Dora Ayala busca mantener vivo su negocio “La Única”, el primer negocio de piñatas que se instaló en 1970 en el Barrio San Jacinto. El paso del tiempo y cambio de costumbres le han pasado factura.

“La Única” fue el primer negocio de piñatas en instalarse en el Barrio San Jacinto. Dora Ayala, su fundadora, ha dedicado su vida a armar estos productos que ofrecen diversión en fiestas y celebraciones.
Dora recuerda haber iniciado el emprendimiento de las piñatas en 1970. Al principio, la antigua casa era una minisuper y tienda de lácteos del barrio muy reconocida. Le fue bien económicamente, asegura, pero con el paso de los años comenzó a disminuir su venta. En las piñatas vio una forma de innovar en el negocio.
“Mejor regalá esas piñatas o las botas. Eso no te va a servir” era uno de los comentarios que más recibió por parte de su madre, cuando ella quería comenzar el negocio de las piñatas. “Mamá, déjeme a mí. Sé lo que estoy haciendo” respondía Ayala cada vez.

Hace unos 20 o 30 años, recuerda Dora, las piñatas eran más demandadas. No solo las buscaban personas particulares, sino que las escuelas, colegios, mesones, organizaciones que querían celebrar alguna ocasión especial.
Cuando “La ´Única” comenzó, Dora compraba y revendía la piñata. Pero de tanto mirar cómo se elaboran e ir a algunos talleres, aprendió a crearlas por sí mismas. Fue donde su productividad aumentó el doble, asegura.
Ayala recuerda con nostalgia cuando en épocas festivas como fiestas de barrios, patronales de San Salvador, celebraciones de escuelas, colegios o mesones de la zona, ella podía llegar a elaborar unas 250 piñatas a la semana.

“Mi habilidad era increíble, podía estar día y noche haciendo piñatas. Todo con tal de sacar los pedidos. Las alcaldías me pedían entre 300 y 500 piñatas. Yo ni dormía, pero me dio de comer porque cada una podía costar unos quince dólares de colón” cuenta mientras recuerda esas épocas.
El nombre de “La Única” nació del simple hecho que no existía otra piñatería en el barrio más en esa época. Ahora, a sus 82 años de edad, su antigua rutina se hizo más lenta. La cantidad de piñatas que produce son menores a las de hace décadas. Hoy llega a elaborar unas 15 semanales.
Ayala ha visto de primera mano el cambio del Barrio San Jacinto. Donde antes habían colegios, mesones y espacios donde convivían niños y jóvenes, ahora son talleres de mecánica, carpintería, mantenimiento y reparación de electrodomésticos y otros espacios que no tienen relación con niños.
La infancia de esa época creció y las costumbres como “quebrar” una piñata en los cumpleaños, celebraciones, convivios u otro tipo de eventos dejen de practicarse con el paso del tiempo.
Ayala también concluye que ahora las familias optan por salir a comer a algún centro comercial porque, seguramente, esa sea una celebración más económica.
“Si usted organiza una fiesta debe invitar a más gente, comprar pastel, piñata y más cosas. Ahora prefieren salir a un restaurante porque está entre más gente pero no les está dando a nadie, solo a su familia «, argumenta.
Hace un año Dora sufrió una caída mientras trabajaba en su casa. Quedó mal de su brazo ya que cada vez que trabaja durante unas pocas horas, siente un dolor intenso que le imposibilita seguir.

A pesar de este accidente, Dora agradece que a su edad aún pueda movilizarse adecuadamente sin bastón, andadera o silla de ruedas. Desde este, su hija es quien ayuda a elaborar las piñatas que aún se encargan.
Ahora, el nombre de la piñatería en la fachada de la antigua casa no existe, fue borrado por Dora hace años por disposiciones de la alcaldía de querer cobrar otros montos extras por este tipo de rótulos. Ayala decidió mejor borrarlo porque consideró que eran cobros excesivos.

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