La crisis de la Ley de Amnistía

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20 July 2016

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ay varias razones para preguntarse si la sentencia de la Sala de lo Constitucional que derogó la Ley de Amnistía ha sido sabia. Primero, ha revivido viejos conflictos que no parece bueno traer del pasado. El recuerdo de los crímenes de la guerra da nueva vida a los sentimientos divisivos que llevaron a El Salvador a la guerra, el hecho más triste de nuestra historia.

Segundo, el país tiene muchos problemas importantes y urgentes que requieren de considerables esfuerzos para resolverse, esfuerzos que tendrán que diluirse para poder enfrentar hechos muy dolorosos que ocurrieron hace entre veinticinco y treinta y cinco años. Es decir, habrá que dejar de atender hechos dolorosos de hoy por atender los de hace ya mucho tiempo.

Tercero, no puedo pensar en otra sentencia que, ni de cerca, pudiera tener tantos enemigos, y tan variados, y al mismo tiempo ser tan divisiva. Los que se quejan son de todos los sectores del país, y en todos ellos se siente dolor. Peor todavía, muchos grupos sienten que la sentencia era dirigida para destruirlos a ellos en beneficio de otros grupos que también se sienten agredidos. En ese revivir mucha gente puede cometer muchas locuras.

No quiero discutir en este artículo si fue bueno o malo que la Sala dictaminara que la Ley de Amnistía era inconstitucional sino el tema de qué hacer ante su derogación. El ambiente de desazón, las continuas opiniones de personajes en la televisión recalcando los problemas listados, y las opiniones de abogados que consideran que la sentencia no es correcta crean un escenario propicio para que la gente piense que lo que hay que hacer es revertir la decisión de la Sala. Esto, sin embargo, sería el peor error que la sociedad salvadoreña puede cometer. En todas las legislaciones civilizadas existe una y solo una institución con el poder para interpretar la constitución. Esto es lógico porque si hubiera más de un intérprete el sistema legal se convertiría en un caos. Una de las instituciones a cargo de interpretarla podría decir que una cosa es constitucional y otra que no lo es. Con eso la constitución no valdría nada. Cualquiera la podría interpretar como le diera la gana.

Al determinar que habrá solo una institución a cargo de interpretar la constitución los constituyentes estaban totalmente conscientes de que esa institución podía cometer errores, y que en realidad, como cualquier obra humana, era seguro que los cometería. Pero contraponiendo los riesgos que estos errores podrían causar a la sociedad con los que causaría el caos que surgiría de que hubiera más de un intérprete prefirieron correr el riesgo de los errores y no el del caos. La razón más importante para hacerlo es que el caos de las múltiples interpretaciones podría usarse para justificar tiranías y arbitrariedades. Los tiranos siempre usan la necesidad de poner orden en medio de opiniones encontradas como la excusa para violar todos los derechos individuales.

El juez Robert Jackson de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos explicó el tema de esta forma: "No somos los jueces finales porque seamos infalibles, sino somos infalibles porque somos los jueces finales". Alguien tiene que ser final, y la Sala es la final.

El establecer que la Sala de lo Constitucional es la única intérprete de la Constitución significa que sus sentencias tienen que aplicarse, aunque sean equivocadas de acuerdo a algunos abogados, aunque sean inconvenientes, y aunque sean controversiales, porque el daño causado a la sociedad por no acatar una de ellas es mucho menor que destruir la integridad de la Constitución. Los ciudadanos o el gobierno no pueden arrogarse la potestad de acatar solo aquellas sentencias que les gusten o les convengan.

Yo no quiero insinuar que la derogación está equivocada o no, y no quiero entrar en el tema. Mi punto es que aun si estuviera equivocada no podemos permitirnos regresar a la arbitrariedad en el manejo del país, tantos años después de la guerra que supuestamente terminó con ella. Los mismos que hoy se sienten acosados estarían en una peor condición bajo una dictadura arbitraria. Lo que sí podemos hacer es buscar una manera para que los juicios que salgan de la derogación de la Ley de Amnistía sea llevados a cabo dentro de un ambiente de total justicia — algo que no existiría si en el ambiente emocional de estos días se decide defenestrar a la Sala de lo Constitucional, echando para atrás todo lo ganado en la incipiente democracia salvadoreña y perdiendo todos los derechos ya ganados.