En Rusia se hallan nuevas puertas al idioma y a la cultura oriental

La música puede ser un excelente vehículo para insertar en el cerebro las palabras y su correcta pronunciación, como se hace con el inglés con las clásicas de Frank Sinatra o Elvis, o con el francés con el recientemente desaparecido Charles Aznavour o con el italiano con Domenico Modugno.

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22 October 2018

Gracias a su empeño, su buena cabeza y la ayuda del Dios, el joven César Tesorero ha recibido una beca para estudiar biología en San Petersburgo, pero antes debe aprender ruso, lo que no es nada fácil aunque el ruso y el español sean idiomas indoeuropeos.

Y esto nos recuerda un pintoresco comentario de la actriz griega Melina Mercouri, que llegó a ser Ministra de Cultura de Grecia: cuando en su más memorable película, “Nunca en Domingo”, le preguntan cómo aprendió tantos idiomas, su respuesta más que picante puede resumirse en una frase... con mis admiradores, el uno, el dos, el tres y así sucesivamente.

Esto vale para aprender cualquier idioma: muchos jóvenes buscan amigas rusas o italianas o alemanas, según el país, o, como Pinkerton en Madame Butterfly, una linda japonesa, que luego sufre un trágico destino...

Pero ¿hay otros caminos para llegar a la meta que alguien se propone de aprender un idioma?

Sí lo hay y esa es nuestra recomendación a César: leer en ruso obras que ya ha leído en español, pero comenzando con libros de cuentos infantiles y de allí ir escalando a obras más difíciles, como una novela. Y al leer, no ocuparse de buscar el significado de palabras desconocidas, sino seguir leyendo, y al llegar al final de la obra, volver al inicio y repetirlo hasta que se aprende la mayoría de términos.

Como nos cuenta una persona muy cerca de este Diario, así fue que en Alemania, donde estudiaba, aprendió lo esencial del italiano, lo que luego se afianzó con unos cuantos viajes por ese “país del arte” en que cada ciudad tiene su propia y única fisonomía y encanto.

Pero el joven becado debe, además de aprender el ruso y hacerse un destacado biólogo, que si necesitamos esa clase de grandes profesionales en El Salvador, conocer lo mucho de arte e historia tanto de San Petersburgo como de toda Rusia.

La música puede ser un excelente vehículo para insertar en el cerebro las palabras y su correcta pronunciación, como se hace con el inglés con las clásicas de Frank Sinatra o Elvis, o con el francés con el recientemente desaparecido Charles Aznavour o con el italiano con Domenico Modugno y Gigliola Cinquetti.

No hay que viajar como las valijas, sin nada que aprender

No hay que viajar como valija, como quienes vuelven igual como se fueron, o como algunos políticos salvadoreños, que van a Roma o París sin que Roma o París realmente dejaran algo en ellos, al menos que se haya sabido.

La literatura rusa es muy rica en extraordinarias obras pero tenemos, los que nunca aprendimos ruso, la buena fortuna de contar con excelentes traducciones. Y como en el caso de los dramaturgos y filósofos griegos, de Tucídides y otros, es muy difícil aprender griego, además de que los traductores buenos llegan a saberlo mejor de lo que al común de los mortales les es posible, lo que no es tan fuera del alcance de quienes se lo propongan en el caso del ruso o del inglés para leer y captar el contenido de su gran literatura y poesía.

Mucho de todo ese mundo esplendoroso de literatura, arte, conocimiento, se encuentra en el internet, como también cursos de idiomas de pago como el Rosetta, o sin pago como Duolingo, lo que obviamente conoce el joven César. Todo está en ponerse a buscar contenidos buenos, además de que no está lejos el día en que una tableta vaya traduciendo a un idioma conocido por el usuario lo que se dice en otro y en tiempo real, inmediatamente.