El TSE y los partidos políticos

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23 junio 2013

E Observador Político El TSE y los

partidos políticos

Por Manuel Hinds n los últimos días se ha generado una controversia entre los partidos políticos y el Tribunal Supremo Electoral (TSE).

La controversia gira alrededor de la apatía que la juventud está mostrando con respecto a las elecciones de presidente del 2014, que se manifiesta de varias maneras, incluyendo la de no acercarse a sacar el DUI que necesitan para ejercer el derecho del voto.

Los partidos políticos han culpado al TSE por esta apatía.

Creen, obviamente, que es responsabilidad de este organismo el motivar a la gente para que vaya a votar.

El TSE no piensa así.

Les contestó que este es el reto que tienen todos los partidos políticos para revisar no solo sus propuestas, sino sus métodos de trabajo con los jóvenes del país.

El TSE tiene razón.

En realidad, es el colmo que las cúpulas de los partidos políticos, que ponen a quienes les da la gana como candidatos, no por lo que pueden hacer por el pueblo sino por lo que pueden hacer por ellas, y que ni siquiera simulan que les importan las ideas de lo que sus gobiernos harían en el poder como para publicar un decente resumen de programa de gobierno, ahora quieren esperar sentados en las mesas de votación mientras el TSE les arrea a los votantes para que lleguen a donde está ellos.

Los partidos políticos deberían reflexionar porqué los jóvenes no tienen ningún entusiasmo de participar en las elecciones, y cómo hacer para que se entusiasmen.

Y deben recordar que el trabajo del TSE no incluye forzar a la gente para que se entusiasme con malos candidatos, ausentes planes de gobierno, y partidos apoltronados y liderados por no-líderes.

La falta de entusiasmo no se limita a la juventud.

Es más evidente en los jóvenes porque se nota que ellos no sacan los DUIs.

Pero mucha más gente, que ya tiene DUI, tiene la misma apatía, o, mejor dicho, la desesperanza que produce el tener que escoger lo que popularmente se llama ?el menos peor? de entre los candidatos.

Se requiere una salud emocional sólida para no deprimirse al ver la falta de convicciones, las declaraciones que no dicen nada, la vaguedad de los planteamientos, producto del miedo a meter la pata al decir algo que le va a caer mal a alguien, y la competencia por ofrecer más de todo sin ningún orden en las ideas, sin siquiera una estructura mental que permita recordarlas.

La apatía está tan generalizada que se nota en los candidatos mismos, que parecen agobiados por la necesidad de salir en otro día de campaña sin tener nada nuevo que decir y sin tener la estructura intelectual que permite hablar espontáneamente sin perder consistencia en las ideas.

La misma pretensión de que el TSE tendría que arrear a los votantes es una manifestación de profunda desidia, como lo son el tono cansado de algunas declaraciones, la queja continua de que las circunstancias no son lo óptimas que deberían de ser, y la evasión de los temas que interesan a la ciudadanía en los discursos y pronunciamientos.

La indolencia es tal que las cúpulas no han invertido la energía necesaria para darse cuenta de que sus propias acciones son las que causan la apatía generalizada-que no pueden poner de candidatos a quien les da la gana para sus propios propósitos, no los del pueblo, luego no dar ningún esfuerzo a pensar en lo que debería hacerse en el próximo gobierno para mejorar al pueblo, y todavía esperar que el pueblo se entusiasme, y corra a votar.

Eso es un síntoma de que las cúpulas han estado rodeadas por demasiado tiempo de gente que a todo les dice que sí, que simula maravillarse ante ideas trilladas, que grita indignada ?traición, traición? cuando alguien se atreve a no estar de acuerdo con cualquier cosa que ellos digan, y que los hace sentir que cualquier tontería que digan o decidan hará que el pueblo vote con gran entusiasmo.

La desidia de los jóvenes, y de todos los demás, es una señal que la realidad les está mandando a las cúpulas.

Es un muy necesitado ?baño de pueblo? que los dirigentes, aislados por sus adoradoras camarillas, no han querido recibir en mucho tiempo.

Y deben darse cuenta de que precisamente un ambiente como este, de insatisfacción ante la pretensión de las cúpulas de que el pueblo tendrá que votar, quiera o no quiera, por lo que se le ponga enfrente es lo que llevó al poder a los Chávez, los Fujimori, los Evos, los Correas y tantos otros que en la historia de América Latina han destruido con su arbitrariedad la integridad institucional del estado y, con ella, las posibilidades de desarrollo.