Siete de cada diez trabajadores salvadoreños están en la informalidad. Es además un sector dominado por mujeres quienes se enfrentan a diario a varios desafíos y desigualdades.
Se calcula al menos el 71% de la población económicamente activa de El Salvador están en el sector informal. Es decir, siete de cada diez personas.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) también indicó a finales de 2023 que El Salvador tenía la tasa de empleo informal más alta de la región, con 69% del total del empleo, datos similares son los ofrecidos por la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) del mismo año.
Del total de trabajadores informales, más de la mitad, el 70% son mujeres. Así lo detalla la organización de las Naciones Unidas en la página de ONU Mujeres, «ellas tienen una alta participación en el sector informal en el El Salvador, -72 %- comparado con 56 % de los hombres», dice la publicación.
Este dato se traduce en que siete de cada diez salvadoreñas que trabajan, lo hacen de manera informal, sin acceso a seguridad social, beneficios legales y percibiendo menores ingresos.
Algunas incluso realizan tareas no tradicionales y con menores salarios obligadas por la necesidad de sacar adelante a sus hijos y ante las carencias de un empleo formal.
Silvia Menjívar, una salvadoreña de 26 años, es un ejemplo de esto. La joven ha montado un pequeño depósito de reciclaje que dirige ella misma.
A su corta edad, Silvia da empleo a 14 personas y además, genera ingresos para sostener a su hija Mía Valeria de cuatro años. Esta es su historia.
«Las salvadoreñas podemos con todo»
Silvia es la mayor de cuatro hermanos y la encargada de toneladas de desechos de todo tipo con los que ha ido construyendo paso a paso un negocio de reciclaje.
Joven, entusiasta y de fácil conversación, la joven madre no teme ensuciarse las manos escarbando entre montañas de desechos para escoger los idóneos para ser vendidos para su reúso.
Aunque estudió para maquillista y también ha trabajado como modelo, camina orgullosa en medio de toneladas de residuos y cuenta como toda una experta cómo funciona el negocio del reciclaje.
Aunque parece una niña, ella es la jefa de la planta recolectora. Con su mente visionaria, comenzó con un local en Apopa que no es ni la mitad del actual.
Después alquiló el predio donde la conocimos y en tres años lo ha hecho crecer a pasos agigantados. Solo de hierro mueve más de 80,000 quintales por semana.
Además, posee un pequeño local donde vende cocos, sopas instantáneas preparadas, café y hasta ceviches a los mismos clientes que llegan a dejarle o comprarle producto.
Su modesto y acogedor cafetín, pegado a su campo de reciclaje, lo pensó y diseñó ella misma y es un oasis en medio de la carretera, forrado con hojas artificiales, palmas y varias partes recicladas.
A ella se le ocurrió montarlo cuando descubrió que sus clientes llegaban sedientos o con hambre y en medio de la carretera donde está el depósito del reciclaje no había ninguna tienda cerca.
«Un día me puse a analizar y todos los clientes que vienen aquí a veces pidiendo agua o algo que comer y creé este negocio. Hoy me dicen, qué inteligencia la suya, usted nos da el dinero y se lo dejamos de nuevo» cuenta riéndose.
Una montaña de desechos y sueños
El negocio de Silvia está ubicado sobre la carretera de Oro en Soyapango, es un terreno de tierra y varias pendientes, que alberga toneladas de desechos de todo tipo: papel, hierro, lata, plástico duro y blando, electrónicos, celulares, electrodomésticos, bicicletas, juguetes, celulares y un sinnúmero de artículos en desuso.
«La mayoría de lo que está aquí se reúsa. El plástico lo transforman en escobas, en ganchos de ropa o guacales y la lata la vuelven a producir, el papel también y del hierro sacan varillas sólidas para construcción», explica mientras se abre paso entre los numerosos costales de residuos listos para su transformación.
En promedio, el depósito recibe unos veinte clientes por día que llegan a comprar todo tipo de desechos. No solo son personas, ya logró asociarse con grandes empresas del rubro del hierro y el plástico.
Ella es la encargada de organizar a sus catorce empleados, doce de ellos hombres. Llevar las cuentas del depósito y de su cafetín y de negociar con nuevos proveedores.
Apasionada de las redes sociales, todos los días hace videos para incentivar a la gente a que recicle y le vendan o compren los materiales en desuso.
Su disciplina es tal que no deja ni un día sin grabar y ya ha alcanzado más de 95,000 seguidores. «Es la mejor publicidad», afirma convencida.
Cada paso que da está pensando en ir hacia adelante. Si encuentra un artículo a buen precio lo compra y lo repara. Por ejemplo, adquirió un microbús viejo que va a acondicionar como su oficina.
Logró invertir para rentar una plataforma que adapta a una rastra y que le permite mover toneladas de hierro, esta plataforma a la que llama «su niña», la llena de orgullo.
«Nunca pensé que yo iba a tener una plataforma de un arrastre. La alquilamos, pero nos ayudó a entrar a una empresa enorme de hierro, eso ya es darle en grande», cuenta emocionada.
La joven visionaria también sueña con la expansión. Entre sus proyectos están instalar tres depósitos más y «tenerlos bien montados», cuenta.
También está pensando en crear su propia planta para aprovechar ella misma los residuos. «Yo sueño con tener una planta acá para yo misma producir todo lo que se logra a través de reciclar todo eso», cuenta.
Ya hace cuentas para comprar más vehículos para recoger y distribuir lo que recolecta, y remodelar su pequeño chalé. «Acá vamos a vender jugos y licuados», cuenta, señalando su pulcro y bien acondicionado cafetín.
Silvia estudió hasta séptimo grado, pero es hábil con los números y está convencida que no debe mezclar el ingreso de sus emprendimientos y cada uno debe sostenerse por si solo.
También ahorra porque quiere levantar una segunda planta en su pequeña vivienda, ubicada en una popular colonia de Soyapango, que comparte con su hermana, su sobrina y su hija.
Y no deja de lado lo que considera su pasión. «Sueño con montar un día mi salón de belleza» dice convencida esta joven que se abre camino entre desechos y que sueña con convertirse en empresaria.
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