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Madre se gradúa de bachiller con sus dos hijos

Los tres son estudiantes del Instituto Nacional Joaquín Ernesto Cárdenas (INJECAR) en San Miguel, y coincidieron en la culminación de sus estudios en educación media tras un gran esfuerzo de la progenitora; su deseo ahora es ir a la universidad.

Graduados
Franklin Portillo, Rosa Márquez y Jonathan Márquez, se graduaron de bachiller del Instituto Nacional Joaquín Ernesto Cárdenas de San Miguel. FOTO EDH/J MEJÍA.

«Nunca es tarde para seguir aprendiendo y superarse». Ese es el lema que ha mantenido, hasta hoy, Rosa Isabel Márquez Núñez, una mujer migueleña, madre de 4 hijos, quien a sus 41 años logró graduarse de bachillerato General en modalidad flexible, este viernes 5 de diciembre, del Instituto Nacional Joaquín Ernesto Cárdenas (INJECAR), de la ciudad de San Miguel.

Lo más peculiar de este caso es que sus dos hijos mayores se graduaron el mismo día, el mayor de 20 años, Franklin Josué Portillo Márquez lo logró en el bachillerato técnico vocacional opción Contaduría; y Jonathan Leví, de 18, de bachiller general. Cuentan que durante dos años coincidieron en algunas clases y compartieron maestros.

En el acto de graduación, Rosa fue invitada a la mesa de honor junto a la directiva escolar del Injecar, entregó el certificado de bachiller a su hijo mayor, un particular momento que quedará para la historia de la institución educativa. Franklin fue premiado por excelencia académica, lo que atribuye que fue gracias a la motivación de estudiar más al ver a su madre obtener buenas notas con todas las responsabilidades sobre sus hombros.

entrega de diploma
Rosa (como miembro del CDE), estuvo en la mesa de honor y entregó el título de bachiller a su hijo mayor Franklin. FOTO EDH/ J Mejía.

La vida les dio la oportunidad de coincidir en la culminación de sus estudios en educación media este 2025; por diferentes situaciones, Rosa relata que para llegar hasta ahí le fue muy difícil, pero su participación en las actividades escolares de sus hijos le permitieron tomar la iniciativa, y también fue motivada por el personal docente. Para ella, la Pandemia fue una oportunidad debido a que se convirtió en la tutora de sus hijos para el desarrollo de tareas en casa, y es donde empezó a conocer las nuevas tecnologías de estudio.

Luego Rosa, como una de las madres de familia más participativas en la escuela, conformó parte del Consejo Directivo Escolar (CDE) del Injecar, integrado por padres de familia, maestros y directores en cada institución educativa.

Las reuniones y las tareas escolares en las que apoyaba a sus hijos le permitió mantenerse activa académicamente, y es ahí donde nació la motivación. Luego, las maestras insistieron, y le quedó resonando la idea en el tiempo. Después de meditarlo y hablarlo con sus hijos, se inscribió en el primer año de bachillerato, retomando los estudios que tuvo que suspender en el 2005, a sus 20 años, tras convertirse en madre de su hijo primogénito.

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El director del Instituto destacó el ejemplo de esta familia en la historia académica del INJECAR. FOTO EDH/ J MEJÍA.

En estos 20 años, dice, nunca se imaginó que volvería a tener de nuevo esta oportunidad.

«En el 2005 yo dejé de estudiar por cuestiones médicas debido al embarazo; ya no pude seguir porque estuve en una etapa de depresión, entonces decidí suspender, dedicarme a ser mamá, a trabajar y a la casa prácticamente. Para ese entonces tenía 20 años», manifestó Rosa.

En su interior tenía el deseo de volver y terminar sus estudios, sobre todo al darse cuenta de las limitadas oportunidades de superación por la falta de preparación académica; a pesar de intentarlo dos años después, le fue imposible con su bebé. Pasaron los años, la familia fue creciendo con nuevos integrantes: en 2007 nació su segundo hijo, con quien años después compartiría aulas; en el 2012 llegó su tercera hija y en el 2017 tuvo al cuarto.

Tras el nacimiento de su último hijo, narra que quedó sola tras la separación con el padre; a pesar de todos los miedos que enfrentó por su situación económica y con la responsabilidad de sacar adelante a sus hijos, de su interior surgía una fuerza que le motivaba a esforzarse cada día más, pues ella no quería volver a abandonar la escuela y prosiguió.

En clases
Rossy como es conocida por sus compañeros, recibiendo las últimas clases y orientación, previo a su graduación de bachiller general. FOTO EDH/ J MEJÍA.

«Yo trabajo de lavar, planchar ajeno y no me da pena decirlo porque hubo muchas personas que dijeron ‘tú no puedes. ¿Cómo, siendo una mujer que plancha, lava y hace limpieza, tiene unos hijos estudiando?, rumoraba la gente que me veía», explicó Rosa.

Los tres estudiantes estaban en diferentes secciones asignadas, y en casa cada quien hacía sus propias tareas; a las limitantes de las responsabilidades que Rosa tenía, se sumaron las económicas, pero en el proceso los medios se dieron para que ella y sus hijos pudieran continuar.

«Mis hijos no contaban con una computadora , por lo económico yo no podía comprarles una y se da la oportunidad que empiecen con las computadoras del gobierno; entonces yo le dije a mi hijo, Bendito Dios, tienen una oportunidad más», relató Rosa.

Cuenta que por cosas de la vida Franklin tuvo que suspender sus estudios durante la pandemia, y su hijo menor lo alcanzó, coincidiendo todos al momento que también su madre volvió a estudiar.

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La idea de Rosa inicialmente era estudiar algún oficio que le permitiera trabajar, obtener mejores ingresos para ayudar a sus hijos, pero debía buscar su título de bachiller para ello, y así es como tomó la decisión de esmerarse para alcanzarlo. Ahora surge la iniciativa de seguir en la universidad. Motivada por el estudio y lo que vivió con sus hijos al ser su tutora en casa, ahora su sueño pasa por ser maestra de educación parvularia.

En la institución educativa, Rosa fue el ejemplo de los maestros con estudiantes, ya que a su edad y con responsabilidades en su hogar, sola y con 4 hijos, destacaba con buenas calificaciones.

«Hubo un momento que yo dije, ‘¿cómo voy a hacer?’ y hoy les puedo decir que sí se puede, con 41 años de edad que tengo, sí se puede», recalcó la madre y ahora bachiller.

Rosa mencionó que otro motivo por el cual celebrará este fin de año es por que fue admitida en la Facultad Multidisciplinaria Oriental UES, mientras que Franklin fue acreedor de una beca del programa «Floreciendo Juntos», del gobierno salvadoreño, por lo cual podrá estudiar Ingeniería Civil, mientras que Jhonathan estudiará enfermería. Cada uno tomará un rumbo diferente en el camino a la educación superior.

«Es más fácil estudiar cuando uno es joven, tiene menos responsabilidades y hay más oportunidades para poder estudiar una licenciatura, siento que ahora hay más oportunidades, ahí están, solo es de aprovecharlas», agregó Rosa.

Por su experiencia ahora ella aconseja a sus compañeros a ser responsables en sus estudios.

«Para mí ha sido el año más maravilloso en el ámbito laboral, como madre, como realización personal, como cristiana, como estudiante», agregó.

Sin embargo, reconoce que sintió frustraciones, pero sus hijos fueron para ella un pilar fundamental en el proceso, con sus palabras de ánimo. Así como ella estuvo con ellos antes, ellos la apoyaban después; el proceso permitió a esta familia unirse más, entenderse mejor y tener una comunicación afectiva.

Rosa aprovechó el momento también para agradecer a sus maestros, quienes estuvieron con ella en el proceso. Cuando había días en los que no podía más con los desvelos, tareas, trabajo, problemas de salud u de otra índole, había más de alguien que le motivaba a seguir, al igual que a sus compañeros, quienes no la discriminaron, sino al contrario, la apoyaron y aceptaron en el grupo académico.

Por último, considera que la modalidad flexible debe mantenerse en las escuelas, ya que es un programa de segundas oportunidades para quienes, por alguna razón, cesaron el estudio regular, e invita a las personas que no pudieron seguir a que retomen sus estudios en cualquier institución.

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