Lo que hay que aprender y lo que hay que olvidar

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Por Manuel Hinds

09 April 2018

Al establecer como tema del primer debate entre sus precandidatos a la Presidencia de la República la Reconciliación y la Despolarización ARENA dio una prueba contundente de que ha dejado atrás la prepotencia de la que ha sido acusado tantas veces, y de que está ahora dispuesto a abandonar la idea de que todo lo sabe y a escuchar a otros en su lucha por atraer al grueso de los votantes salvadoreños, incluyendo a los que se fueron decepcionando del partido en los años anteriores y dejaron de votar en las elecciones.

Hay personas en la derecha que creen que la reconciliación y la despolarización son temas livianos que deben apartarse para comenzar a hablar inmediatamente de los porcentajes y dólares que ellas creen que son lo que determinan el desempeño de la economía salvadoreña, que para ellas parece ser que es lo único que importa. Al oírlos hablar así uno piensa que no han aprendido nada y no han olvidado nada en todo el tiempo desde que comenzó la guerra.

Para poder sacar al país de la crisis en la que está en todas las dimensiones de la vida pública, la derecha salvadoreña tiene que aprender mucho y olvidar mucho. Dentro de las cosas que tiene que aprender es que el problema fundamental del país es político, no económico, y que ese problema es la desintegración de la cohesión social. Los problemas económicos de El Salvador son graves pero son sencillos de resolver si las soluciones indicadas pudieran ponerse en práctica. Lo que impide hacerlo es la fragmentación social.

La sociedad, fragmentada, no ha podido montar una respuesta a los retos que una sociedad unida no hubiera permitido que se volvieran graves, incluyendo no solo los problemas económicos y fiscales sino también la inseguridad ciudadana, que también se debe a que la cohesión social se ha roto, permitiendo que la formación de pandillas criminales que están asolando la sociedad salvadoreña se formaran y fortalecieran. Para resolver estos problemas se necesitan medidas que sólo pueden tomarse con la cooperación de otros partidos políticos y de muchas gentes que han dejado de votar por ARENA porque se cansaron exactamente de este tipo de prepotencia, la que se muestra diciendo que no hay necesidad de reconciliación y despolarización. No hay un solo problema grave en nuestra sociedad que no tenga una relación directa con la falta de cohesión social.

Otra cosa que hay que aprender es que la economía no trata de máquinas sino de seres humanos, y que lo clave para generar valor agregado (la suma de todos los ingresos de la población, incluyendo empresarios y trabajadores) es la coordinación y la cooperación de estos seres humanos en largas cadenas nacionales e internacionales. Esto se está volviendo cada vez más cierto en la era de la Economía del Conocimiento en la que estamos entrando como parte del mundo entero. Muy importantemente, hay que comprender que en esta economía moderna la generación del valor agregado depende del conocimiento de los trabajadores, que a su vez depende de su capital humano—la educación y la salud del pueblo entero. Es decir, en este nuevo mundo todos dependemos de todos. El progreso de las empresas depende del progreso de los trabajadores, y viceversa. Si el capital humano de los trabajadores no aumenta y si no hay una despolarización que dé confianza al inversionista tampoco crecerán las empresas y la economía seguirá estancada—aunque ARENA esté en el poder.

Una vez que los que piensan que no hay nada por despolarizar y reconciliar hayan comprendido esto, podrán entonces ver todas las grietas que hay en la sociedad salvadoreña que requieren de sanación, reconciliación y despolarización—especial pero no únicamente la reconciliación de los que antes votaban por ARENA y ahora han dejado de votar por ella o por ningún otro partido. Creer que no hay necesidad de reconciliarse con ellos cuando ellos ya constituyen prácticamente el 50% de los votantes es en sí una muestra de la prepotencia que los ha alejado del partido y de la política. Esta es una tarea política, no económica.

La reconciliación que debe buscarse es que el pueblo sienta que un nuevo gobierno de ARENA se va a comprometer a no llegar a dar cátedra a la presidencia, sino a dar prioridad a las necesidades del pueblo y a resolverlas de una manera satisfactoria para las empresas, los trabajadores, y el pueblo en general. Por ejemplo, como lo escribí en un artículo del jueves pasado, la derecha tiene que aprender que lo más importante para la economía del país no es parar los aumentos del salario mínimo sino invertir en capital humano para que éste pueda subirse. Esto ejemplifica el cambio de actitud que se requiere.

Con respecto a las cosas que deben olvidarse cuando se habla de la presidencia, es necesario entender que no se puede ocupar ésta para cobrarse ofensas que deben cobrarse en los tribunales, no en la presidencia. Usar la presidencia para esto es hacer lo mismo que los gobiernos del FMLN han hecho, profundizando más la fragmentación social y política del país.

Afortunadamente es claro que, aunque haya gente que todavía no aprende y no olvida, es evidente que al poner este tema al debate ARENA como partido sí ha entendido que vivimos ya en el Siglo XXI, que nuestra suerte será definida por la capacidad de colaboración que tengamos al integrarnos en las redes internacionales de producción, y que para eso necesitamos cohesión social, y que para conseguirla en un país subdesarrollado que ha tenido un conflicto armado que dejó muchas heridas y cuyos resultados todavía estamos sufriendo, necesitamos mucha reconciliación y mucha despolarización.

Sin duda que estas son tareas muy difíciles. Pero hay que hacerlas. El que sea el candidato a la presidencia de ARENA tiene que entenderlo claramente. Cuando un país está en una crisis como la nuestra, lo que necesitamos no es un técnico sino un político que pueda usar a los técnicos y que sea capaz de lograr cohesionar a los distintos segmentos del país en una unidad férrea para salir de nuestros problemas. En ARENA esto ya se está comprendiendo. Debe terminar de comprenderse allí y en los otros partidos también.