La lógica de la nueva economía

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Por Manuel Hinds

27 February 2018

En esta semana he publicado dos artículos sobre lo suicida que es inyectar el odio en la sociedad, de clases o de cualquier otro tipo. En este tercer artículo sobre el tema cambio el enfoque hacia el nuevo orden social que es compatible con la nueva Revolución de la Conectividad que está creando la economía del conocimiento. Para poder sobrevivir en el nuevo mundo de la Revolución de la Conectividad tendremos que abandonar confrontaciones y cooperar entre todos para sacar adelante el país. Si no lo hacemos, no saldremos adelante y nuestros problemas se multiplicarán.

Así como la Revolución Industrial multiplicó el poder del músculo (con la máquina de vapor, la de combustión interna, los carros, los aviones y los cohetes, la electricidad, etc.), la nueva revolución está multiplicando el poder de la mente a través de conectar computadoras con seres humanos y todos entre sí, en tiempo real, a través de todo el mundo. Esto ha permitido coordinar tareas muy complejas a distancia. Esto ha revolucionado la producción al permitir a las empresas quebrar las líneas de producción, para producir las diversas partes de sus productos en los lugares en los que es más barato producirlas. Esto ha formado cadenas de producción internacionales en las que un diseño puede hacerse en un lugar, asignando la producción de sus partes a distintos países, para luego juntarlas en otros lugares cerca de los lugares de consumo.

En estas cadenas de producción el éxito está en integrarse a ellas con componentes de alto valor agregado, que proviene del grado de educación de la fuerza de trabajo. Mientras más alta dicha educación, mayores son los salarios que pueden pagarse y mayores son las utilidades que pueden lograrse. De esta forma, el éxito de las empresas cada vez depende más de que sus fuerzas de trabajo estén bien educadas y en buena salud y vivan en ambientes seguros y sanos.

No es que la educación no importara antes, en la lógica de la Revolución Industrial. Al contrario de lo que mucha gente piensa, trabajar con un obreros ignorantes, con salud precaria y con bajo desarrollo es muy caro porque su productividad es muy baja. Personas en estas condiciones producen mucho menos, cometen muchos más errores y arruinan más las máquinas que los obreros en los países desarrollados, que son más educados, tienen mejor salud y viven en circunstancias seguras. Eso se refleja en los salarios. Pagar los mismos salarios en nuestros países que los que los obreros ganan en los países desarrollados no es rentable, porque producen mucho menos. Si los obreros de aquí producen la mitad, el costo de mano de obra es el doble. Por eso es que la inversión extranjera es mucho más alta en los países desarrollados que en los en desarrollo, aunque los salarios sean mucho más altos en los primeros.

Invertir en países con baja productividad del trabajo es cada vez menos atractivo en la nueva economía del conocimiento, porque no hay manera de que bajándole el salario a una persona que apenas sabe leer y escribir se pueda compensar el hecho que no es un técnico competente o un ingeniero—que son el tipo de trabajos que pagaran salarios y utilidades consistentes con la sociedad en la que queremos vivir. En realidad, muchas de las empresas que trabajan en sectores de bajo valor agregado pueden perder totalmente su competitividad frente a empresas trabajando en países desarrollados usando robots en vez de humanos en su producción. Para competir, tendrían que usar robots también, con lo que el desempleo y la pobreza aumentarían sustancialmente. Si seguimos enfocados en el mismo tipo de producción de bajo valor agregado, las empresas se verán tarde o temprano frente a la cruel disyuntiva de o quebrar o sustituir a los humanos con robots.

Por suerte, la misma revolución tecnológica proporciona medios para poder acelerar la educación y la entrega de servicios de salud y seguridad a costos más bajos que antes y con potencial de llegar a más personas. Pero para tomar ventaja de estas posibilidades tenemos que entender que la lógica de la nueva economía no es la misma que existía antes. Nos estamos moviendo hacia una sociedad de redes de comunicación y de coordinación en la que todos dependemos de todos. Si no logramos educar a la población y darle mejor salud y seguridad, las empresas se ahogarán porque no podrán generar los productos con alto valor agregado que la economía mundial está demandando. Otra vez la economía mundial nos dejará atrás, con menos ingresos y más pobreza y más problemas sociales.

Esto crea un incentivo cada vez más urgente para que las empresas se involucren en la comunidad para asegurarse no solo de que la salud, la educación y la seguridad de sus trabajadores sean adecuados sino también de que mejoren con el tiempo. Lograr este objetivo requiere cooperación entre los empresarios, los trabajadores, los ciudadanos en general y los distintos niveles de gobierno. Es una tarea cara, pero es más caro no hacer nada y ver el estándar de vida del país disminuyendo paulatinamente hasta llegar a ser un pueblo realmente pobre.