¿Qué se puede esperar de López Obrador?

Los populistas —una palabra para designar a los demagogos que ofrecen el oro y el moro sin ninguna intención de cumplir esas promesas— son una plaga recurrente en el mundo. México los ha tenido de sobra, los cuales salieron del poder con enormes fortunas.

descripción de la imagen

Por

29 June 2018

Muchos pesos mexicanos ha ofrecido dar López Obrador “a los jóvenes sin trabajo”, lo que ha atraído a su candidatura una importante masa que cree eso posible, un ardid como el de los peluches de un farsante en este país y los repartos de bolsas de semillas por los efemelenistas en sus convocatorias del “buen vivir” antes que su gobierno implosionara.

Considerado por sus críticos el Hugo Chávez de México y por lo mismo generando recelos en el pasado que no le permitieron llegar lejos, es la tercera vez que López Obrador compite por la presidencia, ahora enarbolando la bandera de la austeridad y la lucha contra la corrupción.

En el cierre de campaña en el Estadio Azteca, la palabra más repetida por los seguidores del candidato era “cambio”, como cuando la pregonaba Funes (“el cambio seguro”, seguro de llevar al desastre) como fue el eslogan de Obama y es el anzuelo de populistas en todo el mundo.

Las masas están fascinadas con lo de “cambio” —lo ofrecen todos los demagogos— sin ponerse a pensar que hay “cambio” del bienestar a la pobreza, de la libertad a la dictadura, del orden al desorden.

Chávez ofreció un “cambio” y cumplió su oferta con creces: de la prosperidad los venezolanos han cambiado al desastre, de comer los tres tiempos a comer basura.

Hay promesas que pueden cumplirse, como cuando ofrece bajar el impuesto a la gasolina e incrementar la producción. Y como siempre, se ofrece combatir la corrupción, como hicieron los efemelenistas en este país y lo decía el Funes ahora buscado por la Interpol precisamente por corrupción sin límites.

Pero la corrupción es más un efecto de exceso de regulaciones que de otra cosa, pues a mayor número de funciones estatales, mayores serán las oportunidades de funcionarios corruptos para exigir “coimas”. Y lo que anunció López Obrador de regular los precios de los productos agropecuarios abre las puertas a la corrupción, pues fijar precios se presta a sucias negociaciones.

A mayor burocracia, que es lo que se vislumbra en el programa de este populista, mayor será el descontrol y mayor el campo de los corruptos, como ha sucedido aquí en El Salvador.

La gran corrupción inicia con la imposición como cabeza de una junta de gobierno golpista que estuvo en el poder entre 1979 y 1982 y promulgó una serie de reformas que solo dañaron al país tanto como la guerra que la extrema izquierda desató al mismo tiempo. Solo piénsese en las negociaciones bajo agua que en ese entonces se hicieron con las cosechas de café y, sobre todo en la compra de combustibles...

Cada elección pone en

vilo a los países de América

Los populistas, una palabra para designar a los demagogos que ofrecen el oro y el moro sin ninguna intención de cumplir esas promesas, son una plaga recurrente en el mundo. México los ha tenido de sobra, populistas que salieron del poder con enormes fortunas, como Luis Echeverría, y ahora son la gran amenaza sobre Italia y, hay que ver, sobre España después de la derrota del poco hábil Rajoy.

Muy sintomáticamente López Obrador no menciona el más grave problema de México, que es el crimen organizado y los cárteles de la droga, los que asesinan políticos y viven de los secuestros y las extorsiones, amenazando a comunicadores y policías.

Sin embargo, es muy poco probable que López Obrador imite a Chávez o busque un encontronazo con Trump, pese a las derogatorias referencias que éste hace de los mexicanos. Envolverse en la bandera es un recurso para defender “la dignidad” del país, pero no irá mucho más lejos.

Cada elección en un país de nuestra América pone en suspenso a los pensantes en esta tierra, y la de México no es excepción.