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Nacer para servir en los oficios domésticos es el estigma al que ha estado sujeta la mujer rural

En muchos de los casos las mujeres rurales no lograron ningún nivel de escolaridad para desarrollarse, por limitaciones económicas o restricciones de los mismos padres.

mujeres preparando alimentos

En la zona rural del país es un patrón conductual que la mujer se dedique a las labores domésticas y agrícolas, es un rol que ha sido infundado desde generaciones antiguas, que se ha repetido y que hasta la fecha aún se mantiene.

En el campo  la mujer nace estigmatizada a «únicamente servir para hacer oficios domésticos», sin tener opción si quiere o no dedicarse a otra cosa, ya que al no tener acceso a la educación, no por falta de escuelas sino de oportunidades para asistir, son limitadas las oportunidades de desarrollo.

Son innumerables las historias de mujeres de la zona norte del departamento de San Miguel, que dicen haber anhelado estudiar y no pudieron por el nivel de pobreza en el que vivían en su niñez, o por que sus padres no se lo permitieron, ya que en la época anterior al conflicto armado, no era obligación que los niños estudiaran y los padres optaban por instruir por sí mismos a sus hijos. 

Desde pequeñas, las niñas aprenden a lavar, planchar, cocinar, hacer tortillas, entre otras cosas, que con la edad se les va sumando otras actividades de mayor rigor, ante las múltiples necesidades que existen en los hogares además de ser un instrumento de enseñanza es un apoyo en el hogar.

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La hornilla de leña es la cocina tradicioanl de un hogar rural, las tortillas son el elemento básico para cada tiempo de comida. FOTO EDH/CORTESÍA.

Berenice Ramírez, a sus 65 años, recuerda que su madre la despertaba a las 4:00 de la madrugada, para acarrear agua desde el pozo hasta la casa, dice que era aproximadamente un kilómetro de distancia en veredas, en medio de la aurora que aclaraba en el cielo y el trino de los pájaros, caminaba descalza, porque no tenían recursos ni para un par de zapatos.

Su madre ya tenía listo el café artesanal, cocido en una hornilla de leña para el desayuno y a esa hora la veía que elaboraba las tortillas en el comal. El agua que acarreó con al menos 5 viajes, les serviría para beber, bañarse y para los oficios domésticos del día.

Además de la cocina, la madre de doña Berenice sembraba milpa, la tapiscaba y cortaba la cosecha en el tiempo, por la tarde su jornada continuaba, ya que recogía los huevos de las gallinas y a pie caminaba largas distancias de pueblo en pueblo para venderlos; al caer la noche asomaba con algunas monedas del colón de la venta, los cuales servirían para los gastos del hogar.

Así como ella, muchas mujeres lucharon solas para sacar adelante a sus hijos, sin apoyo de nadie, para defenderse con lo que tenían que eran sus habilidades, en medio de la extrema pobreza.

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Doña Zoila retorna a su hogar con una arroba de maíz, para hacer las tortillas de la quincena. FOTO EDH J MEJÍA.

Las mujeres han sido una figura de lucha en la zona rural, aún algunas teniendo a sus familiares no pudieron tener acceso a la educación, por tratar de evitar situaciones como los “acompañamientos a temprana edad”.

Ruth Medrano, una joven de 35 años, relata que nunca fue a la escuela, y vivía a pocos metros del C.E de San Luis de la Reina, pero por el concepto de sus abuelos de que “esos lugares solo eran para conseguir novio” y por temor a que se fugara, nunca le permitieron ir, aunque ella lo deseó con su corazón.

A los 20 años se casó y a la fecha ya tiene 4 hijos, y señala que no cometerá ese error con sus hijos, pues dice que le afectó el hecho de salir y no poder leer los letreros en las calles, solo por memoria, con el tiempo su esposo que hizo hasta sexto grado le enseñó.

La mujer rural a temprana edad se convertía en madre, “niñas criando otras niñas”,que llegó a convertirse en un problema social, el fenómeno estaba acompañado de jóvenes induciendo a las menores a iniciar la etapa reproductiva con total desconocimiento e incluso acompañarse con adultos.

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Prueba positiva de embarazo. FOTO EDH/CORTESÍA

“Yo tenia como 15 años cuando conocí al papá de mi niña, el ya tenia como 35, pero como uno cuando no es preparado, la inmadurez y que los que lo crían a uno no sean los padres, influye para que uno tome decisiones apresuradas, yo me fui con él y me sentía que era controlada, sometida hasta que me hice adulta”, expresó una joven que se crió en la ruralidad pero que logró a través de la inmigración mejorar su calidad de vida y la de su hija.

Por ello el sector  docente considera que es de vital importancia orientar a los jóvenes a la educación y a los padres de familia. Antes se podían hacer reuniones periódicas con ellos, pero debido a regulaciones ahora muy pocas veces se realizan solo de carácter informativo, explican.

Pese a ello los maestros han notado cambios en las comunidades rurales, estudiantes que culminan bachillerato y tienen aspiraciones de continuar con becas, profesionales que se han graduado sin contar con los recursos, otros como en Morazán que han viajado a otros países con apoyo de becas, apostándole a un futuro de desarrollo.

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Cada año más jóvenes salen de la ruralidad, a través de los programas de becas. (Estudiantes abordan unidad de Berlin, afuera de Univerdad en San Miguel). FOTO EDH/ ARCHIVO.

Consideran que parte de ello es el impacto positivo que tuvieron los programas sociales implementados en los distritos catalogados de mayor pobreza en el país, en donde San Miguel Norte estaba ubicado con todos sus distritos y se buscaba erradicar el ausentismo escolar, la pobreza y la sobre población.

“En el año 2007, cuando vine a trabajar a este cantón como profesor, me encontré con que casi el 90 o 95% de las personas mayores no tenían escolaridad, entonces cuando llamabas a las reuniones a los padres de familia, solo ponían la huella en las bitácoras de asistencias”, expresó un docente retirado que laboró en el distrito de Sesori.

En ese año asegura que las matrículas eran muy bajas, pero cuando se implementó en Sesori el programa de Red Solidaria, motivó a los padres a enviar a sus hijos a las escuelas, ya que era un apoyo económico de $30.00  que recibían para la compra de útiles escolares y otros insumos, apostándole en conjunto al tema de salud donde se incentivaba a los padres la compra de alimentos saludables para la buena alimentación de los niños.

Pero una vez terminó, cerca del 2015, el ausentismo escolar y la deserción en las escuelas comenzó a elevarse de nuevo, sin embargo al paso de unos años volvieron a incrementar las matrículas.

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