La miseria del paraíso rojo, la prosperidad de “los explotados”

El nuevo Berlín, la parte de la ciudad con los mejores almacenes, tiendas de lujo, restaurantes... es precisamente donde estaba el Berlín rojo, que al no tener edificaciones o nada de importancia, simplemente fue arrasado para edificar lo nuevo.

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19 June 2018

En Berlín, Alemania, a la fecha está en pie el gran almacén del Oeste en un tiempo, el KDW (Kaufhof des westens) tan grande como Macy’s de Nueva York, que en su momento era un escaparate de la abundancia, colorido y buen gusto del Berlín libre contra la escasez, opacidad y miseria general en el Berlín marxista, donde había poco de comer y muy poco para vestir y calzar.

¿Cómo es que un ruso de entonces, un búlgaro, un polaco reconocían de inmediato a una persona del Oeste? Muy simple: viéndole los zapatos, calzados bien hechos de buenos materiales usualmente cuero, contra las alpargatas y pobrísimos zapatos del comunismo, como lo que los pobres cubanos llevan en sus pies hasta ahora.

Los cubanos menos iguales, eso es, pues sus capataces se visten muy bien, disfrutan de las mieles del capitalismo.

El KDW sigue siendo uno de los sitios “que se deben ver” y muy especialmente el último piso, dedicado a las comidas y bebidas, donde se consiguen exquisiteces provenientes de todas partes del mundo.

Berlín es un escaparate de maravillas, estando en cierta forma dividido como en los años de la Guerra Fría, división que se marca con la Puerta de Brandenburgo. Hasta allí la gran y boscosa avenida del Berlín Oeste se destaca por el Ángel Dorado sobre una columna y el monumento al “violador desconocido” como los berlineses denominan a un grupo escultórico dedicado a los soldados soviéticos, en su momento violadores y saqueadores.

La Puerta de Brandenburgo separaba los dos Berlines, comenzando por la plaza de París, la embajada de Francia y un auditorio obra de Frank Ghery, el transformador de Bilbao.

Y desde allí parte la avenida “bajo los olmos”, Unter den Linden, donde Hitler hacía marchar a sus monstruos, Hitler el nacional-socialista.

La Unter den Linden conduce a la Isla de los Museos, donde hay cuatro extraordinarias exhibiciones: las puertas de Ishtar, Babilonia, el Altar de Pérgamo, el museo arqueológico que atesora el busto de Nefertari, la bella y aristocrática esposa del faraón Akenaton y un meseo de arte alemán.

A medio camino, entre la Pariser Platz y la Isla, un vidrio cubre, en la acera, el lugar donde los nazis quemaban libros, la inveterada costumbre de los marxistas a lo largo de ciento setenta años: censurar, perseguir y asesinar informadores, quemar libros...

Todos los artificios para escapar del paraíso de los trabajadores

El nuevo Berlín, la parte de la ciudad con los mejores almacenes, tiendas de lujo, restaurantes... es precisamente donde estaba el Berlín rojo, que al no tener edificaciones o nada de importancia, simplemente fue arrasado para edificar lo nuevo. Y allí, por cierto, está el Duomo de Berlín, su catedral.

Entre los dos sectores está el Parlamento, una construcción que tiene una cúpula doble de vidrio para acentuar la transparencia política que rige. Los visitantes pueden escalar esa cúpula y ver a los parlamentarios debajo cuando hay plenarias.

Entre los dos Berlines hay un museo dedicado al muro, a las personas asesinadas intentando escapar del “paraíso de los trabajadores” y la serie de artificios usados, incluyendo vehículos cuyos asientos eran huecos para cubrir a un fugitivo del paraíso. Y allí se puede ver un monumento a las víctimas de los nazis y partes del muro que los berlineses echaron abajo.