excéntrica», fuera de las fronteras nacionales.
La investigación de la salvadoreña identifica a más de cien mujeres activas en la cultura visual de El Salvador entre 1921 y 2021, incluyendo no solo pintoras y fotógrafas, sino también galeristas, gestoras y fundadoras de museos.
Al centrarse en la dispersión y en coordenadas específicas, el proyecto propone una historia del arte intersectada por el género y la «transnación».
«Cons-telar», según el sitio del CCESV, invita a mirar la historia desde el reverso, revocar narrativas y, por primera vez, situar a las mujeres en el centro, reconociendo que su quehacer cultural no fue una práctica solitaria, sino el resultado de un intrincado tejido de redes y colaboraciones, que debe brillar en el firmamento de las artes visuales internacionales (artículo asistido por IA).
El libro puede consultarse en físico en la Mediateca del CCESV o en la edición digital.
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