Popularidad y derrota electoral

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30 October 2013

Popularidad y derrota electoral

Observador Político A rgentina realizó elecciones el domingo pasado para renovar la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. A la cita acudieron más de 22 millones de electores, cantidad similar a la que se registró hace dos años, en octubre de 2011, cuando se produjo la reelección de Cristina Fernández de Kirchner como presidenta de la Nación Argentina. Los resultados electorales dejaron importantes cambios en el escenario político de ese país sudamericano, comenzando por restar viabilidad a la perspectiva de reelección de Cristina en 2015, al quedar los kirchneristas y sus aliados a pequeña; pero tal vez insuperable distancia de los votos necesarios para impulsar la reforma constitucional pertinente en el Congreso. En clave salvadoreña, con elecciones presidenciales a la vista, lo que ocurrió el domingo en Argentina tal vez haya revelado similitudes interesantes con la situación que podría enfrentar el partido de gobierno de El Salvador si persiste en el error de apostar a la popularidad del presidente como factor fundamental de su estrategia electoral. Para decirlo pronto, la popularidad de Cristina no evitó la derrota sin paliativos de los candidatos de su ?Frente para la Victoria?, especialmente en Capital Federal, en la Provincia de Buenos Aires y en las demarcaciones políticas más relevantes del país. La trayectoria política, el liderazgo partidario y la popularidad de Cristina Fernández no son comparables con las ejecutorias de Mauricio Funes. Cristina tiene más de 30 años de estar en la política. En 1989 ya era diputada provincial y en 1995 ya era senadora nacional. Cuando asumió la presidencia en 2007 tenía una vasta experiencia acumulada que supo traducir, al término de su primer mandato, en genuina y avasalladora popularidad, hasta el punto de ganar la reelección en 2011 con la mayor diferencia de la historia electoral de Argentina, 37.3% más que la segunda lista en contienda. Habiendo alcanzado tan alto pedestal, resultó comprensible que la presidenta bajara un poco sus números por el desgaste de su segundo mandato, especialmente por escándalos de corrupción en su entorno, pero siempre se recuperó hasta mantenerse en niveles relativamente altos. El propio día de las elecciones, según reportó Prensa Latina, citando la encuesta a boca de urna del Centro de Estudios de Opinión Pública, la popularidad de Cristina Fernández de Kirchner creció a 52.5%. Subió su popularidad, si creemos en el dato que publicó la agencia cubana de noticias, pero

ese mismo día el Frente para la Victoria tuvo una caída casi abismal. Se mantuvo a duras penas como la fuerza política más votada, con un 32.5% de sufragios a nivel nacional, pero quedó 20 puntos abajo de la popularidad de la presidenta y, más importante aún, 20 puntos abajo de su propia votación de octubre de 2011, cuando Cristina ganó la reelección. En otras palabras, el domingo pasado casi 70 de cada 100 argentinos votaron por listas de oposición. Tratándose de elecciones legislativas, la parroquia kirchnerista ha podido maquillar la pérdida masiva de votantes, argumentando que mantuvo y hasta aumentó en 7 diputados su mayoría en el Congreso. Esto fue posible por el sistema de representación con fórmula DŽHondt, que tiende a favorecer a los partidos mayoritarios. Con esa fórmula, de manera similar a la de cocientes naturales y residuos, al final del día siempre resulta que un diputado en un departamento o provincia cuesta muchos más votos que en otra. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, en la que ganó la oposición, cada diputado les costó a los partidos más de 236,000 votos, mientras que en una provincia pequeña como Río Negro, en la que ganó el partido de gobierno, cada diputado les costó solo 85,600 votos. De esa manera un partido puede obtener más diputados con menos votos dependiendo de la distribución geográfica de los mismos y de la dispersión de sus adversarios. El

sistema permitió al oficialismo ganar en 11 provincias, algunas de ellas relativamente menores, pero perdió en Capital Federal y en otros 12 distritos, incluyendo las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Santa Fe. Esa historia de partidos que obtienen escaños en proporción mayor a su porcentaje de votación la conocemos bien los salvadoreños. Sucede siempre en elecciones legislativas, pero en

presidenciales no hay tales. En el caso de Argentina, a poco que se construya una alianza opositora relativamente seria para 2015, el dato de 70%

de electores votando contra el gobierno puede traducirse en una derrota humillante para el partido oficial. Salvo honrosas excepciones, la popularidad de los presidentes debe ponerse siempre bajo sospecha, entre otras razones porque puede comprarse o manipularse de muchas maneras. Pero aún asumiendo que no sea del todo falsa, el caso es que no garantiza el triunfo al partido de gobierno. Lejos de eso, algunos rasgos negativos de la gestión de un presidente pueden convertirse en una losa muy pesada para las aspiraciones de su partido. Al día siguiente de las elecciones en Argentina, un estudio de opinión de

la empresa ?Poll

Data?, realizado en Capital Federal y en el Gran Buenos

Aires, preguntó a los encuestados ¿cuál es para usted la principal causa de que no haya ganado el kirchnerismo? Para sorpresa de algunos, la corrupción ocupó el primer lugar (30.1%) en las respuestas, la inseguridad (21.8%), la situación económica (19.6%) y

el estilo confrontativo de la presidenta (15.3%) completaron el resultado. Si la encuesta se hubiera realizado a nivel nacional, las respuestas

tal vez habrían sido diferentes, pero lo importante es que el conglomerado urbano del Gran Buenos Aires que aglutina al

37% de los votantes, igual que el del Gran San Salvador, es el que decidirá las próximas elecciones presidenciales. Los cuatro problemas que molestaron más a los porteños, son los mismos que molestan a la capa media urbana de la zona metropolitana salvadoreña. En esta perspectiva, el FMLN debiera poner sus barbas en remojo. A la luz de los datos que hemos examinado, dicho con la más absoluta frialdad académica,

la popularidad de Cristina en Argentina era mucho más sólida que la de Mauricio Funes en El Salvador, y no fue suficiente para ganar. Al contrario, es probable que la figura, la

gestión y el estilo de la presidenta en los últimos meses de su mandato hayan sido factores importantes en la derrota del Frente oficialista. A buen entendedor, pocas palabras.

Por Salvador Samayoa