La Comisión Ejecutiva Hidroelétrica del Río Lempa (CEL) se mantiene como el mayor generador de energía, con una participación del 50% si se toma en cuenta la energía que generó a través de fuentes hídricas y geotérmicas entre abril y junio de este año.
Su protagonismo ha sido histórico y monopólico. No solo era el mayor generador de energía con sus cuatro presas hidroeléctricas y una planta geotérmica única en la región. También era el principal importador de petróleo, pues en la década de los 80 solo se le vendía a los Estados.
Antaño eran las empresas distribuidoras como CAESS las que tenían el dominio total de la generación y distribución de la energía eléctrica. Proporcionarla a los hogares era igual que llevarle agua o educación a las comunidades. El costo del kilovatio/hora era aproximadamente de $0.01 y su transmisión y tarifas no eran complicadas.
La CEL se convirtió en un monstruo energético. Manejaba desde la generación hasta la distribución de la energía a los hogares.
Pero no fue sino hasta después de la guerra que el Gobierno se dio cuenta que la CEL había acaparado todo, por lo que comenzó un análisis para cambiar el sistema y ordenarlo, a fin de que se volviera un sistema más competitivo.
ADEMÁS: Aumenta importación de energía y crece la de fuentes renovables
Con el país en desarrollo y una población en crecimiento e inversiones de todo tipo, se necesitaba de un sistema robusto y ordenado. Además las empresas generadoras iban en aumento. Ya no solo se producía energía a base de búnker o agua. También surgieron la generación de energía geotérmica y otras opciones como la solar.
1996 fue un año clave para ordenar todo el sistema. Con la nueva Ley General de Electricidad, se estableció un modelo de libre generación y un sistema de despacho basado en costos, es decir que entra en juego la energía más barata (renovables) y por último entra el generador de energía más caro (búnker). “Todo trabaja como un relojito”, afirma Juan Cea Vega, gerente de energía de la Asociación Salvadoreña de Industriales.
Fue en 1996 que se creó la Ley General de Electricidad, en la que quedó establecido que CEL iría disminuyendo todas las instituciones que no fueran generadoras de energía.
Se le pidió que se deshiciera de la distribución y con eso se privatizaron las empresas como CAESS y demás. Así nació la competitividad en la distribución energética.
Fue en ese momento que llegó a la presidencia de CEL don Guillermo Sol Bang, quien afirma que durante su gestión trató de sanear toda la institución, que estaba dominada por mandos militares y sindicatos que estaban enquistados en la institución y no permitían avanzar en los proyectos de desarrollo de la empresa.
Don Billy Sol Bang afirma que en ese tiempo, tuvo mucha resistencia de parte de los trabajadores, pues se disminuyó el personal y se hicieron muchos cambios al interior de la institución para volverla más eficiente.
“La CEL era la envidia de todos porque era un relojito andando”, dice Juan CeaVega, de la ASI. “Invertía mucho y crecía”, afirma el experto en energía.
Hoy día, la CEL sigue siendo el gran protagonista de la generación energética nacional. Según datos de la Unidad de Transacciones (UT) a diciembre de 2017 el 67% de los gigavatios inyectados a la red nacional estuvieron a cargo de la CEL y el resto fue generado por otras empresas térmicas privadas e ingenios que están produciendo energía con el bagazo de la caña.
LEE TAMBIÉN: Gobierno otorgará cinco dólares en concepto de subsidio a energía eléctrica
Sin embargo han entrado en juego otros competidores que están permitiendo una generación de energía más diversificada como la fotovoltáica, en el que hasta las viviendas están generando su propia energía.
Además hay otros proyectos de energía que irán cambiando la matriz energética como por ejemplo, el hecho que El Salvador está importando más energía desde Guatemala y que en unos años comenzará a funcionar una planta de gas natural que modificará el precio de la energía en el futuro.
Pero el protagonismo de CEL también ha estado en duda en los últimos años, sobre todo con la construcción de nuevas presas hidroeléctricas y la ampliación de otros proyectos en los que su administración ha sido cuestionada. En su historial seguirán como casos cuestionados el contrato con la empresa geotérmica italiana Enel, a la que tuvo que indemnizarse con más de $200 millones por prescindir de su asocio y además, la presa hidroeléctrica El Chaparral, que ya lleva un retraso de más de cuatro años en su construcción.