En el Día de la Unidad Alemana recordamos a un noble amigo

Un día como hoy los berlineses del Oeste, los hombres libres, derribaron con almádanas el Muro de la Infamia, abriendo puertas a un torrente humano que pasó de la oscuridad, la censura, la opresión y el miedo, a la libertad. No olvidemos a otros pueblos sometidos en el presente.

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03 October 2018

El doctor Joachim Neukirch, quien fue tres veces embajador de Alemania en nuestro país, es un extraordinario pianista que organizaba recitales en su residencia.

El repertorio era música de grandes compositores para el piano, obras en las que su maestría brillaba. A la distancia del tiempo no recordamos sus programas, pero eran siempre refinados, un regalo para los oyentes.

Lo que lamentamos es que el embajador no haya ofrecido un concierto al gran público, que pudo haber sido para una causa caritativa. Y estamos seguros de que sigue como virtuoso del piano y como gran maestro de la diplomacia, pues algunos de sus sucesores en Centroamérica fueron preparados por él en lo equivalente a especializaciones y posgrados.

Un gran diplomático que se dio a querer por los salvadoreños, un intelectual y un refinado pianista son fruto de familias de estirpe que forman a sus hijos en positivos principios, que desarrollan su intelecto, que los instan a seguir una carrera universitaria importante y que además les alientan a cultivar sus dotes especiales, en este caso la música.

Gracias a sus esfuerzos personales y el apoyo de su familia, Joachim pudo superar las tremendas dificultades que afrontaban familias y jóvenes alemanes después de la Segunda Guerra Mundial en su país, devastado por los bombardeos cuando ya estaba vencido, el equivalente a agredir a combatientes heridos y sin capacidad de defensa.

Las grandes ciudades alemanas, ciudades que se contaban entre las más bellas de la Europa Central, sus iglesias, sus monumentos, sus lugares históricos, literalmente estaban en ruinas y los niños y las mujeres tenían que buscar, entre los escombros, materiales con los cuales reconstruir sus viviendas.

Nos tocó ver la Catedral de Colonia, una de las más hermosas catedrales góticas del mundo, con huecos en el techo y las naves llenas de escombros.

El precio de la libertad es la eterna vigilancia

En esta fecha que conmemora la Reunificación Alemana, cuando los berlineses del Oeste, los hombres libres, derribaron con almádanas el Muro de la Infamia, abriendo puertas a un torrente humano que pasó de la oscuridad, la censura, la opresión y el miedo, a la libertad, recordemos otros pueblos sometidos en el presente:

Pensemos en los venezolanos que sufren toda clase de penalidades y humillaciones bajo la narcodictadura chavista, del “socialismo del siglo XXI”.

Pensemos en los nicaragüenses que están siendo masacrados por Ortega y su régimen sandinista; pensemos en los cubanos, que desde hace más de sesenta años sufren de opresión, hambre, miedo y cárcel, en beneficio de los pocos ladrones que están en la cúpula del poder; recordemos todas las tragedias de pueblos que cayeron en garras del comunismo en el siglo XX, desde los chinos bajo Mao hasta naciones africanas que al día de hoy sufren las consecuencias de los años de hambre y de infamia.

Esas tragedias deben alertarnos de la amenaza que desde hace casi un siglo se cierne sobre El Salvador, variantes de la misma obsesión de destruir nuestras libertades e implantar un régimen totalitario y corrupto, nugatorio de las libertades, la alegría, la decencia, el buen futuro.

Nunca debemos olvidar que el precio de la libertad es la vigilancia eterna.