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De Los Ángeles a El Salvador, un retorno obligado

Las pertenencias de María y sus hijos viajaron 60 días desde Van Nuys en Los Ángeles, EE.UU., hasta Ciudad Marsella en La Libertad.

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María A., una salvadoreña de 31 años, madre de Nicolás y Lucía, de cinco y cuatro años, se vio obligada a utilizar el servicio de menaje de casa, pues a mediados de marzo fue deportada desde Estados Unidos sin posibilidad de negociar su salida, luego de haber permanecido en ese país por 12 años.

María emigró a EE.UU. en 2013 soltera y buscando mejores ingresos. Cruzó por tierra y fue capturada, pero logró negociar un permiso que la obligaba cada año a asistir a sus citas con el Servicio de Inmigración de los Estados Unidos. Así pasó durante 12 años.

En la cita de marzo de 2025 fue capturada y permaneció en al menos cuatro centros de detención distintos en California, Texas y Luisiana, hasta que finalmente fue deportada en junio pasado a El Salvador.

«Me quedé solo con lo que andaba puesto y mis hijos quedaron con la señora que me los estaba cuidando. Fue muy duro porque creí que estaba haciendo las cosas bien, me presentaba cada año, trataba de llevar un récord limpio, pagaba taxes (impuestos), pero eso no importa a inmigración», contó a El Diario de Hoy.

Durante tres meses, María solo tuvo contacto con sus hijos una vez y a través de videollamada desde la ciudad de Texas. 

Junto a su pareja- que sí tiene documentos para permanecer en Estados Unidos- decidieron que ella y los niños regresaran a El Salvador cuando un abogado le dijo que su caso estaba perdido.

«Tomamos todos los ahorros que teníamos y decidimos que yo volvería al país con los niños», relató.

Un contenedor con juguetes y miedo

María no pudo ni siquiera preparar la mudanza, debido a que estaba detenida; fue su pareja y algunos parientes los que hicieron todos los trámites para contratar el agente aduanero y hacer el menaje de casa.

Lo que más le interesaba era traer las camas, los juguetes y la ropa de sus hijos, dijo. Aunque reconoce que tenía mucho miedo de volver, sabía que no tenía alternativa.

Sesenta días se tardaron sus pertenencias en llegar hasta Ciudad Marsella, en La Libertad, donde hoy reside. Ella llegó primero en un avión de deportados y a los pocos días arribó el contenedor.

«Sentí una mezcla de miedo y de tristeza, eran doce años de mi vida los que traía ese contenedor. Yo revisaba las cosas porque mucho de lo que construí no venía allí y no digo cosas materiales, sino cosas de mi vida de allá», expresó. 

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