Con el fuego se tiempla el acero

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20 julio 2012

Con el fuego se tiempla el acero Observador Político L os increíbles abusos de poder cometidos por la cúpula del FMLN y sus incondicionales como parte de su desacato a la Sala de lo Constitucional, y la desfachatez y prepotencia con las que los han cometido, han generado una sensación de asco y desaliento en muchas capas de la población. Da la impresión de que el país va en el mismo camino que Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia. Pero es muy probable que estos días se recuerden en la historia como nuestros mejores días, los días en los que por fin nos enfilamos para crear una verdadera democracia en nuestro país y derrotar a la tiranía en ciernes. Los países se forjan en las crisis, y parece que la rebelión de la cúpula del FMLN y sus incondicionales contra la independencia judicial y la constitución, que ellos creyeron que iba a ser el preludio para establecer su control total sobre el país, va a ser un jalón más en la consolidación de la democracia en El Salvador. Los que quieren destruir el orden democrático creyeron que, como en otros países, y como había sido costumbre en El Salvador, los mecanismos que están previstos para defender a la democracia en nuestro sistema institucional iban a fallar porque las personas que las manejan se iban, en buen salvadoreño, a rajar. Viviendo en la lógica del cínico como lo definió Oscar Wilde, el que conoce el precio de todo y el valor de nada, creyeron que en nuestro país no había valores y mucho menos personas que se movieran y tomaran riesgos por ellos. Y se equivocaron catastróficamente. Hay dos evidencias de esto. Primero, la sociedad civil ha reaccionado muy vehementemente en contra del desacato, y, como varios hemos notado, lo ha hecho desde la izquierda y la derecha. Como sucedió en la lucha contra el Decreto 743, ha comenzado a formarse una unión implícita de demócratas que funciona por encima de las ideologías. Todas las asociaciones serias de abogados, incluyendo la Federación de Asociaciones de Abogados, se han negado a reconocer a los usurpadores. Igualmente ha hecho tanque de pensamiento legal y general, universidades, asociaciones empresariales, y todo tipo de instituciones de la sociedad civil. Segundo, este repudio no sólo se ha manifestado en protestas y denuncias. Los mecanismos oficiales de defensa que tiene nuestro sistema institucional están funcionando. Acostumbrados a la idea de obedecer abyectamente a los que están arriba, los que están en desacato no se imaginaron que las personas que conforman el poder judicial y la Fiscalía iban a tomar en serio el mandato constitucional de ser independientes y se negarían a obedecer las órdenes ilegales e ilegítimas de la corte usurpadora que ellos instalaron. No se les ocurrió que podía haber gente de principios. Mucho menos que fueran tantos. El Fiscal General de la República no sólo no reconoció la existencia de la corte usurpadora sino también advirtió a sus integrantes que no firmaran ninguna sentencia para no cometer delitos. Igualmente, el número de jueces que no reconocen a los usurpadores crece cada día. De acuerdo a las declaraciones del Juez Roberto Arévalo Ortuño, que declaró que él no los reconocía, ya constituyen al menos el 75 por ciento de todos los jueces del país. Y, por supuesto, el temple y la dignidad de los magistrados legítimos de la Sala de lo Constitucional ha sido ejemplar. La República está derrotando a los usurpadores. Vamos a ganar esta gran batalla, y con eso daremos más fuerza a nuestra democracia. En El Salvador odiamos reconocer los méritos de otros, y especialmente en vida de ellos. La envidia nos lleva a dos reacciones cuando nos vemos confrontados a los méritos indiscutibles de otras personas. Primero, hay una tendencia a devaluar la acción meritoria, diciendo que en realidad no era tan importante, que no hay que hacer un escándalo por algo que no merece la pena. Segundo, hay una tendencia a devaluar a la persona, diciendo que tiene muchos defectos, que es un cualquiera, o alguna otra de las cosas que se usan para descalificar a alguien. Esta envidiosa costumbre es parte de esa cultura tercermundista que parte de la premisa de que en El Salvador no se puede hacer nada meritorio porque aquí no hay nadie que valga la pena, y que, por supuesto, si no hay gente que valga la pena, no se puede hacer nada meritorio. Esa cultura está en el origen de nuestro subdesarrollo. Si creemos que nada se puede hacer, nada haremos, y si siempre que algo se hace, se dice que no valía la pena, seguiremos creyendo que nada haremos y no haremos nada. La idea de que los defectos de las personas que hacen cosas meritorias anulan el mérito de éstas es totalmente ilógica y muy dañina. La mejor contestación a este argumento la dio Winston Churchill cuando alguien le dijo que no había ningún gran hombre para su sirviente, que le conocía todos sus defectos. Churchill le contestó, ?Sí, pero eso es culpa del sirviente?, indicando que este era tan pequeño que no podía apreciar la grandeza. Ese error no podemos seguirlo cometiendo. Las personas que están defendiendo nuestra institucionalidad democrática en el órgano judicial y fuera de él se están forjando un puesto importante en la historia del país. Así es como quisiéramos que se comportaran nuestras instituciones y las personas que las manejan para estar seguros de que viviremos siempre en una democracia. Si queremos que nuestros descendientes procedan así en el futuro tenemos que mostrarles que en nuestra sociedad se da importancia a los valores, y que se honra a los que los defienden. Así, viviéndolo, no oyendo conferencias, aprenderá nuestra juventud que hay algo encima del dinero y la ambición, y que se reconoce. Si logramos hacer esto, honrar a los que han sacado la cara y la están sacando para defender nuestra democracia, daremos a nuestras instituciones un temple más fuerte que el acero, y seguiremos adelante en nuestro desarrollo democrático. Honra para todos ellos.

Por Manuel Hinds