El entretenimiento hípico y taurino en El Salvador es una tradición que se consolidó gracias al esfuerzo de las comunidades en diversos pueblos al interior del país; hoy en día es una enorme estructura presente en todo el país.
El entretenimiento hípico y taurino en El Salvador es una tradición que se consolidó gracias al esfuerzo de las comunidades en diversos pueblos al interior del país; hoy en día es una enorme estructura presente en todo el país.
La cultura rural salvadoreña envuelve diversas tradiciones, costumbres, valores y actividades que son propias de las comunidades que viven en las zonas no urbanas. Son estas mismas personas las que se han encargado de transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones.
Así se han mantenido activos los espectáculos hípicos y taurinos, que según conocedores surgieron en El Salvador en la década de 1930 gracias a familias que en conjunto buscaban crear actividades que combinaran la vida en el campo y el trabajo comunitario.
Con el paso de los años, la tradición se convirtió en toda una estructura en la que se ven involucradas empresas y deportistas nacionales e internacionales.
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De acuerdo con Salvador Gutiérrez —»el negrito Gutiérrez»—, animador de jaripeos y locutor de Radio Ranchera, todo este movimiento nació en Metapán, donde los ganaderos preparaban eventos para exhibir su ganado.
«Inicialmente estos eventos consistían en la monta, pero de potros salvajes. Luego fueron evolucionando para incluir ya la monta de toros, que generaba competencias en aquel entonces entre las haciendas locales», señaló.
Otro popular animador de jaripeos es Francisco Guevara, quien coincidió en que la mencionada ciudad santaneca es cuna de los jaripeos y que uno de sus máximos representantes fue el recordado ganadero Nicolás Vidal. Detalló que en el pasado las barras de contención eran de bambú y «se ocupaban principalmente los chivos, los toretes o las vacas de los vecinos, de los que tuvieran ganado. Ellos los prestaban y los llevaban para hacer una corrida».
Actualmente, en El Salvador los espectáculos hípicos y rodeos son eventos populares que combinan la tradición ecuestre con la emoción del entretenimiento. En el pasado el aporte musical venía por parte de bandas regimentales, ahora son agrupaciones de géneros musicales norteños y también cantantes femeninas —siempre ataviadas con trajes de flecos y botas vaqueras— quienes dan el espectáculo sonoro.
Con el tiempo los corrales simples se convirtieron en coliseos, con defensas de hierro, graderíos y espacios de preparación para los jinetes.
A las montas se añadieron carreras de cintas, exhibiciones de caballos, desfiles hípicos y toda una serie de disciplinas que evolucionaron en deportes. Hoy existen coliseos oficiales donde se desarrollan las actividades de forma profesional, ubicados entre Metapán, Santa Ana, Texistepeque, Chalatenango, San Pablo Tacachico, el cantón Los Guardados y también en Nueva Concepción, por mencionar algunos sitios.
«Ahora bien, los lugares que no tienen esta infraestructura lo manejan con coliseos móviles, de estructura armable, donde se coloca una barrera de tubo de hierro, graderíos también, de manera que el espectador puede estar cómodamente observando el evento», expresó Gutiérrez.
De ser organizados por vecinos o la ADESCO comunal, los jaripeos y rodeos pasaron a estar bajo la regulación de alcaldías para desarrollarse en las fiestas patronales. En la actualidad hay empresas dedicadas a estos eventos y en la preparación tanto de los jinetes como del ganado.
Con el crecimiento de estos festivales también se añadieron nuevas atracciones. Además de la monta de toros y caballos se incluyeron desfiles hípicos, cabalgatas, ferias ganaderas donde se exhibe todo tipo de ganado, carreras de cintas, caballos bailadores y otras disciplinas típicas del rodeo.
En las pistas se puede ver el desempeño de jinetes profesionales y aficionados, quienes por igual atraen grandes multitudes: «Es un deporte prácticamente, que atrae a las familias y espectadores de todas las edades», aseguró Gutiérrez.
«Entre el jaripeo y el rodeo la diferencia es que el primero es una forma de monta de toros… pero no tiene mayores reglas. El rodeo sí (…) se distingue por la habilidad del jinete y las reglas utilizadas», agregó «el negrito Gutiérrez», quien a través de su espacio en Radio Ranchera también da a conocer todo sobre la tradición del jaripeo y los rodeos.
Cabe destacar que existen diferentes reglas utilizadas para garantizar el espectáculo. Competencias que son calificadas por la habilidad, por la técnica, el tiempo, el coraje de los jinetes, etc.
Pero detrás de estos shows no solo hay organizadores que están a cargo de la logística, se suman además infinidad de importantes empresas que poseen no solo jinetes entrenados, sino también toros, caballos, pelibueyes, ponis, etc., que son contratadas para llevar todo su equipo a una fiesta patronal o corridas.
El valor de las contrataciones varía en precio, todo depende de las variedades que van incluidas.
Guevara comentó que hay casos en los que el show hípico es «prácticamente invitar amigos, amistades que tengan caballos, a una cabalgata. Al finalizar alguien puede decir ‘vamos a hacer unas carreras de cinta’ y ahí usted ya tiene que tener regalos listos».
Cuando se habla de las competencias de cintas se refieren a las que los jinetes deben acertar con un puntero dentro de una argolla mientras cabalgan a toda velocidad sobre un caballo. Se sabe que en el país hay familias que se dedican a este tipo de disciplina, pasando a las nuevas generaciones el amor por esta labor.
De tradición rural a deporte
Según los animadores de jaripeos y rodeos entrevistados, ahora en los coliseos lo que se ve son deportes, ya que hay competencias con tiempos oficiales internacionales. También hay exhibiciones de caballos de alta escuela y razas como española, peruanos, frisones, warlanders y appaloosas, por mencionar algunas.
Salvador Gutiérrez recordó que los jaripeos comenzaron a considerarse un deporte de la zona rural entre los años 70 y 80, cuando cobraron vida los rodeos con puntaje y el cronometraje oficial que pide como mínimo ocho segundos en los que el jinete debe aguantar sobre el lomo del animal.
En el país también existen las llamadas «cuadras»; cada propietario de caballos tiene la suya y precisamente son estas las que se han logrado apreciar en los diversos Desfiles del Correo y del Comercio dentro y fuera de la capital. En la urbe ya es costumbre que chicos y grandes se tomen fotografías con los equinos y su respectivo jinete; incluso algunos tienen la oportunidad de acariciar el pelaje de los diferentes ejemplares.
Francisco Guevara añadió que entre las agendas de algunos jaripeos o rodeos también hay carreras parejeras, competencias de 100, 150, 200 y 250 metros o más con caballos representando a sus cuadras. Desde que salen de su gatera de rodeo, «esos animales van a una velocidad impresionante».
Hay asistentes que le apuestan a su favorito, tal y como se ve en las películas de vaqueros «gringas».
De acuerdo con Gutiérrez, todos los animales reciben cuidados especiales y entrenamientos realizados por sus «hacedores» o «chalanes», como se les conoce en el rubro. En los últimos años también entró en juego el «caballo bailador», equinos que son entrenados para realizar movimientos coreografiados, como levantar y mover las patas o realizar giros, lo que se asemeja a un baile o una danza.
Cada cuadra o escuela puede presentar su caballo bailador. Este se exhibe y, según su desempeño, recibe un puntaje otorgado por un jurado calificado.
Los toros brillan en las etapas de monta durante el rodeo, en este se reúnen ejemplares bien mantenidos, entrenados y preparados.
Existen reglas preestablecidas y jinetes preparados. En el país incluso hay profesionales de nacionalidad brasileña, mexicana, costarricense, guatemalteca y hondureña dedicados de lleno a esta profesión y que hasta han adoptado la nacionalidad salvadoreña.
Gutiérrez, quien además posee una trayectoria de 26 años como locutor, aseguró que todo ganadero debe velar por el cuidado de sus animales: darles una alimentación adecuada, vitaminándolos, procurando que no trabajen de más, que reciban una limpieza apropiada, sin olvidar las evaluaciones veterinarias. En todo momento se enfatiza en el cuido del ganado.
Entretenimiento rural
Tanto Guevara como Gutiérrez acumulan gran experiencia en la organización y animación de estos eventos, con 15 y 18 años de experiencia respectivamente.
Conocen cada detalle de los jaripeos y rodeos, tomando en cuenta que los primeros son puro entretenimiento o exhibición y los segundos son competencias oficiales. Cada uno de ellos compartió, según sus conocimientos, cómo está compuesto un show completo.
Guevara detalló la cronología de un jaripeo básico: «Son ocho montas, se sacan primero dos montas, una toreada y un artista, por decirlo así. De ahí metemos otras dos montas, metemos un artista, un juego para niños y de ahí nos quedamos con otros dos ejemplares. Metemos caballos y que la gente se entretenga. Ahora ya a los jaripeos se les ha agregado un grupo musical, siempre norteño o banda».
Sostuvo que él es de la «camada» de una serie de animadores de jaripeos con destacadas trayectorias que incluyen nombres como el mismísimo Salvador Gutiérrez o Quique Núñez. También recordó a su colega Jesús Merino, una leyenda.
Muchos anfitriones se han ido del país o se han retirado, pero todavía quedan excelentes representantes dedicados a la presentación de los espectáculos hípicos y taurinos. Ellos en ocasiones también tienen la tarea de organizar los shows y hacer contacto con todas las empresas involucradas.
A los ojos de Gutiérrez, el ya legendario jaripeo se desarrolla en un tiempo estimado de entre cuatro a cinco horas en las que se aprecia la «presentación de las montas que regularmente andan entre ocho; y cuando hay puntaje o hay competencia son entre 10 y 13 montas».
Sobre el futuro de la tradición, señaló que «poco a poco esto va aumentando, el gusto por este tipo de eventos, del jaripeo, la charrería, está aumentando y podemos decir nosotros que vino para quedarse en nuestro país».
Guevara añadió que «el show de jaripeo ahora está evolucionando a rodeos profesionales, ya la gente está exigiendo un poquito más (…) pero, en cuestión de diversión, como todas las tradiciones en nuestro país, yo creo que se están perdiendo. Si no luchamos por recuperarlas o mantenerlas, al rato se extinguen… pero de alguna manera, pues, hay que mantener las tradiciones».
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Hoy estamos en temporada de lluvias, lo que provoca que estos espectáculos disminuyan en cantidad, ya que de preferencia se realizan en el verano porque se llevan a cabo al aire libre, en especial cuando son coliseos móviles. Según Gutiérrez, lo primordial es «cuidar el ganado, cuidar también al jinete y por supuesto a todos los asistentes».
Guevara añadió: «Va por zonas, ahorita la zona de La Unión, Morazán y una parte de San Miguel están enfiestados. Está también en la zona de Occidente; la zona central ahorita está quieta, pero nomás pasa el invierno sigue. Yo estoy en Chalatenango y acá empiezan en octubre, noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo, hasta abril, son siete meses prácticamente de fiestas en todos los cantones y municipios del país».
No hay que olvidar que esta tradición en específico posee varias aristas: en los últimos años grupos de personas que defienden los derechos de los animales se han pronunciado en contra de estos eventos, realizando incluso protestas.
Por esta razón los cuidadores han prestado especial atención a las necesidades de sus ejemplares, tratando siempre de cumplir con las normas y leyes básicas para mantener viva esta tradición que forma parte esencial de la cultura rural de El Salvador y que, pese a los retos, sigue cabalgando con fuerza en la identidad nacional.
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