Light
Dark

Una perspectiva sociológica del envejecimiento en El Salvador: transición demográfica y escenarios del presente al futuro

El reloj demográfico está corriendo y dentro de las diversas variables demográficas que deben ser abordadas, centraré el interés sociológico en una en particular, para efectos de sus implicaciones inmediatas y a largo plazo.

envejecimiento (6) thumbnail

Por Walter Fagoaga

La demografía es un campo clave para comprender – en buena parte– la actual y compleja problemática que experimenta el país en términos de sus niveles de subdesarrollo, exclusión y marginación de diversos grupos sociales; pero también, brindan una prospectiva que al ser valorada pertinentemente, pueden aportar para que desde la actualidad las políticas públicas puedan irse orientando en función a transformar realidades que, dependiendo de cómo se trabaje en el presente, puedan amortizar de mejor manera efectos nocivos para el bienestar colectivo, y evitar dejarlos a la merced de la inercia del pragmatismo político inmediatista.   

Me referiré al envejecimiento de la población salvadoreña, que, en contraste con relación a la  reducción de la fecundidad, están girando hacia una transición demográfica postransicional. Según el último censo de población y vivienda realizado por el BCR en 2024, muestra una tendencia que a todas luces y considerando otros datos de entes internacionales, nos llevan a afirmar que nuestro país está claramente dirigido a un envejecimiento progresivo de su población, y que implica, la necesidad de un análisis pertinente para evaluar a qué nos vamos a enfrentar en el futuro. El porcentaje de población adulta mayor de 60 años a más, es aproximadamente 14.8% y que, considerando algunas proyecciones, para 2050, podría alcanzar un 26%, es decir, de cada 4 personas en el país, 1 sería adulta mayor.

Valorando esto, me pregunto ¿qué consecuencias sociológicas tendrá para El Salvador esté proceso?

El artículo fue escrito por el sociólogo e investigador Walter Fagoaga. Foto EDH/Cortesía

Lea además: Los Próceres, el bulevar con una alta carga de vehículos al día

La primera consecuencia considero que es un cambio drástico en la estructura de la familia. El sociólogo inglés Anthony Giddens, al estudiar las transformaciones en la familia moderna, visualiza como los procesos de individualización reducen las redes de apoyo familiar, y para el caso del país, esto implicaría una erosión del modelo familiar actual; ya que  se está reduciendo la fecundidad en las generaciones jóvenes e inclusive se están absteniendo de procrear hijos, y en el futuro se enfrentarán a un escenario donde los mecanismos comunitarios de solidaridad están agotados, pasando de un sistema de cuidado familiar a uno tecnocrático, es decir, ejercido por personas que necesariamente deben formarse en el campo geriátrico para hacer del cuidado una profesión, mermándose así las redes tradicionales basadas en la praxis humanitaria realizado por la familia. 

Como segunda consecuencia habrá un impacto en la reducción de la fuerza laboral, y que, por lo tanto, hará una mayor presión en los sistemas de seguridad social. Aquí, considerando las ideas del sociólogo alemán Ulrich Beck, con “la sociedad del riesgo”, nos enfrentaremos ante el escenario de la insostenibilidad de los sistema de pensiones, en vista que con el progresivo envejecimiento de la población, y la falta de inclusión más ampliada de la PEA, conllevará a una mayor proporción de personas envejecidas con pensiones más bajas, y la mayoría, sin pensión, esto hará que existan tensiones financieras y riesgos de exclusión social de la vejez, llegándose a un caótico desamparo de los adultos mayores que demandarán servicios de atención sin haberse insertado al mercado laboral formal, las finanzas públicas entrarán en eminente shock financiero.

Como tercera consecuencia visualizo la transición epidemiológica, con la cada vez más presencia de enfermedades crónicas degenerativas a la cabeza de los perfiles epidemiológicos. La diabetes, la hipertensión, enfermedades coronarias, cánceres y otras, son parte ya de una población que está envejeciendo de forma no saludable, y esto, generará que el sistema de salud se adapte hacia modelos de atención prolongados y de cuidado geriátrico, lo cual es un reto, debido a las limitaciones estructurales que tiene el sistema de salud, que aún libra la batalla contra las enfermedades transmisibles, pero que, se encontrará ante una población proporcionalmente envejecida y con alta prevalencia de enfermedades crónicas, llevando al sistema de salud a demandar más recursos financieros y talento humano para suplir demandas de atención preventiva, curativa y paliativa. 

Como una cuarta consecuencia, debido a las necesidades financieras que conlleva la sociedad envejecida, habrá una reestructuración de la dinámica social y política del país. Para el sociólogo polaco Zygmunt Bauman al analizar la “modernidad líquida” advirtió sobre una prospectiva de tensiones intergeneracionales, donde los jóvenes percibirán que ellos cargan el gasto social de forma exorbitante, y aunque pueda considerarse la “economía plateada” como oportunidad, es algo que aún en el país no ha sido profundamente analizado. De ahí, que podríamos afrontar una posibilidad de una “ciudadanía gris”, donde ante estos conflictos intergeneracionales, la lucha entre jóvenes y adultos mayores, pase al campo de lo político, que determinará tensiones en el poder del Estado.

Le puede interesar: Extienden vigencia de placas y subsidio al transporte hasta 2026

Por último, y llegando a un punto más crítico, los cambios demográficos en el país, están llevando a los adultos mayores a una “soledad silenciosa”, donde ya actualmente muchos están siendo abandonados, y dejados al cuidado de la caridad, asilos o inclusive la calle. El sociólogo francés Pierce Bourdieu fue crítico de estas estructuras sociales, que están reproduciendo las desigualdades, y perdiendo generacionalmente el habitus del cuidado de las personas mayores.

En conclusión, el envejecimiento de la población es un desafío sociológico de gran envergadura. Se requiere que el Estado valore políticas públicas del cuidado hacia una mayor protección social, ya no solo como caridad, sino como sentido humanizante de la dignidad de la persona adulta mayor, y por supuesto, en la ampliación del sentido comunitario en la promoción de la solidaridad intergeneracional, ya que es eminentemente una cuestión de derechos humanos. Si no se atienden de manera estructural estas consecuencias, el envejecimiento puede convertirse en una fuente de exclusión y crisis social en el futuro. 

*Sociólogo e investigador

Patrocinado por Taboola