La muestra traza una línea de tiempo sobre el café en El Salvador y su impacto en la vida política, social y cultural del país. Actualmente cuenta también con una versión itinerante en Concepción de Ataco, Ahuachapán.
La muestra traza una línea de tiempo sobre el café en El Salvador y su impacto en la vida política, social y cultural del país. Actualmente cuenta también con una versión itinerante en Concepción de Ataco, Ahuachapán.
El café no solo marcó el paisaje y la economía de El Salvador, también moldeó la memoria, las luchas sociales y la identidad cultural de generaciones enteras. Ese es el punto de partida de la exposición «Memorias del café», la más reciente propuesta museográfica del Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), que invita a recorrer más de un siglo y medio de historia a través de documentos, imágenes, objetos y relatos.
La exhibición, que se encuentra abierta en la sede del MUPI en San Salvador, ha sido concebida como un espacio de reflexión crítica. Su objetivo no es únicamente mostrar el peso económico del café, sino también desentrañar los procesos sociales y políticos que surgieron a su sombra, como la privatización de tierras comunales, la represión a comunidades indígenas y campesinas, la desigualdad laboral y de género, y las memorias de violencia que aún repercuten en la actualidad.
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Conscientes de que la memoria no debe quedar anclada en las paredes de un museo, el MUPI ha impulsado también una versión itinerante de la muestra, la cual, en este momento, puede visitarse en la sala de exposiciones de la Asociación «Raíces y senderos», en Concepción de Ataco, departamento de Ahuachapán.
«A través de la historia del cultivo del café conocemos las diferentes luchas por la democratización del país, las memorias de las comunidades indígenas y campesinas afectadas por la expansión cafetalera, la reivindicación de sus derechos laborales y, finalmente, comprender los orígenes de la violencia vinculada a la tenencia de la tierra y a la desigualdad de género y a las inequidades sociales», comentó Carlos Henríquez Consalvi, director del MUPI.
Una línea de tiempo entre economía y memoria
La propuesta museográfica inicia con una mirada universal, con la leyenda etíope sobre el descubrimiento del café y sus efectos estimulantes. Desde ahí, la narrativa viaja hasta el siglo XIX salvadoreño, cuando el grano comenzó a convertirse en motor económico y político.
«Con esta exposición hemos hecho una línea de tiempo que inicia desde la leyenda de cómo en Etiopía se descubrió el efecto del café y que luego nos lleva a través del siglo XIX, mostrándonos los primeros cultivos en El Salvador, la conformación del Estado, la privatización de las tierras en ese siglo», detalló Henríquez Consalvi.
«También hacemos uso de cómics que nos permiten conocer momentos específicos de esta historia», agregó.
Los paneles anclados a las paredes del museo reflejan el proceso de expansión cafetalera en un país que vio en este cultivo su «grano de oro», al punto de cimentar en él las bases de su economía nacional.
Sin embargo, esa bonanza también tuvo un costo: la privatización de tierras comunales, el desplazamiento de comunidades indígenas y campesinas, y la consolidación de un modelo de concentración de riqueza que marcaría de manera definitiva la historia del país.
Café, género y desigualdades
Entre los apartados más llamativos de la muestra está el dedicado al rol de la mujer en las fincas cafetaleras. Un panel recuerda cómo en 1904 James Hill introdujo la mano de obra femenina en las plantaciones, pero pagando la mitad de lo que recibían los hombres
La inclusión del tema de género responde a una línea de trabajo constante en las propuestas museográficas del MUPI, donde se busca visibilizar el papel de las mujeres y la forma en que han enfrentado las desigualdades sociales y laborales.
«Hacemos una referencia que en 1882, en las fincas de Nueva San Salvador se empleaban a 2,000 hombres y 3, 000 mujeres y niños», subrayó el director del MUPI.
El café en la literatura y la vida urbana
La exposición también se detiene en las huellas culturales que el café dejó más allá de las fincas. Un ejemplo es el panel que recuerda a la histórica cafetería Bella Nápoles, en San Salvador, punto de encuentro de intelectuales, escritores y poetas como Oswaldo Escobar Velado, Pedro Geoffray Rivas, Roque Dalton, Roberto Armijo y Manlio Argueta.
«Allí se escribieron novelas como ‘Ninel se fue a la guerra’. El café, además de motor económico, fue inspiración literaria y refugio de pensamiento crítico», recordó Henríquez Consalvi.
La muestra comparte el poema «Los chalatecos», de José Rutillo Quezada, como ejemplo de la manera en que el grano se filtró en la creación literaria salvadoreña.
Objetos que cuentan historias
Más allá de textos e imágenes, «Memorias del café» exhibe piezas concretas que hablan por sí mismas. Entre ellas destaca un ejemplar del documento «Grano de oro», escrito por Rafael Arce Zablah, junto a utensilios y objetos de las fincas cafetaleras de Ataco y Apaneca.
También se pueden observar las llamadas «fichas», monedas emitidas por los hacendados para pagar a los jornaleros. Estas solo podían utilizarse en la tienda de raya de la finca, un mecanismo que limitaba la libertad económica de los trabajadores y perpetuaba su dependencia.
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El arte visual también está presente con varias piezas significativas, una de ellas es la del pintor Edmundo Otoniel Mejía y otra de Melissa Quan, artista con Asperger cuya obra refleja una mirada sensible sobre el mundo del café.
Entre otros elementos, la exposición sorprende además con un cómic elaborado por un campesino anónimo, quien en un cuaderno ilustró la vida diaria de un jornalero: los problemas con las pesas, la precariedad alimentaria y las injusticias en las fincas.
Un espacio para la educación y el diálogo
La muestra incluye un área didáctica pensada para grupos estudiantiles. Con este espacio se busca que los alumnos comprendan la historia del café de manera lúdica, a través de juegos y dinámicas participativas.
«El museo recibe grupos de 40 jóvenes de centros escolares y en esta área se está instalando un espacio didáctico para que desde el juego, los estudiantes lleguen a comprender toda esta historia del café», explicó Henríquez Consalvi.
La versión itinerante de la exposición refuerza este objetivo. En Concepción de Ataco, por ejemplo, no solo se busca mostrar la historia, sino también recoger la voz de las comunidades que han vivido de cerca el cultivo del café y sus transformaciones a lo largo del tiempo.
Fiel a su misión de ser un museo «sin paredes», el MUPI planea que «Memorias del café» recorra en los próximos meses distintas localidades del país. Luego de Ataco, la muestra llegará a Suchitoto, y continuará su viaje por comunidades que raramente visitan museos en la capital.
Aunque aún no se ha definido una fecha de cierre, la exposición permanecerá en la sede del MUPI por lo menos un año, mientras su versión itinerante sigue ampliando horizontes en otras regiones del país.
Cada panel, cada vitrina y cada objeto nos recuerdan que la historia del café es, en gran medida, la historia misma del país. Una historia marcada por luces y sombras, por bonanza y desigualdad, por inspiración artística y por dolorosas memorias de violencia.
En un contexto en el que hablar de memoria sigue siendo necesario, esta exposición propone un diálogo entre pasado y presente, entre la tierra y la palabra, entre la historia y quienes la heredan.
Vale destacar que esta iniciativa se enmarca en el proyecto desarrollado por el MUPI con el respaldo de TDH-BMZ Alemania, reafirmando su apuesta por una pedagogía basada en la memoria.
El costo de entrada para apreciar esta y las demás exposiciones del museo es de $1 para salvadoreños y $2 para extranjeros.
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