Salvadoreños emigran pese al “buen vivir” pero no van hacia Venezuela

Ahora es una caravana de salvadoreños la que ha salido a aventurarse, como antes lo hicieron miles de hondureños escapando de un régimen que no les garantiza su seguridad ni su desarrollo ni que estarán libres de la corrupción que encarece cada día más sus vidas.

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29 October 2018

¿Tratan de entrar a un país o hacen lo posible por salir? Una de las grandes fotografías del siglo pasado muestra a un soldado fronterizo de Alemania comunista que mira a su alrededor y cuando está seguro de que nadie lo vigila, tira al suelo sus armas, su casco y escapa a Occidente, o como se dice, “vota con sus pies”.

Eso está sucediendo en estas tierras: los que pueden escapar del país del “buen vivir” de los efemelenistas, lo hacen a la primera oportunidad, lo que explica el enorme número de salvadoreños fugitivos en la frontera de Estados Unidos o que buscan emigar a otras naciones, como es también el caso de los centenares de miles de venezolanos que están escapando del “paraíso chavista”, de la narcodictadura.

Ahora es una caravana de salvadoreños la que ha salido a aventurarse, como antes lo hicieron miles de hondureños escapando de un régimen que no les garantiza su seguridad ni su desarrollo ni que estarán libres de la corrupción que encarece cada día más sus vidas, como también les ocurre a los guatemaltecos.

Pero los salvadoreños huyen, no solo en la caravana, sino en pequeños grupos que se arriesgan a diario, prefiriendo los peligros de la travesía por Guatemala, México y el desierto de Arizona, a vivir en un país cuyos gobernantes no les procuran oportunidades, sino propaganda y odio de clases. La diáspora no ha parado en estos 10 años de efemelenismo pese a sus promesas de bienestar y trabajo, pero que solo han reflejado corrupción y autoritarismo.

Al mismo tiempo que hay una caravana, que se dice que han infiltrado los coyotes, se producen éxodos en las comunidades del interior porque no tienen seguridad y están a merced de las pandillas, a las cuales se ha dejado que tengan territorios de hecho.

Como esto afecta su imagen, lo primero que hace el oficialismo es ir a la Asamblea con una ley que pretende callar a los medios y sus noticiarios, pero también llega al absurdo de buscar restringir las transmisiones del cable y hasta de Netflix. Para aderezar la mordaza, dicen que es para “promover la cultura de paz” y evitar la violencia en los medios. Es como aquello de empeñarse en “mirar la paja en el ojo ajeno y no ver la viga que tienen enfrente”...

Son más de 10 años de “buen vivir”, pero solo para los figurones del partido oficial, mientras la gente sufre por falta de medicinas en los hospitales o de escuelas que están cayéndose.

Huyen de la incertidumbre, de la venta de su Patria

¿Cómo se explica que la gente escape pese a que disfrute del “buen vivir” y la dicha plena socialista del siglo XXI? ¿Por qué prefieren salir hacia Estados Unidos y no hacia Cuba o Venezuela, la tierra que mana leche y miel chavista?

¿Qué espera internamente a los salvadoreños si la venta de su Patria por el actual grupo en el poder se realiza? Ya hubo un chino que dicen que está por comprar una isla “para construir hoteles”, pero no se trata de hoteles para recibir a turistas italianos o a un grupo de finlandeses, sino que se teme que sea para albergar a militares chinos.

¿Qué espera a los salvadoreños “de la calle”, a los emprendedores, a comerciantes y fabricantes, a los partidos políticos, a los diputados democráticos? Los salvadoreños se encontrarán como los hombres que van en una lancha y en ella se sube un elefante: si el elefante se mueve, molesta mucho; si no se mueve, también.

Simplemente que el país terminaría rápidamente por marchitarse, pues sus principales problemas, la corrupción, las imposiciones de los políticos desfasados y antidemocráticos y la falta de incentivos y confianza para invertir, le darán el tiro de gracia. Al final, muchos decidirán seguir arriesgándose en travesías que quedarse esperando con los brazos cruzados y soportando atropellos e impunidad.