No es inevitable perder memoria o inteligencia

Ocuparse en enseñar a niños, aprender nuevos idiomas, ser consultor, puede prolongar indefinidamente las capacidades mentales “hasta el momento que Dios los llame para formar parte de su junta directiva”. Para mantener a distancia al señor Alzheimer hay que cuidar el peso, hacer ejercicio, evitar el alcohol, seguir pensando.

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13 September 2018

Los problemas relacionados con la memoria, la forma de mantenerla y cómo se pierde, trata nuestro colaborador, el ingeniero Pedro Roque, en un muy instructivo artículo reciente.

El articulista expone que la pérdida de la memoria y el Alzheimer, ese malévolo alemán que persigue a tantos, afligen a un creciente número de personas a partir de los cincuenta años.

Es en este punto donde vamos a recordar una máxima latina, mens sana in corpore sano, (mentes sanas en cuerpos sanos), lo que significa que si queremos tener una buena memoria al entrar en los años dorados, lo que va a determinar si se sufre o no de pérdida de la misma o, peor aún, de Alzheimer dependerá del cuidado que una persona le ha dado a su cuerpo y a su salud en general.

Aquí vale recordar otro axioma: músculo que no se ejercita, se atrofia, y aunque las facultades intelectuales son intangibles, el principio es el mismo: si una persona no se esfuerza por recordar, por aprender, por ejercitar su mente, por seguir siendo curiosa, no puede esperar que con el paso de los años conservará su memoria e inclusive su capacidad para pensar y aprender nuevas cosas.

En este punto vamos a sacar del desván de los recuerdos un libro escrito hace ciento cincuenta años, titulado “los venenos de la inteligencia”, que habla sobre los terribles efectos en la mente de los hombres del alcohol, el tabaco y, peor todavía, los estupefacientes.

El sobrepeso, males como la diabetes, el alcoholismo, la inactividad corporal, afectan tanto al cuerpo como a la mente, y un hombre que no puede caminar un kilómetro sin agotarse no puede esperar que su memoria y su capacidad de pensar estarán tan vigorosas como cuando tenía treinta años, aunque hay jóvenes de veinte que ya son viejos en sus actitudes y sus pobres cuerpos.

Hay maneras de ejercitar la memoria, sea obligándose a recordar hechos, fórmulas, nombres, episodios históricos, como relacionar a alguien con circunstancias inverosímiles. Ardides para recordar. Y como dice don Pedro, con cuidado puede alguien llegar a los cien años con su cabeza lúcida, como fue el caso de doña Mercedes de Altamirano, fundadora de este Diario.

Lo esencial, además de cuidar el cuerpo, es seguir aprendiendo, pensando, argumentando con otros o con uno mismo... no caer en la inercia, en el desinterés, en dejar de leer y dejar de informarse.

Facultades que no se ejercitan

terminan por atrofiarse

Mucha gente, al dejar de trabajar, al jubilarse, envejece de golpe, pues deja de estar activa; otros simplemente no se retiran, mientras unos terceros aprenden nuevas cosas o inclusive fundan negocios, para no pasar desocupados. Y ocuparse en enseñar a niños, aprender nuevos idiomas, ser consultor, puede prolongar indefinidamente las capacidades mentales “hasta el momento que Dios los llame para formar parte de su junta directiva”.

Para mantener a distancia al señor Alzheimer hay que cuidar el peso, hacer ejercicio, evitar el alcohol, seguir pensando. Cuando decimos “estudiar” se debe entender ir más a fondo en una cuestión que nos interesa, preguntar a otros, leer en la Wikipedia... todo equivale a correr por delante de la pérdida de memoria, ser más rápidos que el alemán del cuento.

Pero hasta el presidente Reagan olvidó haber vivido en la Casa Blanca.