El FMLN en su laberinto

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24 noviembre 2011

El FMLN en su laberinto Mucha alharaca. Muchas exageraciones, incoherencias, falsedades y distorsiones en las críticas del FMLN a la decisión del Presidente. Mucho ruido que aleja el debate público de su más genuino propósito. Ni una palabra sobre todo lo que se ha hecho mal en instituciones que llevan más de dos años bajo la responsabilidad de cuadros del partido. Ni una palabra de aporte o de compromiso para reducir de manera drástica la delincuencia. Pocas señales de sensibilidad al sufrimiento de la gente angustiada por los homicidios. Ni una palabra sobre los cambios necesarios para reconducir el sector de seguridad del gobierno y para recomponer toda la plataforma institucional del Estado. En pocas palabras, mucho humo para tan poco fuego. Tanto que ha permitido a algunos malpensados sospechar que el Frente se ha opuesto al nombramiento del General David Munguía Payés por temor a que se descubran bajo su mando algunas cosas raras. El nombramiento del nuevo Ministro de Seguridad Pública y Justicia puede tener aspectos discutibles, puede suscitar preocupaciones considerables y puede no ser satisfactorio para determinados sectores. En ese sentido, podríamos haber coincidido con el Frente hasta el punto de expresar alguna preferencia por otros candidatos al cargo. Entre los aspectos poco promisorios de su perfil, a reserva de que se demuestre lo contrario, podemos pensar en los largos años de pertenecer a una Institución en la que está prohibido deliberar y en la que se entiende y se expresa la subordinación al mando como obediencia sin discusión. Tal vez no sea esta una cuestión tan determinante, pero es seguro que el gobierno y el país estarían mejor servidos con un Ministro de Seguridad que, sin faltar a la disciplina o al respeto, tuviera mucha capacidad de discutir con el Presidente, de contrariarlo si fuera necesario, de desafiar su imaginación, de demandar su liderazgo. En otro orden, también podemos aceptar que la formación de los militares para la guerra, para la defensa del territorio y para la seguridad nacional, tal como demanda la Constitución, no promueve necesariamente las mejores virtudes para enfrentar los desafíos de la delincuencia. Si a esas posibles deficiencias se añade alguna propensión a hacerse cargo del ?pecado original? que en el catecismo del Frente se atribuye a todos los que hayan pasado por las filas de la Fuerza Armada, pues entonces el Ministro tendrá que someterse a los rituales de exorcismo que establezcan los sacerdotes efemelenistas, y tendrá que hacer, en desmedro de su trabajo, permanentes actos de penitencia y propósitos de enmienda, como si fuera necesario, por el pasado, asegurarle a los líderes del Frente que bajo su mando no habrá violaciones a los derechos humanos. El simbolismo del uniforme, aunque se guarde en el closet, puede tener aristas bien negativas, no por el ?pecado original?, sino por el manejo político que ya se está dando en algunos sectores al considerar que la designación de ?el General? marca la vuelta a un pasado que fue mejor, y por ende la rectificación de una reforma de la seguridad pública que ya fracasó. Por otra parte, y en ausencia de otros cambios y de otras medidas, se puede pensar que el nombramiento de un ex militar ha sido poco más que una respuesta mediática del presidente, que habría pensado, como tantas otras veces, en hacer algo que mejorara su imagen en las encuestas, en vez de emprender con seriedad el viraje necesario en la estrategia, en los planes, en el equipo de trabajo y en el funcionamiento de las instituciones del sector. En tal caso, la maniobra resultaría negativa, además, para la propia Fuerza Armada, que podría sufrir un desgaste severo y quedar expuesta a la crítica después de largos años de comportamiento impecable y de merecido prestigio logrado a partir de la firma del Acuerdo de Paz. Por todas estas razones, y por alguna otra que preferimos no comentar ante la opinión pública, algunos hubiéramos preferido que la designación respondiera a otro perfil y que recayera en otra persona, no vinculada al estamento militar, pero dicho eso, sería una exageración y hasta una grave estafa política decirle a la gente que el nombramiento significa una militarización de la seguridad pública en El Salvador. Militarizada estaba cuando los cuerpos de seguridad eran parte orgánica de la Fuerza Armada, cuando todas las jefaturas, sin excepción, por diseño institucional y por reglamento, eran militares, cuando todos los efectivos estaban de alta, con grados militares de generales, coroneles, mayores, capitanes, tenientes, sargentos y cabos, cuando todo el personal estaba en instalaciones militares, en régimen de acuartelamiento, cuando toda la organización, la doctrina, la disciplina, el entrenamiento y el armamento de los cuerpos de seguridad era militar. El FMLN ha avalado la utilización de la Fuerza Armada en tareas de seguridad pública, al firmar el Ministro Melgar los decretos ejecutivos 60 y 70. ¿Por qué se rasgan ahora las vestiduras? Sus diputados ni siquiera han exigido al presidente que defina la situación a la que responde el uso ?excepcional? de la Fuerza Armada al que se refiere la Constitución. Ni exigieron nunca, tal como los mismos decretos establecían, los informes pertinentes para evaluar la continuidad de la FA en ese rol. Mejor será, entonces, que el Frente asuma su responsabilidad y cambie la alharaca por argumentos constructivos. Salvador Samayoa