Futura decadencia

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09 abril 2012

Manuel Hinds Hay mucha gente que se preocupa constantemente por los indicadores económicos de corto plazo, perdiendo el sueño si, por ejemplo, la tasa estimada de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para el año baja un par de décimos de puntos porcentuales.

Esto les pasa aunque no tengan idea de como se calcula el PIB y a pesar del altísimo porcentaje de errores que se cometen al medir y predecir el PIB y otras variables económicas.

Este interés compulsivo en cifras que varían continuamente contrasta con la indiferencia con la que estas mismas personas reciben las cifras mas sólidas que existen sobre el comportamiento esperado del PIB en el largo plazo - las cifras que miden la educación de nuestra gente y su capacidad para organizarse, que definen su capacidad para generar riqueza.

Mientras que en el corto plazo la producción y su medida pueden variar por mil y una circunstancias fortuitas, y pueden ser afectadas por los naturales ciclos económicos, en el largo plazo el crecimiento se ajusta a la capacidad productiva de la población, que depende fundamentalmente de su educación y su desarrollo institucional, que es su capacidad organizativa.

Es como un equipo deportista, que puede tener un día de suerte y meter un gol a trasmano aun si no tiene jugadores competentes, pero que solo puede llegar consistentemente a las finales, año tras año, si los tiene, y si los puede organizar efectivamente.

El Foro Económico Mundial acaba de publicar los indicadores de Preparación para la Formación de Redes de 2012.

Este indicador con nombre tan incómodo mide el grado de preparación que cada país tiene para integrarse a la economía del conocimiento que dominará el desarrollo en este siglo.

El Salvador ocupa el lugar 103 de 142 países, rodeado de países africanos y de los países latinoamericanos más atrasados. Chile, ocupa el lugar 39, Uruguay el 44, Panamá el 57, Costa Rica el 58, y otros ocho países latinoamericanos nos ganan.

Solo le ganamos a Perú, Venezuela, Paraguay, Bolivia y Nicaragua.

El indicador tiene varios componentes que se refieren a la educación y la capacidad de organizarnos institucionalmente, tanto en el sector público como el privado.

El sector público sale muy mal parado en términos de organización institucional: en esta dimensión somos el país número 124 en el sector público, mientras que el sector privado, sin salir bien, sale mucho mejor con el lugar 74.

La educación también sale muy mal.

La calidad del sistema educativo está clasificada como en el número 125, y la calidad de la educación de matemáticas y ciencias en el número 129.

En términos de porcentaje de trabajos intensivos en conocimiento, que son los de alto valor agregado, tenemos sólo el 12.5 por ciento, lo que nos coloca en el lugar 97 en el mundo. Para dar un término de comparación, la calidad de la educación en Costa Rica está en el puesto 23, y la de matemáticas y ciencias en el 46.

Los empleos intensivos en conocimiento representan el 27.4 por ciento, lo que los coloca en el lugar 50 en el mundo.

No hay duda de que estos índices son imprecisos, que diferencias pequeñas - como estar en el lugar 115 ó 120 - no deberían de ser tomadas muy en serio.

Pero los resultados de El Salvador son tan malos que es claro que estamos entre los peores países del mundo en términos de cómo estamos forjando nuestro futuro.

Si nuestra población estará entre las veinte o treinta pero educadas entre 130 países podemos esperar que a la vuelta de una generación, en veinte años, nuestra posición relativa en el mundo habrá caído sustancialmente - estaremos entre los más ignorantes y más pobres del mundo.

Este será el destino de nuestros hijos y nuestros nietos, si no hacemos algo para mejorar rápidamente nuestra educación y salud.

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