La política y la anti-política

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Por Manuel Hinds

19 February 2018

En los últimos años ha habido, no sólo en el país sino en el mundo entero, una oleada de críticas a los partidos políticos que se ha convertido poco a poco en una crítica hasta ahora irracional del sistema de partidos políticos. Digo irracional porque dicha crítica no sugiere una alternativa que pudiera sustituir al sistema de partidos sin caer en los mismos problemas que este tiene y sin crear otros problemas todavía peores. Ominosamente, estas críticas abren la puerta para la única alternativa a los sistemas de partidos en los cuales las decisiones son tomadas por grupos mayoritarios de personas, llámense o no partidos. Esta alternativa lógicamente es el sistema en el que las decisiones son tomadas por una sola persona, la tiranía.

La historia está llena de ejemplos de casos en los que los que atacan el sistema de partidos terminan prohibiéndolos para tomar control tiránico de la sociedad. Lenin y los bolcheviques criticaban al sistema democrático de partidos de la misma forma y con los mismos argumentos que se usan hoy día con el mismo propósito. Eventualmente, cuando estuvieron en el poder, los bolcheviques, consistentemente con su crítica de los partidos políticos, los prohibieron enteramente…excepto el partido de ellos mismos. Mussolini y sus fascistas hacían las mismas críticas y también actuaron en consecuencia: prohibieron todos los partidos políticos menos el fascista. Lo mismo hizo Hitler en Alemania.

No hay otra alternativa. O las decisiones se toman por mayorías, y esto requiere organizaciones políticas (llamadas o no partidos), o se toman por un tirano individual o un grupo tiránico que se impone sobre todos los demás al prohibir que se organicen en partidos políticos.

El tema puede discutirse hablando de política en vez de partidos. La política es el arte de lograr una decisión partiendo de millones de opiniones diferentes. La anti-política es el arte de sacar las decisiones sin tener que consultar o tomar en cuenta estos miles de opiniones, lo cual sólo se puede hacer tomando e imponiendo decisiones tiránicamente.

Mucha de la gente que critica la política y el sistema de partidos políticos cree que el país debería de manejarse de esta forma: con un tirano que imponga su orden en la sociedad. Está bien. Cada quien puede creer lo que quiera. Pero también hay mucha gente que cree que la democracia se mejoraría si se eliminara la política y los partidos políticos, sin darse cuenta de que al eliminar estas se destruiría precisamente lo que ellos quieren destruir—la democracia misma.

Pero hay algo que debe rescatarse de la insatisfacción de la gente con el sistema de los partidos políticos, y esto es que hay ciertas actividades que son indispensables para el desarrollo del país que no deberían de estar en manos de los partidos políticos, o por lo menos no totalmente en manos de ellos, porque por naturaleza los partidos tienden a manejarlos mal. Entre estos temas están la educación, la salud, y la cultura, que son mucho mejor manejados por las comunidades locales que por los políticos.

En realidad, en los países más desarrollados, como los nórdicos y los anglosajones, estos temas están altamente descentralizados, y no están descentralizados a entidades políticas locales sino a instituciones comunales locales, tales como las juntas de padres de familia en el caso de la educación, y a juntas también locales en el caso de hospitales, centros de salud y centros culturales. Esta descentralización a instituciones locales no políticas no elimina el papel de los partidos políticos, que a través del ejecutivo y el legislativo tienen que decidir ciertas políticas generales, coordinar los esfuerzos locales, y proporcionar recursos provenientes de la recaudación nacional de impuestos, pero pone el manejo de los recursos en manos de los que tienen más interés en que se manejen y se auditen apropiadamente.

Descentralizar en esta manera es esencial para que nuestros esfuerzos por elevar el valor agregado de nuestra producción y de generar una fuerte cohesión social para resolver los problemas de violencia y pobreza puedan dar los frutos necesarios.

Es crucial que la descentralización de estas tareas no se realice a instituciones políticas como las alcaldías, en donde estarían sujetas a presiones políticas, quizás peores que las existentes a nivel nacional. Estas tareas deben descentralizarse a organizaciones cívicas con un fuerte interés en la calidad de los servicios públicos entregados a la población.