2011

descripción de la imagen

Por

25 octubre 2011

A costa de los campesinos El FMLN ha propuesto que se fijen por decreto los precios de los producto básicos, supuestamente por seis meses. Es increíble que un partido político haya hecho esta propuesta, no por otra razón sino porque hacerla debería de atraer un rechazo tal de la población que lo forzaría a retirarla. Es una propuesta que no sólo es injusta con los campesinos sino también desastrosa para con el resto de la población. Pero el FMLN lo hace sin generar ese rechazo y hasta se sitúa como un partido que actúa para proteger los intereses del pueblo. Parece que cada generación tiene que aprender con dolor en carne propia las verdades más fundamentales de las ciencias económicas y políticas. Sin duda, lo más grotesco de la propuesta es que carga el costo de las pérdidas de granos básicos causadas por las lluvias sobre los campesinos, que son los que más han sufrido por ellas. Sólo una sociedad esquizoide puede llorar al ver las fotografías de los campesinos escapando de las inundaciones con el agua a la cintura; lamentarse de que estas gentes hayan perdido porcentajes altísimos de sus cosechas, que son las fuentes de sus únicos ingresos; y luego aprobar que se les controlen los precios a los que pueden vender lo que les resta de las cosechas, terminando así de rematarlos. Esto no sólo es injusto sino también absurdo porque al controlar los precios lo único que se logra es asegurarse de que la escasez causada por las lluvias se empeore y dure más de lo que debería. Esta escasez, la situación en la cual la demanda es más alta que la oferta de un producto, puede resolverse sólo de dos maneras. Una es aumentar la oferta. La otra es forzar a que la gente se conforme con menos de lo que demanda. El mecanismo que hace que la oferta se incremente es el alza en los precios, que atrae, en el corto plazo, a comerciantes que importan los bienes escasos, y, en el largo plazo, a los productores, que ven en los precios altos una oportunidad de ganancias. Las importaciones, y luego la producción más alta, no sólo llenan la demanda sino que hacen bajar los precios de una manera sostenible. La otra alternativa, controlar los precios, no presta atención a la solución del problema fundamental-la escasez-sino a controlar uno de los síntomas-los precios altos. Lógicamente, al aplicarse el control de precios, la escasez se mantiene. No hay ningún incentivo para que se importen los productos escasos. Los incentivos para producir son en realidad negativos: los campesinos se dan cuenta de que si tienen problemas, el gobierno los terminará de rematar. El gobierno después se quejará de que los campesinos no invierten, sin reconocer que él mismo ha desincentivado la inversión en producir más bienes básicos. Pero, ¿como se hace para que la oferta se iguale a la demanda cuando se controlan los precios, si es claro que la segunda es mayor que la primera? La respuesta es que se requiere un racionamiento para que la gente consuma menos de lo que demanda-la creación de una enorme burocracia para determinar quién debe consumir qué y asegurarse de que no consuma más. En la realidad, sin embargo, como sucedía en la Unión Soviética, sus satélites y China comunista, y como sucede ahora en Cuba, lo que se forma es un enorme mercado negro, en el que se benefician los que controlan el proceso, vendiendo los productos que no son de ellos sino del estado por una ganancia enorme. Así es como se han acabado la producción de casi todo en Cuba. Así destruyeron la Unión Soviética y la China Comunista, que sólo pudo salvarse eliminando el manejo comunista de la economía y adoptando el capitalismo. Estas son lecciones que ya deberíamos haber aprendido, y que no deberíamos de haber olvidado.

Manuel Hind