Armando Calderón Sol, la Política y la Apolítica

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Por Manuel Hinds

23 October 2017

Hay una herencia del Dr. Armando Calderón Sol que el país ha olvidado y, en realidad, rechazado desde hace un

buen tiempo: su concepción de la política como una actividad concertadora. Esta concepción no fue inventada por él. Forma la esencia de la visión liberal del orden social.

Pero sí era vivida por él hasta el punto que marcó el rumbo de su presidencia. Si él tuvo una idea que fue la fuente última de sus acciones, fue ésta.

Era lo primero que venía a su mente cuando había que tomar una decisión que marcaría el rumbo del país, y de allí partía para tomarla. La idea es simple. Parte de una visión de la sociedad como un conjunto diverso, con personas sosteniendo una infinidad de opiniones sobre muchos temas, importantes o no para la vida del país.

Así como la sociedad necesita a la economía para poder alimentarse y desarrollarse, la sociedad también

necesita la política para formar de esa diversidad la unidad que se necesita para poder tomar las acciones

colectivas que son necesarias para el progreso del individuo.

Estas acciones son necesarias porque ningún individuo es una isla, y la persona humana no puede sobrevivir en el aislamiento.

Hay muchos bienes y servicios — llamados públicos en la teoría económica — que no pueden ser producidos

sin una decisión colectiva. Estos incluyen no sólo la seguridad pública y la defensa nacional sino

también la educación y la salud de la población. Nadie puede aislar su casa de las enfermedades infecciosas

que la mala salud pública genera, ni de las malas decisiones políticas y el mal ambiente causados por

la mala educación de la gente. Así como la decisión de una persona de tomarse un refresco no afecta a nadie,

las decisiones de un gobierno de hacer algo afectan a todos. Alguien tiene que tomarlas para que la sociedad

pueda funcionar. Obviamente no pueden satisfacer a todos porque, como hemos dicho, la sociedad

es diversa. A algunos les van a gustar y a otros no. El punto es con qué criterio se toman.

Hay dos maneras de hacerlo. La primera, la más primitiva, es que las toma un tirano (un individuo o un

grupo) que usa la coerción para que todos las acepten.

Este es el método usado por los reyes absolutistas y por todos los totalitaristas del Siglo XX, tales como Lenin, Mussolini, Hitler, Stalin, Mao, Trujillo, Fidel Castro, Raúl Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, etc. En esta modalidad, la unidad necesaria para tomar una decisión para todos se logra por la fuerza.

La segunda modalidad es la democrática, que toma ventaja de que la diversidad existe no sólo en uno sino en todos los temas.

Si sólo hubiera un tema, la posibilidad de lograr un acuerdo es muy baja. Es como si una calle de dos sentidos tuviera sólo un carril. Si dos carros se encuentran, uno yendo en un sentido y el otro en el otro, hay un impasse, porque para que uno avance, el otro tiene que retroceder. Si la calle tiene más carriles, sin embargo, ambos pueden llegar a su destino sin retroceder.

Estos varios carriles los da la misma realidad compleja, ya que permite compensar a los que quedaron insatisfechos en una dimensión de las decisiones con una decisión favorable en otra dimensión.

El arte de realizar estas compensaciones, de buscar unidad en medio de la diversidad, es la política. Dentro de esta visión de la política, el éxito está en lograr la armonía social, y está definido así en la Constitución Política entre las funciones de la presidencia.

Fue siguiendo esta concepción de la política que el Dr. Calderón Sol hizo de la concertación el eje principal de su presidencia, tratando de reconstruir el tejido social perdido durante la guerra, manteniendo siempre buenas relaciones con el FMLN, consultando sus opiniones cuando el país enfrentaba una crisis, y diciéndoles a los que no comprendían por qué lo hacía, ¿No te has dado cuenta de que representan a una buena parte del país? Por la misma

razón, pensando como estadista en el futuro, creó la Comisión Nacional de Desarrollo, y nombró en ella a personas de izquierda y de derecha con el mandato de crear un plan de consenso.

Desde hace algunos años esta herencia se olvidó y se ha perdido, sustituida por la idea de que el triunfo en la política constituye en demoler al adversario, del mismo o de otro partido, sin recordar que representa un porcentaje de personas que es necesario tomar en cuenta.

El resultado ha sido que cada vez menos personas son representadas y tomadas en cuenta, que los que no votan son cada vez más, que el prestigio de los partidos políticos y los políticos es cada vez menor, que la gente cree que la única solución del país es eliminar a los políticos, y que los políticos ahora hablan como si no lo fueran, tratando de parecer apolíticos cuando buscan ventajas políticas.

Como el Dr. Calderón Sol siempre decía, el tratar de eliminar la política es un grave error porque si los políticos se eliminan la única opción que queda para manejar los temas que requieren acciones conjuntas es una tiranía totalitarista. Es como decir que hay que eliminar a todos los carros porque uno compró uno que no funciona. Si hay problema con los políticos, el problema son los políticos específicos, no la política.

Si esto se reconoce, se vuelve obvio entonces de quien es la culpa de los problemas tan grandes del país. La culpa no es de los políticos malos, sino del que los hizo políticos y funcionarios.

El problema está en el abstencionismo del pueblo, en la resistencia a participar y a tomar una actitud propositiva para el país. Este problema no se resolverá si el pueblo no entiende lo que dijo el Presidente Kennedy: “No preguntes lo que el país puede hacer por ti.

Pregunta lo que tú puedes hacer por el país.” En ocasión de la muerte del Dr. Calderón Sol es importante recordar que él así pensó, y así actuó, y por eso fue que su herencia más importante, en medio de muchas otras también importantes en la historia económica y social del país, fue la que más rápido se ha olvidado: su reconocimiento de que todos somos hermanos y que, sin concertación, no vamos a poder desarrollarnos.