Encuestas y viejas ideas

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Salvador Samayoa / Cortesía

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12 December 2018

Me piden con frecuencia mi opinión sobre las encuestas. Diré pronto lo que pienso. Luego lo desarrollo. No descalifico las encuestas. Nunca lo hago, pero tampoco compro todo lo que dicen. Hay otros elementos de análisis, tanto o más sólidos, más reales sin duda, y en cualquier caso imprescindibles para ponderar lo que puede ocurrir en la próxima elección presidencial.

En años anteriores, algunas instituciones y empresas que hacen estudios de opinión o encuestas sobre preferencias políticas han publicado mediciones muy cercanas a los resultados obtenidos por los diferentes partidos el día de las elecciones, sobre todo en las encuestas realizadas a pocos días del evento electoral. Estas mismas casas, sin embargo, también han publicado en ocasiones preferencias e intenciones de voto bien alejadas de la realidad. Si estas preferencias que miden las encuestas se manejaran como pronósticos, aún sin ser ese su propósito, diríamos que en algunos eventos se han equivocado por más de 20 puntos porcentuales en relación con el resultado electoral.

Hablamos aquí de encuestas serias, que alguna vez se han equivocado de manera muy gruesa, pero tienen casi siempre niveles muy respetables de acierto en sus estudios de opinión. Otras encuestas, francamente, no son dignas de atención, porque tienen muy evidentes sesgos o deficiencias metodológicas, y porque sus números están siempre muy alejados de la realidad, tal como se ha comprobado año tras año al conocerse los resultados de cada votación.

En los últimos meses casi todas las encuestas reflejan un clima de opinión en el que los pronunciamientos a favor del candidato del partido GANA, Nayib Bukele, lo sitúan al frente de las preferencias electorales, a considerable distancia de todos sus adversarios.

Cada uno toma como quiere los sondeos de opinión. Muchos los utilizan para proclamar de manera anticipada una victoria inevitable de Bukele. A estos, obviamente, les encantan los números que arrojan las encuestas. Ya ganaron los tres puntos sin necesidad de jugar el partido y no quieren ni oír hablar de la probabilidad de un resultado diferente.

Otros niegan su validez por sospechas de favoritismo -siempre a flor de piel en nuestro medio- o por argumentos técnicos más o menos aceptables. Lo más probable, sin embargo, es que ni estén equivocadas todas las encuestas al reflejar un clima de opinión favorable a Bukele, ni deban tomarse estos indicadores como demostraciones inapelables del comportamiento futuro de los ciudadanos, porque en esta lógica, si el que va arriba en las encuestas gana seguro y no hay manera de que se produzca otro resultado, no se entendería bien para qué hacemos elecciones; no se entendería bien por qué no hacemos mejor solo encuestas, si -total- el resultado será igual.

Los que toman con triunfalismo las encuestas lo hacen por interés más que por convicción. Recurren a "viejas ideas" que en realidad son viejas tácticas que a veces funcionan. Al crear la percepción de una ventaja insuperable y de una victoria inevitable desmoralizan al adversario principal y envían a otros sectores -a los votantes del FMLN en este caso- el mensaje y la consigna trillada del "voto útil", de no desperdiciar el voto, de apostar mejor a caballo ganador.

El uso táctico de las encuestas es normal. El triunfalismo puede tener uno de dos efectos: contagiar entusiasmo y hacer más segura la victoria o desmovilizar a los propios adeptos que ya no consideran necesario salir de su casa para ir a votar. Estas posibilidades las analiza cada comando de campaña, pero en cualquier caso lo más sensato para todos es considerar que las encuestas son solo opiniones, obtenidas con mayor o menor rigor estadístico, con mayor o menor solvencia profesional. Lo único cierto es que en un régimen democrático el día de las elecciones puede pasar cualquier cosa.

En resumidas cuentas, Bukele puede ganar el próximo 3 de febrero, pero también puede perder. En favor de su posibilidad de victoria están las encuestas y cierta dosis tal vez magnificada pero importante de frustración y malestar social. Aparte de eso, poco más. En contra de su posibilidad de victoria están otros aspectos de la realidad.

Uno de esos aspectos es la fuerza territorial. Los partidos de la coalición "Alianza por un Nuevo País" controlan 168 gobiernos municipales, a los que accedieron recientemente como expresión de su arraigo popular. El FMLN y sus aliados tienen 66. GANA, el partido de Bukele, tiene 26. Las alcaldías no votan, pero sin duda aportan destreza organizacional y recursos humanos para la movilización electoral.

En este ámbito, Bukele está en desventaja y tiene además una contradicción de difícil resolución. Por una parte desprecia a GANA y piensa que la asociación con este partido deteriora su imagen personal. Por otra parte no tiene aparato propio para el trabajo territorial. Entonces, o bien paga un costo de imagen, o paga un costo por ausencia y escaso contacto con la gente a nivel nacional. Y en esas cavilaciones parece que se ha quedado como el Asno de Burridán.

Otro aspecto que no facilitará la victoria de Bukele es la conformación por edades del padrón electoral. Es evidente que su mayor concentración de votantes estará en los grupos de menor edad. Pero los menores de 35 años son, con pocas centésimas de variación, el 40% del padrón. El perfil sociológico del joven cambia llegando a los 30, pero aún asumiendo que el grupo de 29 a 34 años responda de igual manera que el de 18-29, y suponiendo que una cantidad muy alta como el 50%- 60% de menores de 35 años vote por Bukele, esto le dará solo el 20%- 24% de los votos válidos. De allí para arriba, puede tener entre los mayores una buena votación, pero es poco probable que logre números similares en el tramo más largo del padrón.

El caudal de votos de los partidos en contienda es otro dato que no se puede ignorar. Si la participación es 60%, como en la segunda vuelta de 2014 será casi segura también en 2019 la segunda vuelta electoral, pero si es 55%, como en la primera vuelta, poco más de 1,400,000 votos será suficiente para ganar.

ARENA-PCN-PDC sumaron hace ocho meses una cifra cercana a ese umbral (1,242,502). GANA obtuvo un millón de votos menos que la coalición, y menos de la mitad del FMLN en su peor versión. Cierto, no estaba Bukele, aunque hizo campaña para anular. Cierto, no es lo mismo elección legislativa que presidencial, pero son datos sólidos difíciles de remontar.