Solidaridad

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19 febrero 2014

Solidaridad Por Salvador Samayoa O scar Ortiz tenía solo 14 años cuando el ejército reprimió brutalmente a los estudiantes el 30 de julio de 1975, en las inmediaciones del Seguro Social, dejando un saldo de centenares de víctimas entre muertos, heridos y desaparecidos.

En esa marcha estaba, al frente por supuesto, un joven de extraordinario coraje y reconocido prestigio como dirigente estudiantil: el presidente de la Asociación General de Estudiantes Universitarios de El Salvador (AGEUS), Medardo González. Por mi parte, en esos tiempos era maestro, pero también Administrador del Colegio Externado de San José. Cerramos el portón que daba a la 25 avenida norte, como hacíamos siempre que pasaban frente al colegio las marchas de protesta, pero viendo desde la terraza el momento en que comenzaron a disparar a los manifestantes, dimos la orden inmediata de abrir los portones para que pudieran refugiarse los universitarios, evitando así un número aún mayor de muertos y heridos. Aquella fue la primera

vez, si no me falla la memoria, en que unidades del ejército se sumaron a los llamados ?cuerpos de seguridad? para reprimir a balazos una protesta popular. Después ya no hubo freno. La represión se hizo cada vez más brutal y cuanto mayor era la cantidad de dirigentes populares que caían presos o abatidos por las balas, mayor era el torrente de incorporación de maestros, estudiantes, obreros y campesinos a la lucha contra el régimen que caracterizábamos, en las organizaciones del Bloque, como ?tiranía militar fascistoide?. Antes de que murieran estudiantes en las marchas, ya las fuerzas populares habían publicado incontables comunicados dirigidos ?a todos los pueblos del mundo?, a tono con la retórica de la época, para denunciar los constantes ataques a la libertad de expresión, la cancelación creciente de

las libertades públicas y el carácter fraudulento de unas elecciones que solo en apariencia eran democráticas y libres, pero cuyo resultado estaba siempre condicionado por incontables abusos de poder y por grotescas manipulaciones de las instituciones del Estado. La situación era, en pocas palabras, muy parecida a la que ahora se vive en Venezuela. A tal punto que en Venezuela hoy, exactamente igual que en El Salvador ayer, los conservadores, los que detentan el poder, los gobernantes, acusan a la oposición con el mismo cinismo, con las mismas palabras, de promover la violencia, de alterar el orden público y de desestabilizar al gobierno y al país. En este contexto ha dado en días recientes unas declaraciones el candidato a la vicepresidencia por el FMLN, Oscar Ortiz. En esencia ha pedido ?respeto para Venezuela?, ha pedido ?no politizar el caso de Venezuela?. Ha dicho que ?sería un irrespeto decirles a los demás cómo tienen que hacer sus cosas?. Ha recordado que Venezuela ha tenido 15 elecciones en los últimos años y ha pedido que ?dejemos a otros en paz?, argumentando que ?ellos sabrán cómo resolver sus problemas?, así como nosotros ?lo

resolvimos de la mejor manera, con un acuerdo de paz?. Bueno, pues a Oscar habrá que recordarle que en los orígenes del Frente y en el ideario que cautivó a tanta gente y la llevó a niveles extraordinarios de compromiso y de sacrificio, nunca se entendió ?respetar? a un país como mirar para otro lado cuando el régimen de ese país reprimía a la oposición.

Esto debiera saberlo muy bien el candidato del Frente,

porque durante la guerra, cuando salió de las montañas para recuperarse de heridas sufridas en combate, asumió la responsabilidad de representar a las FPL en la ?Comisión de Relaciones Internacionales? (CORINTER) y en esa calidad viajó por todos los confines del planeta pidiendo a otros pueblos, a otros gobiernos y a fuerzas políticas de otros países que se pronunciaran sobre la situación de El Salvador y que tomaran partido a favor de los que luchaban contra la represión gubernamental. Por qué entonces era bueno que la prensa

internacional dedicara espacio y las fuerzas políticas de otros países exigieran al gobierno salvadoreño el respeto a los derechos humanos, y ahora es un irrespeto decirle a otros países cómo tienen que hacer sus cosas? En aquel tiempo el FMLN montó una exitosa y efectiva operación de cobertura y de repudio de la prensa internacional a las violaciones de

los derechos humanos en El Salvador. Porqué ahora está mal que la prensa

de El Salvador dedique espacio e incluso tome partido en relación con la situación de Venezuela? Para argumentar su posición de ?dejar en paz? a Venezuela, dice Oscar que nosotros ya pasamos por un problema de conflicto interno y lo resolvimos de la mejor manera. Eso es correcto, pero olvidó decir que lo resolvimos con una enorme cantidad de ayuda de la comunidad internacional. Nunca puede ser un irrespeto a otro país la preocupación y la solidaridad con sectores o minorías oprimidas por razones religiosas, étnicas o políticas. La comunidad internacional tiene derecho a intervenir en un país, hasta con el uso de la fuerza si es necesario, cuando el régimen de ese país está violando de manera grave y sistemática las libertades y los derechos humanos de la población. La primera versión legal de esta doctrina de ?intervención humanitaria? se remonta a la obra del jurista alemán Hugo Grocio, en el siglo XVII. Desde entonces la historia ha registrado cantidad de usos y abusos de este derecho internacional. En muchos casos de intervención por la fuerza, el ideal de protección humanitaria solo fue una justificación para luchas geoestratégicas de potencias que en realidad buscaban defender sus propios intereses. Además está el problema de la soberanía de los Estados, que debe armonizarse con el derecho de intervención internacional en conflictos internos de otros países. Por eso no respaldamos el uso de la fuerza, pero hay otras formas de atención que pueden sustentarse en instrumentos como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 o el más reciente Informe titulado ?Responsabilidad de Proteger? (2001) de la Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía de los Estados. A la luz de tales documentos, la solidaridad no solo es un derecho sino un deber de la comunidad internacional. Probablemente Oscar quiso decir otra cosa en sus declaraciones, pero

la dijo mal y la argumentó peor. En cualquier caso, el Frente no podrá mantener un discurso ambivalente o evasivo. Tendrá que elegir en algún momento entre sus mejores ideales y el dinero de Venezuela. Observador Político