Segunda caravana de salvadoreños parte hacia Estados Unidos

Cientos de jóvenes, adultos, mujeres y niños salieron ayer con la esperanza de que en corto tiempo estarán en Estados Unidos. La caravana tiene claro que no quieren volver a El Salvador.

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Foto EDH/ Jessica Orellana

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31 October 2018

 

La desesperanza camina en grupo. Grandes tramos lo hacen a pie y otros pidiendo un “aventón” en camiones y pick up. Esa es la realidad con la que partió ayer, desde la Plaza Salvador del Mundo, una segunda caravana de Salvadoreños cuyo único objetivo es llegar a Estados Unidos.

Pese a las advertencias que han hecho los gobiernos de Estados Unidos y El Salvador de abstenerse a viajar hacia el Norte, los salvadoreños comenzaron a concentrarse desde la noche del martes y, ayer, a las 5:00 de la mañana salieron desde el Salvador del Mundo y comenzaron a caminar custodiados por la Policía Nacional Civil (PNC). Un segundo grupo comenzó a partir después de las 7:00 de la mañana.

Con mochila en la espalda, coches para niños, algunos medicamentos y un poco de dinero que servirá para sufragar algunos costos en el camino, el grupo viaja convencido que pasarán las fronteras del país, Guatemala y México.

Todas las historias y la realidad con la que decidieron partir tiene un denominador común: desempleo, violencia, acoso de grupos de pandillas, es decir, no hay futuro para progresar y darle mejores condiciones de vida a sus hijos.

Bajo peligros latentes, como pueden avanzan. Llegar a la frontera de El Salvador con Guatemala se convirtió en el primer tramo que tenían que evacuar.

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Para ello, después que salieron caminando desde El Salvador del Mundo, la mayoría comenzó pidiendo un “aventón”, en pick, camiones y rastras.

En el camino también van obteniendo alguna ayuda de otros salvadoreños solidarios con este segundo grupo que decidió, bajo cualquier costo, abandonar el país.

En Santa Ana, en el redondel hacia el desvío a la frontera San Cristóbal, un grupo de la Cruz Roja Salvadoreña les entregó un paquete con insumos básicos: toallas, sanitarias, sueros y otros, para que solventaran cualquier imprevisto en su travesía.

Jaime Ortega, originario de San Salvador y quien viajaba en una rastra con otro grupo de personas, dijo que su destino es Estados Unidos porque allá tiene familia.

“Me decidí ir porque la situación en El salvador está crítica, no hay trabajo y mucha delincuencia”, dijo con pesar.

Orlando Ramírez es un conductor de trailer y dijo que ayer ayudó a movilizarse a más de cien personas que le pidieron llevarlos.

“Desde (el bulevar) Monseñor Romero bajé a más de cien personas hasta la zona del Poliedro”, aseguró Ramírez, quien también ayudó a otro grupo y los dejó cerca de Santa Ana.

Este motorista también hizo un llamado a otros conductores que ayuden a sus “hermanos” porque la ruta que llevan hacia la frontera con Guatemala y México es “muy difícil”, dijo.

Si por él fuera, agregó, los llevaría hasta la frontera San Cristóbal para que puedan pasar a Guatemala, pero lastimosamente su ruta es otra, expresó.

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 Un viaje de tres generaciones

Sentado sobre la acera en la carretera entre Santa Tecla y Lourdes, Enrique Funes , de 61 años, se protege del ardiente sol a la sombra de un árbol de pocas hojas. Junto a él juega Andrea, una pequeña de cuatro años. En sus brazos sostiene a una bebé de tan solo dos meses de edad. Ambas niñas son sus nietas y viajan con la caravana de migrantes de salvadoreños que este miércoles 31 de octubre emprendió la travesía hacia Estados Unidos.

Enrique se adelanta constantemente al grupo principal de la caravana y deja atrás, incluso, a los padres de las niñas, eso le permite sentarse unos minutos para alimentar a su nieta menor.

Su único objetivo es cuidarlas, dice. En ese momento la bebé está a la mitad de una de sus pachas de leche y con su cuerpo la protege del sol. Con la mirada atenta en un mundo que aún no comprende, la pequeña mueve los ojos de un lado a otro y es Andrea quien la distrae y le sostiene el biberón.

Enrique asegura que la familia hace el “sacrificio” para construir un mejor futuro para sus nietas.

“Escapamos del hambre, del desempleo, queremos tener, aunque sea una casita digna para ellas”, dice al momento que abraza con más fuerza a la bebé, quien se asusta por el ruido de un camión que circula por la vía.

Enrique continúa con su relato: “en la mochila llevo dos mudadas y la ropita de ellas”. Además, carga en su mano una bolsa plástica con leche, medicinas, pachas y pañales desechables. “Esto es solo de ella, también llevo un juguete para que se distraiga”.

Este hombre viaja con $25 en la bolsa de su pantalón y su plan es caminar tramos cortos y valerse de la buena voluntad de los conductores que le ofrezcan adelantarlos lo más que puedan en el camino. “Los papás de ellas traen otros diez dólares cada uno y tiene que alcanzarnos hasta allá”, dice, mientras Andrea parece absorta escuchando las palabras de su abuelo, casi pareciera estar preocupada.