Light
Dark

La luz del mundo de diez años

Entonces, sí fue algo milagroso asomarse al umbral aquella mañana y ver de nuevo la luz de un amanecer.

Mientras el áureo verano transcurría, un sol esplendoroso apareció ante el asombro de Inés al asomarse a la ventana de su habitación. Para el resto del mundo el milagro no estaría ni en la eternidad del estío ni en el astro de esplendor. Pero lo cierto es que Inés perdió la luz de sus ojos desde tiempo atrás, cuando la cegó la lumbre de un atardecer. Para ella, entonces, sí fue algo milagroso asomarse al umbral aquella mañana y ver de nuevo la luz de un amanecer. Recordó las imágenes anteriores al suceso. Al perder la visión llegó a ella la voz de alguien llamada Floritisha, quien le protegió y condujo piadosamente por los pasillos y jardines de la casa. Un día -al visitar una feria- su fiel lazarillo le describió las rutilantes luces de los juegos mecánicos. Se sintió de nuevo allá, entre risas de algodón de azúcar y viajar en el aire sobre las máquinas voladoras. Evocó además la felicidad del circo maravilloso que presentaba la despedida de los cantores gitanos y de los trapecistas de la muerte. Mismos a quienes ella solamente les oyó desaparecer entre aplausos lejanos. Ignorando si habrían sido parte de la ilusión de la vida o de la vida de una ilusión. Allá donde todos somos eso: mitad sueño; mitad realidad. O en último caso la realidad de un sueño. (I) de “Leyenda del Otro Lado de la Piel” © C.B.

Suscríbete a El Diario de Hoy
Patrocinado por Taboola