Yoani Sánchez: “En casa hablo bajito y al oído porque soy vigilada”

La bloguera cubana narra cómo la tecnología hizo que su vida tomara un giro para denunciar al mundo los “atropellos” del régimen castrista.

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Foto EDH/ Cortesía

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28 September 2018

Aunque Yoani Sánchez dice que ha ganado ciertas libertades que no son comunes en la isla cubana, como salir de viaje a otros países que la invitan a charlas magistrales para que dé a conocer al mundo la “realidad” que vive Cuba, no evita ser llevada al “cuartito” del aeropuerto de su país antes de embarcarse.

Allí las autoridades del régimen castrista le recomiendan que se “porte bien”. También acostumbra a hablar en su casa “bajito y al oído” con su esposo Reinaldo Escobar, o usar un lenguaje que solo ellos pueden interpretar, a manera de “encriptar” sus pensamientos como solía hacerlo antes de usar el Internet, porque siempre están siendo “vigilados”.

La bloguera y periodista cubana que ha recibido reconocimientos internacionales por su incansable denuncia de la violación de los derechos humanos en Cuba y que fue seleccionada por la Revista Time en 2008 entre las 100 personas más influyentes del mundo, se describe a sí misma como una mujer que ha venido por primera vez a El Salvador a “aprender”.

Lleva varios días en el país relatando en conferencias de prensa, charlas, conversatorios y entrevistas, su experiencia, su vida en un régimen que la había condenado a existir de espaldas al mundo y al silencio impuesto por la persecución, hasta que conoció y tuvo acceso al Internet.

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 “En 2007 tras regresar de vivir en Suiza abrí una bitácora digital para dejar por escrito mi historia. Para el gobierno de Cuba, yo era una enajenada que regresaba a la isla”, relata Sánchez al iniciar un conversatorio que la llevaría a contar cómo es la vida en Cuba, a pesar de que muchos ciudadanos de otros países todavía creen que la isla es un “paraíso”, digno de imitar, reflexiona.

Por eso cada vez que la asaltan con esa pregunta los invita a que vivan un mes con el salario de un cubano ($30 al mes en promedio) y con el racionamiento habitual de quedarse con “los huevos que la gallina alcance a poner”, para que saboreen las mieles del régimen “comunista”.

“Quiero compartir con ustedes el derrotero de las últimas décadas en Cuba, la tierra en donde nací hace ya 43 años y alrededor de la cual gira mi trabajo periodístico, mis preocupaciones como ciudadana y mis esperanzas”, así continuó la periodista el miércoles por la noche un conversatorio con empresarios y personalidades de la vida política.

La Cámara de Comercio ha sido la anfitriona de Yoani Sánchez, quien ayer habló de forma desenfadada con su interlocutor, Federico Hernández, director ejecutivo de la Cámara de Comercio, de lo que en Cuba pasa.

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 De manera relajada y acompañada de su esposo, el también periodista cubano, Reinaldo Escobar, comenzó a relatar cómo en la isla cubana antes de 2003, el único ciber café que existía estaba en el Capitolio Nacional de La Habana, de difícil acceso para el cubano común y corriente, un sitio privilegiado y exclusivo para los turistas, según Sánchez, en una forma de opacar lo que encierran las verdaderas entrañas de Cuba.

“Nací en 1975 un año de profunda influencia soviética en Cuba, donde los militares enviados por Moscú marcaban la pauta al frente de los batallones de los soldados cubanos. Los únicos productos que se podían comprar fuera del mercado de la ciudad eran: el periódico, los libros y los discos de acetato, todo lo demás, hasta los cordones para amarrar tus zapatos, tenían que ser adquiridos a través de un estricto mecanismo de cupones, números y libretas de productos industriales”, recuerda Sánchez.

¿Pero qué hizo cambiar la visión del cubano? unos aparatitos conocidos como USB, que si se pudiera, dice que hasta abogaría por levantarle un monumento a ese diminuto aparato que de forma “clandestina” abrió los ojos a Cuba.

La vida sigue siendo difícil, relata, pero la diferencia es que el cubano hoy conoce lo que es la “explotación del hombre por el hombre”.