Celebramos a San Romero como modelo de fe y heroísmo

El cristianismo de Romero, que se remonta a San Pedro y San Pablo y por intermedio suyo a los grandes filósofos griegos, los que descubrieron el espíritu, no es lo usurpado por sectas que persiguen el derecho a pensar, ni menos por los cleros medievales que silenciaban, torturaban o quemaban vivos a sus detractores.

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11 October 2018

Los hombres y mujeres de esta tierra celebramos que Monseñor Romero sea elevado a los altares de la Iglesia Católica, un júbilo que han mostrado también otras iglesias y denominaciones.

Al canonizar a una persona, la Iglesia no lo está convirtiendo en santo por sí misma, sino que está reconociendo una condición que el beato ha ganado por su fe y sus virtudes heroicas, más si es un mártir.

Romero pasa a ser el salvadoreño más universal y nos presenta ante el mundo como un pueblo mártir que se sobrepone a guerras, rechaza la injusticia y la impunidad y busca incansablemente la paz.

Con sus luces y sombras, la fe cristiana ha sido un factor clave en el esplendor de la civilización, en la promoción de principios que sustentan nuestras libertades, derechos humanos, dignidad y la procura del bien común como hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios.

El cristianismo de Romero, que se remonta a San Pedro y San Pablo y por intermedio suyo a los grandes filósofos griegos, los que descubrieron el espíritu, no es lo usurpado por sectas que persiguen el derecho a pensar, ni menos por los cleros medievales que silenciaban, torturaban o quemaban vivos a los disidentes.

En aquellos tiempos, dijo un escritor español, “los talibanes éramos nosotros”, más comparando la tolerancia y el florecimiento que hubo en los califatos andaluces, las tierras más libres del mundo de entonces.

El cristiano tiene una ruta de vida muy clara: obedecer los Diez Mandamientos y estar libre para vivir como mejor le convenga, siempre que no viole o atropelle los derechos de otros y trabaje por el bien común.

El Obispo Mártir testimonió con su vida su búsqueda de la hermandad entre salvadoreños y el ecumenismo, la búsqueda de la unidad entre cristianos, pero también el respeto y la fraternidad con otras religiones, como judíos y musulmanes, como también lo mostró el inolvidable Papa Juan Pablo II en sus numerosos viajes apostólicos.

Somos un pueblo de fe, libre,

sin ataduras mentales

Romero fue un mártir por el odio a la fe, a la tolerancia, a la libertad de conciencia, principios que debemos defender, pero no deben llevarnos a transigir con creencias extremistas que esclavizan a los hombres y reducen a las mujeres, como las que han sumido en las más oprobiosas teocracias a pueblos enteros en Medio Oriente, y menos con quienes siguen usando su imagen para promover el odio de clases y cubrir la podredumbre de la corrupción oficialista.

Sin caer en la nefasta xenofobia, que tanto daño le está haciendo a muchos países en América y Europa, debemos defender nuestra fe y tradiciones, pero ser fraternos y amables con quienes no profesan el mismo credo o no tienen ninguno.

Tampoco debemos dejarnos engañar por falsos mesías, como cuando Fidel Castro bajó de la Sierra Maestra portando un medallón de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, para después sumir a su pueblo en la más abyecta dictadura.

Vivimos en un país libre, fraterno y hospitalario, amante de la paz y la justicia, que ha entregado sangre, sudor y lágrimas para defender esa libertad y sus principios y tradiciones.

San Romero debe ser el modelo para aprender a ser santos a través de la sana convivencia y el trabajo hacia el progreso, pero también para denunciar lo que nos puede degradar, como los abusos, la intolerancia, la corrupción y la impunidad.