El galeón fantasmagórico que llegó a Amapala, el día que Asia tocó las costas de El Salvador
En mayo de 1657, un barco espectral emergió en el Golfo de Fonseca. Era un galeón procedente de Manila, Filipinas. La embarcación asiática que tocó las costas salvadoreñas, testimonio del intenso comercio transoceánico que unió a Asia y América durante la primera globalización del siglo XVI.
A mediados del siglo XVII, los pobladores del Golfo de Fonseca fueron testigos de un suceso que rozaba lo sobrenatural. En mayo de 1657, un barco gigantesco, maltrecho y sin rumbo, emergió de la bruma frente a la rada de Amapala. Pronto sería recordado como el galeón fantasmagórico.
El navío había partido un año antes del puerto de Cavite, cerca de Manila, cargado hasta el tope de sedas, porcelanas y especias procedentes del Oriente. Su destino era Acapulco, la gran puerta del comercio asiático en la Nueva España. Pero una serie de tormentas y errores de navegación lo desviaron de su ruta.
Cuando finalmente llegó al Golfo de Fonseca, 150 de sus ocupantes habían muerto, siendo arrojados al océano. Los sobrevivientes —enfermos, deshidratados, sin provisiones— lograron fondear frente a la isla de Amapala, asistidos por una pequeña barca local. Permanecieron allí un mes completo, recuperando fuerzas y reparando la nave antes de retomar el rumbo a Acapulco, en julio de 1657.
Ese fue el primer galeón de Manila que tocó las costas salvadoreñas. Su paso fue parte de la historia de conexiones globales de las que tomó parte el Reino de Guatemala, demostrando que incluso las rutas más lejanas del planeta —las que unían Asia con América— pasaban por aguas centroamericanas. Detalles como este interesante suceso -referidos en el libro «Historia de la Provincia de Chiapa y Guatemala de la Orden de Predicadores» del dominico fray Francisco Jiménez (1973, T. II, libro V: 60-61)-, fueron retomados por Pedro Escalante Arce, durante su discurso en el lanzamiento del libro «El tráfico de ‘efectos de la China’ de Nueva España al Reino de Guatemala: 500 años de conexiones globales», del historiador Ricardo Castellón, el pasado 18 de septiembre en la Embajada de México.
Ruta del Galeón de Manila y tornaviaje, entre Asia y el Nuevo Mundo, por el Océano Pacífico. Foto: cortesía de Ricardo Castellón
Precisamente en esta última publicación, el también doctor en Filosofía ofrece mil y un detalles del Galeón de Manila, la Nao de China o el Galeón de Acapulco, ruta comercial que cruzaba el Pacífico y unía a Asia con el Nuevo Mundo.
Acajutla y Fonseca
El Salvador colonial, entonces dividido en las provincias de San Salvador y Sonsonate, jugó un papel más importante del que la historia tradicional suele reconocer en el ingreso y el paso de bienes del oriente lejano. Acajutla y el Golfo de Fonseca, con su punto clave en Amapala, fueron puntos de ingreso del oriente lejano, canales por donde circulaban porcelanas chinas, marfiles, lacas, sedas y especias traídas desde Filipinas, así como plata peruana enviada rumbo a Asia. Fueron la cara marítima de un tráfico que se articuló también con rutas terrestres durante toda la época colonial.
Acajutla, aunque era apenas una rada natural —sin muelle formal hasta el siglo XIX—, ofrecía condiciones ideales para los barcos que viajaban entre México y Sudamérica. Desde al menos 1535 fue considerado el puerto más importante de la capital del Reino, Santiago de Guatemala. Desde que inició su operación cerca de 1535 con los embarques del rico cacao salvadoreño, se hizo el lugar de ingreso de bienes desde Nueva España, que incluyeron cada vez más a efectos asiáticos.
Por su parte, al golfo de Fonseca su profundidad natural y posición estratégica lo convirtieron en punto codiciado para establecer un enlace interoceánico. El ingeniero militar Juan Bautista Antonelli, en 1590, propuso que la parte oriental de San Salvador, en ese golfo, fuera el punto de destino de los barcos peruanos cargados de plata. Desde allí, un corredor terrestre hasta la bahía de Caballos (en Honduras) permitiría comunicar el Pacífico con el Atlántico, mucho antes de que se soñara con el Canal de Panamá.
Mapa de Manila, en Filipinas de 1698, del libro de William Dampier. Foto: cortesía Ricardo Castellón
Por ese corredor, también podrían trasladarse los bienes chinos al Atlántico. Y en sentido inverso, «conectar» con los bienes traídos de Europa para trasladarlos a todo el Pacífico y más allá.
El plan nunca se concretó, pero reveló el valor geopolítico de la región. Tanto Acajutla como Amapala formaban parte de un triángulo marítimo que conectaba indirectamente Manila, Acapulco, Lima y el Reino de Guatemala, moviendo riquezas, ideas y culturas en plena era de la monarquía hispánica.
Pero el comercio asiático era tan lucrativo como problemático. La plata potosina —extraída en los Andes, especialmente en Potosí (actual Bolivia)— fue el motor que alimentaba el intercambio con China y Filipinas, en un inicio, pues luego se sumaría la plata novohispana. La Corona española temía que esa fuga de la plata hacia el Pacífico vaciara las arcas de Europa. El comercio oficial debía circular por el Atlántico, vía Portobelo y Sevilla, pero el contrabando por el Pacífico derivado de las restricciones, resultó imposible de detener.
Desde México, Perú y Centroamérica, funcionarios y comerciantes encontraron modos ingeniosos (y muchas veces ilegales) de participar en este tráfico. Los beneficios eran enormes, al punto de que autoridades del Reino de Guatemala, miembros de la Iglesia y del aparato colonial terminaron involucrados en redes de contrabando que transportaban «efectos de la China» —como se llamaba a los productos asiáticos— pagados con plata americana.
Representación del puerto de Acapulco en el siglo XVI. Foto: cortesía Ricardo Castellón
El historiador salvadoreño, en su reciente libro, revela cómo estos intercambios marcaron el nacimiento de la economía global moderna. El actual El Salvador, figura como un punto intermediario y estratégico de esas rutas clandestinas entre Oriente y el Nuevo Mundo. En esta visión, Centroamérica debe dejar de ser vista como una receptora pasiva del discurso colonial de «la hispanidad» a una plataforma activa de los encuentros globales», enfatiza el investigador.
Incluso hay constancia de expedientes coloniales que muestran multas y quejas contra funcionarios locales implicados. Uno de los casos más notorios fue el del tesorero de la Caja de Sonsonate, Diego Sánchez de Baena, sancionado a finales del siglo XVII por su participación en el tráfico ilegal de bienes asiáticos.
Personajes como Pedro de Alvarado, Andrés de Urdaneta o Juan Rodríguez Cabrillo «allanaron las importantes rutas que conectarían Asia con el imperio español, así como con el proyecto de hacer de Centroamérica ese punto de confluencia», resalta el miembro de la Academia Salvadoreña de la Historia.
Así, la historia del «galeón fantasma» no es un episodio aislado, sino el reflejo de un sistema de conexiones globales en el que Centroamérica jugó un papel crucial.
Estructura interior de un galeón. | Foto: Amuraworld.com / cortesía de Ricardo Castellón
Diez datos curiosos del Galeón de Manila
1️ El sueño frustrado de Alvarado: quiso llegar a las Islas Molucas, pero murió antes de intentarlo. 2️ El fraile del regreso: Andrés de Urdaneta descubrió la ruta del tornaviaje en 1565. 3️ Viajes eternos: el retorno de Manila a Acapulco podía durar el doble que la ida. 4️ Porcelanas para exportar: las chinas tipo kraak eran de calidad media, hechas solo para América. 5️ Acapulco efervescente: la llegada del galeón convertía la aldea en una feria global. 6️ Comida de lujo: un plato podía costar 30 dólares actuales en plata. 7️ El Parián: mercado en Ciudad de México para vender productos asiáticos, dominado por chinos y filipinos. 8️ El único galeón que tocó El Salvador: el Nuestra Señora de la Victoria, en 1657. 9️ Piratas globales: Drake y Cavendish asolaron la ruta y dieron la vuelta al mundo. 10 Solo cuatro capturados: de casi 250 galeones en 250 años, solo cuatro cayeron en manos piratas.