Manuel Alcántara: “Los que hoy llamamos partidos políticos no van a existir en 2040”

Para el académico, El Salvador aún tiene partidos estables en un contexto cada vez más volátil. Al observar las nuevas tecnologías, imagina un futuro cercano donde el individualismo es el mayor peligro para la democracia.

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Por Guillermo Miranda Cuestas

21 April 2018

En esta entrevista, en el marco del Foro Internacional de Análisis Político organizado recientemente por Fusades, el politólogo español recorre una América Latina con más incertidumbre, pero con países que aún presentan sistemas de partidos sólidos, entre los que todavía ubica a El Salvador.

Asimismo, plantea un futuro cercano de individualismo y aislamiento que terminarán por redefinir el sistema de partidos.

Después de fenómenos como Brexit o Trump, ¿es válido pensar en una crisis generalizada de antipolítica?

Voy a intentar hablar en una clave que no repita lo que se dice; digamos, lo que uno puede leer en los editoriales de los grandes periódicos europeos u occidentales. Lo fácil sería decir sí, estamos en una crisis de antipolítica. Pienso que el tema hay que enfocarlo por otro lado. Estamos en una época en que ha habido cambios tecnológicos y por ende también sociales -y que por consiguiente han sido también cambios culturales- que han sido rapidísimos y que afectan enormemente a la sociedad y a sectores como la clase política. Y sin embargo, desde la perspectiva institucional, la política y las prácticas políticas son las de hace 50 o 100 años. Lo que veo es un desajuste entre las nuevas tecnologías, los cambios de mentalidad y comportamiento de la gente, y la práctica política que sigue anclada en el mundo que conocíamos.

¿Cuál es ese mundo que conocíamos?

Pues el mundo de unos partidos políticos más o menos formalizados, el mundo de una idea programática de la política, el mundo de elecciones, del equilibrio de poderes. Todo esto ha quedado superado por el tiempo. Parte de lo que estamos viendo es un desajuste. De pronto se comienzan a usar mecanismos en las campañas electorales, a la hora de segmentar a las audiencias o el desarrollo de la mercadotecnia en los medios de comunicación, que se utilizan con estas nuevas tecnologías y estos nuevos comportamientos y descoloca a todo el mundo. Y hay candidatos o propuestas que coyunturalmente se aprovechan de eso y ganan sorpresivamente. Estamos en una nueva competición con actores nuevos e instrumentos nuevos. Imagínate que la FIFA decidiera que se va a jugar en una superficie sintética, que se elimine la hierba natural. Pues el deporte cambiaría; esto es algo similar.

Como está ocurriendo en otras esferas sociales.

Sí, esto es muy obvio. Ahora doy mis clases y ninguno de mis estudiantes me mira, todos están mirando su celular o la tableta o el ordenador. Pero no es porque no estén siguiendo la clase, sino porque están siguiéndola de otra manera. Primero porque pueden estar realmente chateando con un amigo, pero están atentos a lo que estoy diciendo. Por otra parte, pueden estar buscando cosas complementarias a las que estoy diciendo. Pero claro, para mí es caótico porque yo no sé que están haciendo porque no me miran, entonces no sé si mi trabajo sirve o no. Eso que yo percibo, cuando sigo dando las clases como las di el primer día que entré a ser profesor o como la daban mis profesores o Miguel de Unamuno hace 100 años, ya no puede seguir así.

Si esto lo dice un profesor de universidad, imagínate tú a la Presidencia de Estados Unidos o un tema como Brexit en el que hay muchos elementos de tipo afectivo e identitarios en juego, como ser inglés. Esto se modifica enormemente con la nueva tecnología y sin embargo la política sigue con la lógica de elecciones como hace 40 años, con partidos como hace 40 años, etc.

¿Cómo ve a América Latina en este contexto?

América Latina, como toda realidad, es una realidad compleja que va de un polo a otro. Un polo es partidos políticos muy sólidos y muy tradicionales -Uruguay- y el otro polo es inexistencia o volatilidad absoluta de partidos -Guatemala. Entre ellos están todos los países de América Latina. El fenómeno de la antipolítica o de los mal llamados outsiders es un fenómeno que no es generalizable para toda América Latina.

Por ejemplo, El Salvador sigue siendo un país, con todos sus problemas, donde hay un sistema de partidos robusto. Tiene problemas, pero aquí no se ha hundido el sistema de partidos. Aquí va a ser mucho más difícil que aparezca un candidato de fuera, como puede ser el caso que se especula sobre Bukele. Es un hombre, primero, que no es un outsider porque ya ha sido alcalde y por consiguiente es alguien de la clase política. Para mí, un outsider es alguien que no tiene experiencia política y que no tiene partido político; las dos cosas, no una. Bukele tiene experiencia, no tiene partido. Personalmente veo que él lo va a tener muy difícil entrar porque aquí sigue habiendo un sistema de partidos.

Cuando vemos México, Andrés Manuel López Obrador no es un outsider, es un hombre que ya se ha presentado dos veces a la presidencia, que ha sido jefe del Distrito Federal y que por tanto es un hombre de la clase política tradicional, pero tiene un partido político que ya se ha ido más o menos asentando y que tiene diputados. Podemos decir que es un outsider Jimmy Morales en Guatemala o que en su momento lo fue Fujimori en Perú.

Pero en este entorno que describe, ¿no estaría cualquier sistema de partidos en una fragilidad mayor?

Evidentemente este entorno no ayuda al mantenimiento de las viejas estructuras y los partidos están cambiando. También nos hemos vuelto más perezosos; la gente sí quiere participar en consultas que hace un partido a través de las redes sociales pero no queremos a lo mejor ir a una reunión del partido o a un pequeño mitin porque preferimos quedarnos en casa. Es decir, han cambiado los propios hábitos. Pero lo que sabemos es que las crisis de los partidos políticos, que hemos visto en la región en los últimos 25 años, vienen muy ligadas a crisis económicas.

Cuando vemos la crisis de partidos de Perú a finales de los ochentas, la crisis de los partidos en Venezuela a principios de los noventas, la crisis de los partidos ecuatorianos y bolivianos a finales del siglo pasado, siempre hay procesos de hiperinflación o un gran shock económico que luego se une a problemas de liderazgo o institucionales. Pero eso es lo que facilita la aparición de un nuevo escenario de volatilidad de la oferta partidista y de la llegada de individuos y no de partidos. Y estos individuos se ven apoyados por una sociedad que se ha vuelto muy descreída y a la que le cuesta mucho recuperar la tradición partidista. Fíjate que ninguno de estos países ha vuelto a tener un sistema de partidos; ni Perú, ni Guatemala, ni Bolivia, ni Colombia, incluso te diría ni Argentina, tienen un sistema de partidos.

¿Qué hay del caso de España luego de la crisis económica? ¿Hay ahí un reacomodo?

España pasa por la crisis económica más severa desde los años setenta -la crisis económica más importante del período democrático- y eso genera un shock que abre una grieta por la que se introducen Podemos y Ciudadanos. Es curioso porque no desaparece el sistema de partidos; es decir, ni el PP ni el PSOE, que están teniendo problemas, pierden su posición. Aparecen nuevos actores pero no se termina el sistema de partidos.

A partir de los resultados electorales recientes en El Salvador, ¿puede ocurrir un reacomodo similar al de España aunque no haya una crisis económica de esa magnitud?

Evidentemente, ahora mismo el índice de fragmentación en el sistema salvadoreño es el más alto de la historia. La buena noticia desde la perspectiva del sistema de partidos es que el Frente no se ha hundido; o sea, ha sufrido una derrota, pero está ahí. Creo que ha habido un cambio, pero no creo que el sistema de partidos salvadoreños esté en un momento de redefinición completa.

Buena parte de nuestro sistema de partidos tiene que ver con lo sucedido durante el conflicto armado, ¿qué pasa con la población más joven que no se siente relacionada con estas divisiones?

El gran reto precisamente del Frente es renovarse y reconquistar la juventud, con un nuevo mensaje y con políticas que los jóvenes vean con entusiasmo. Es un partido dogmático, anclado en unas coordenadas muy rígidas.

¿Pasa esto por una renovación ideológica?

Sí claro. Tienen que plantear una nueva oferta y tocar temas que demandan los jóvenes.

Pero también en los jóvenes puede haber una gran desconexión con lo público.

Por supuesto, los minutos de televisión que ya no ven o los periódicos que ya no consultan o la no participación en asambleas universitarias hay que suplirlas por lo que los jóvenes consumen. Y los jóvenes consumen redes sociales pero en un sentido también muy amplio. Ven noticias en Youtube, una píldora de tres minutos. Los partidos tienen que tener un cambio de mentalidad y darse cuenta que el medio ha cambiado.

¿No hay un peligro de que lo público sea cada vez más irrelevante con estos cambios de hábitos?

Sí, por supuesto. El gran peligro es el individualismo, la atomización, la gente conectada pero muy aislada. Ese es el escenario de la sociedad de 2040, una sociedad en la que lo colectivo sea muy efímero.

¿Tendría validez pensar en clave de sistemas de partidos políticos en ese escenario?

Hay que replantearla totalmente. Estoy convencido de que lo que hoy llamamos partidos políticos no van a existir en el año 2040. No como hoy los conocemos. Finalmente la gente tendrá que trabajar y unir esfuerzos en propósitos medianamente colectivos y medianamente a largo plazo. La cuestión es cómo la gente llegará a un partido político y estructurará su oferta programático; eso es lo que creo que va a cambiar profundamente.

Si yo me refiero a Europa -y aquí tenemos que estirar de la sociología- hay países que a la fecha tienen aproximadamente una cuarta parte de su población que vive sola. La mitad de esa gente son personas de más de 70 años. La proyección indica que cerca de un 25% de la población en Europa, dentro de a penas 12 años, tendrá más de 70 años. En este escenario y con una natalidad profundamente debilitada, vamos a tener una sociedad que favorece el aislamiento, el individualismo. El partido político, por encima de todo, es acción colectiva en el nivel de la dirigencia, de la militancia y de los votantes donde hay cierta fidelidad. Mi pregunta es si esa fidelidad se va a mantener y mi respuesta es que creo que no.