En la localidad de Canegrate existe un espacio en donde no solo se congrega la comunidad salvadoreña en Milán, también se puede vivir parte de su cultura.
En la localidad de Canegrate existe un espacio en donde no solo se congrega la comunidad salvadoreña en Milán, también se puede vivir parte de su cultura.
En el corazón de Canegrate, ciudad al norte de Milán, un restaurante salvadoreño se ha convertido en punto de encuentro para la comunidad y ventana cultural para los italianos.
Se trata de «El Torogoz», proyecto de vida de Melvin Chinchilla, un emprendedor originario de Apopa que decidió apostar por sus raíces y su pasión en tierra extranjera.
«Soy Melvin Chinchilla, nací en 1984 en Apopa. Mi madre es de Chalatenango y mi padre de Santa Ana. Crecí en una familia humilde, solo con mi madre, y desde pequeño aprendí a ganarme la vida honradamente», contó.
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Su infancia estuvo marcada por el trabajo: primero vendiendo frutas y verduras en colonias cercanas, luego en los mercados de Apopa y Chalatenango, hasta obtener un puesto fijo en el mercado de su ciudad natal.
Mientras cursaba el bachillerato en el Instituto Nacional de Ciudad Obrera Apopa (INCOA), Melvin soñaba con un futuro distinto. A los 18 años ingresó a la Universidad de El Salvador para estudiar Licenciatura en Periodismo. Al mismo tiempo, abrió un pequeño negocio de calzado en Apopa, con la idea de expandirse a San Salvador.
Sin embargo, la falta de fondos lo llevó a tomar una decisión trascendental: viajar a Italia por un año para reunir el capital necesario.
Ese «año» se convirtió en una larga travesía. «Pasé cinco años sin documentos y tuve que cerrar el negocio en El Salvador porque se volvió peligroso.
Las extorsiones y el miedo hicieron que las personas que lo atendían ya no quisieran seguir», recordó. En Italia trabajó en bares y restaurantes, siempre con el deseo de emprender.
La oportunidad llegó en plena pandemia de 2020, cuando se quedó sin empleo y comenzó a preparar comida en casa para vender.
«Los clientes me decían que les gustaba mucho y que debía abrir un restaurante salvadoreño», explicó. La idea fue tomando forma hasta concretarse el 14 de marzo de 2024.
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Desde el primer día, la respuesta fue positiva. Inicialmente la mayoría de clientes eran salvadoreños, pero gracias a la viralidad de algunos videos en redes sociales, la propuesta conquistó también a la clientela italiana. «Hoy en día hay jornadas en que la mayoría de nuestros comensales son italianos. Les encantan las pupusas y sienten curiosidad por descubrir nuevos sabores», relató con orgullo.
Al mirar hacia atrás, Melvin transmite un mensaje de perseverancia a quienes sueñan con emprender.
«Si quieres algo, tienes que actuar y poner de tu parte, porque las cosas solas no llegan. Si esperas el momento perfecto, nunca lo harás: el tiempo indicado es hoy. No estaremos totalmente preparados, pero al intentarlo aprendemos. Seguramente cometeremos errores y no será fácil, pero en el camino hay que levantarse y seguir», dijo.
«El Torogoz» es hoy mucho más que un restaurante: es un símbolo de resiliencia, un homenaje a la cultura salvadoreña y un ejemplo de cómo los sueños pueden florecer lejos de casa.
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