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Tiroteos masivos vuelven a estremecer a Estados Unidos

Se ha tratado de acusar a los migrantes hispanos de todos los males que aquejan a Estados Unidos, entre ellos la violencia pandillera.

NOTA DEL DÍA

La serie de tiroteos masivos que han sacudido a Estados Unidos en las últimas semanas, entre ellos los que han cobrado víctimas en escuelas, ha pasado relativamente inadvertida porque no han sido perpetrados por inmigrantes latinos, sino por ciudadanos estadounidenses.

Si siquiera hubiese un hispano involucrado, la administración ya habría puesto el grito en el cielo reafirmando que “todos los aliens inmigrantes son criminales despiadados come-mascotas”. Pero, como es así, pasan inadvertidas estas tragedias.

Según fuentes periodísticas, un total de 262 personas han muerto y 1,161 han resultado heridas en 268 tiroteos en Estados Unidos, hasta el 31 de julio de 2025.

En uno de los casos, un funcionario intentó cínicamente involucrar a migrantes, pero no tuvo éxito y se quedó como “chambroso”, como se dice en esta bella tierra “donde gime el torogoz”.

En el último caso, con tres muertos y 17 heridos en una escuela católica de Minneapolis, el pasado 28 de agosto, apenas hubo una declaración oficial, pero nada que ver con las viscerales y ruidosas acusaciones contra los migrantes.

Se dice que la asignación de todas las agencias federales a la persecución de inmigrantes, incluyendo al FBI, dificulta que se puedan detectar y detener a los perpetradores de estas masacres y otros crímenes.

Se ha tratado de acusar a los migrantes hispanos de todos los males que aquejan a Estados Unidos, entre ellos la violencia pandillera, en una suerte de manipulación mediática para desviar la atención de la ciudadanía de los verdaderos problemas.

Las pandillas no tuvieron su origen en El Salvador, sino en los años 80 en Los Ángeles, California, de donde fueron expulsados sus cabecillas hacia este país centroamericano, en el cual crearon clicas y se “dividieron territorios”.

El vacío de seguridad dejado en el interior del país tras la desaparición de la Guardia Nacional en 1993 permitió que estos grupos proliferaran, así como la permisividad de algunos jueces que se opusieron a que los mareros fueran considerados y combatidos como “grupos terroristas” y más bien pedían que les aplicaran “leyes para niños suizos”.

Resurge el debate del control de armas, pero no prospera

Mientras tanto, más y más voces, incluyendo la del Papa Leon XIV, piden que se limite y en muchos casos se prohíba la adquisición de armas, sobre todo las de asalto, que únicamente deberán utilizarse por militares en servicio.

Robin Westman, quien irrumpió en una misa y atacó a los niños de la escuela católica de la Anunciación en Minneapolis, había adquirido legalmente sus armas —un fusil, una carabina y una pistola, entre otras—, lo que ha reavivado una vez más el debate sobre la libre circulación de armas en la mayoría de los estados del país.

El alcalde de Minneapolis, por su parte, Jacob Fray, advirtió que los líderes deben reconocer que en Estados Unidos “hay más armas que personas”.

Se ha dado el caso de padres que regalan a sus hijos armas de gran calibre y estos «las estrenan» matando compañeros en sus escuelas, lo que conduce de inmediato a que los muchachos sean juzgados como adultos, los sentencien a cadena perpetua y castiguen incluso a los padres con quince o más años de cárcel.

En muchas de las películas del Viejo Oeste vaqueros arman balaceras en bares o se enfrentan unos a otros, lo que no siempre concuerda con la realidad, pues en varios de esos pueblos el Sheriff obligaba a los forasteros y los locales a depositar con él sus armas,

pero cuando no se aplicaba la ley se dieron casos como el de «Billy the Kid» que antes de los dieciocho años había matado, POR LA ESPALDA, a muchas personas.

Para acabar con tal plaga hay programas que compran a buen precio armas con el propósito de que haya menos en circulación y que además se genere conciencia de los malditos efectos que tiene usarlas contra otros, pues pasarse décadas o el resto de la vida en una cárcel es un horror.

Decomisar armas a personas dadas a la bebida, que tengan un historial de violencia contra mujeres o menores de edad contribuye a reducir hechos de sangre, además de exigir a dueños de bares que pidan a sus parroquianos depositar sus armas antes de servirles una copa, lo que las autoridades pueden corroborar al visitar tales sitios, ya que se da el caso que dos «amigos» se pasen de tragos, comienzan a discutir y uno mata o lesiona al otro…

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