Quizás su principal característica es que todos caen. Como todo en la vida, todo tiene un inicio y un final. Y siempre que caen es por diversas y complejas causas que son aleccionadoras, de cómo hasta el edifico más fuerte, puede acabar colapsando.
Quizás su principal característica es que todos caen. Como todo en la vida, todo tiene un inicio y un final. Y siempre que caen es por diversas y complejas causas que son aleccionadoras, de cómo hasta el edifico más fuerte, puede acabar colapsando.
Esta columna marca el inicio de una saga que se alternará con los análisis de política internacional, dedicada a recorrer la historia a través de los grandes imperios y civilizaciones que moldearon nuestro mundo. La intención es sencilla pero ambiciosa: llevar la historia al alcance de una columna, abriendo una puerta amable a nuestro pasado común como humanidad.
Pero antes de iniciar este viaje, es necesario detenernos en una pregunta fundamental: ¿qué es, en realidad, un imperio? El término ha sido empleado en múltiples ámbitos desde el pasado (para describir a los romanos, por ejemplo) e incluso como herramienta de análisis ante determinados comportamientos de potencias contemporáneas como Estados Unidos, Rusia, o China. Les será muy familiar la famosísima frase de “El imperialismo Yankee”.
Pensemos primero en el caso romano. Roma fue una potencia durante siglos, con una influencia que atravesó todos los ámbitos de la civilización occidental. Sin embargo, paradójicamente, el período más corto de su historia fue el llamado “Imperio Romano”, es decir, la etapa encabezada por los emperadores. Antes de ello, Roma había sido una monarquía y luego una república.
Eso nos da la puerta de entrada a que ser una potencia es requisito necesario, más no suficiente para ser un imperio. Entremos pues en materia, y veamos de qué se trata este asunto.
Definiendo al imperio clásico
De manera general, un imperio puede entenderse como una estructura política y territorial en la que una autoridad central (a menudo encarnada por un monarca, una élite o un aparato estatal) ejerce dominio efectivo sobre otros pueblos o regiones subordinadas, a través de distintos grados de control militar, administrativo o simbólico.
Es una superestructura política que podemos entenderla como una sábana que cobija a muchas otras entidades políticas que son subordinadas. Si El Salvador fuera un imperio y San Salvador su centro del poder, el resto de los departamentos serían territorios dominados por la capital, pero que reciben un trato diferenciado que puede ir desde la incorporación del territorio en su totalidad concediendo nacionalidad e igualdad de derechos (como el caso de Hispania en la antigua Roma), hasta ser colonias, territorios dedicados únicamente a ser explotados (como las Américas en tiempos del Imperio Español).
Evolución en el tiempo
Con el paso de los siglos, sus características fueron mutando. Los grandes imperios europeos eran dominados por monarquías, la Unión Soviética por el partido comunista y sus respectivos líderes, pero siempre mantuvieron la misma relación articulada entre territorio principal y los subordinados por medio de una férrea jerarquía.
Así pues, el imperio es también entendido como una actitud, una forma de aproximación de las potencias hacia sus zonas de influencia. Estados Unidos es un vivo ejemplo, interviniendo desde hace dos siglos en la realidad de los países latinoamericanos por vías violentas o pacíficas, configurando una zona de influencia sin poseer un dominio absoluto Por ello, podemos hablar de comportamientos semejantes al imperio, el imperialismo.
Ciclos
Quizás su principal característica es que todos caen. Como todo en la vida, todo tiene un inicio y un final. Y siempre que caen es por diversas y complejas causas que son aleccionadoras, de cómo hasta el edifico más fuerte, puede acabar colapsando.
Su existencia también ha sido uno de los motores del progreso. La consolidación y estabilidad de los imperios, y la relación con otros como ellos, ha hecho florecer el comercio, la economía, la cultura, y la tecnología, empujándolos hasta nuevos horizontes, pero también han llevado la guerra, el terror, y la injusticia hasta límites difíciles de creer. Son un reflejo del bien y el mal del ser humano, un reflejo de ti, de mí, de la vida. Por ello, es apasionante e importante conocerlos.
Futuras publicaciones
Así iniciamos esta saga, donde la siguiente entrega será sobre los acadios, pioneros en la creación de una estructura imperial en la antigua Mesopotamia del siglo XXIV a.C, seguiremos explorando la antigüedad hasta cerrarla con el imperio romano, y continuaremos un largo viaje hasta el día de hoy.
Comprenderlos no es un mero ejercicio de erudición: es mirar de frente a nuestra propia historia, porque en cada imperio hay un eco de lo que somos, de la ambición, la creación, la destrucción y la búsqueda de permanencia que nos definen como especie.
Muchísimas gracias lectores, y espero que esto sea de su agrado, tengan un feliz día.
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