Crecer y prosperar como país es una tarea de conjunto

Si faltan pan, leche, ropa, combustibles, si las deudas agobian a los particulares y a los gobiernos, como sucede en estos momentos en Venezuela, hay pobreza y desaliento

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02 junio 2014

El crecimiento económico, lo prioritario en la agenda del nuevo gobierno, según palabras del presidente Sánchez, se mide por lo que se genera en bienes fabricados, empleo creado, capital invertido, compras y ventas, importaciones y exportaciones.

Un país es próspero cuando la producción es abundante y creciente, hay mayor oferta de alimentos, artículos de uso general, casas construidas, transacciones, ahorros en los bancos, disponibilidad de crédito. O, como se dice, "hay bienestar cuando hay dinero en la calle".

A la inversa, si faltan pan, leche, ropa, combustibles, si las deudas agobian a los particulares y a los gobiernos, como sucede en estos momentos en Venezuela, hay pobreza y desaliento.

Todo lo que se produce es fruto de inmensas cadenas de gente y entidades conectadas entre sí: el fabricante depende de sus inversiones e instalaciones, de la tecnología que ocupa y de su personal, pero asimismo depende de los que le suministran materias primas, de sus clientes, de los transportistas que contrata, de los profesionales que le dan mantenimiento a sus equipos.

Y cada uno de esos núcleos de producción --la fábrica, el taller de barrio, los que cosechan frijoles, los médicos, los importadores de repuestos, etcétera--, están también interconectados en esas redes de esfuerzo.

De ahí que no se pueden decretar impuestos a un sector o a una empresa, sin que, de inmediato, ese costo adicional no se pase al resto de la cadena. Y el resto de la cadena somos todos, nadie queda fuera, excluido. No se puede golpear a una particular industria o actividad que trabaje dentro del marco de la ley, sin que se afecte a todo el conjunto nacional, sean casas o viviendas de alquiler o grandes centros comerciales.

Sabe más el loco de su casa

que el cuerdo de la ajena

Por lógica, mientras más libre sea la gente para seguir sus instintos, su intuición, sus buenas ideas para mejorar su estado, ganar más dinero, querer ocupar una posición de mayor prestigio en sus comunidades o en el país, más posibilidades habrá de que pegue en el blanco y contribuya al crecimiento de todos. Este es el motivo por el cual los países más libres del mundo son también los más ricos, los que más crecen.

Cuidar esa libertad de emprender, de ir por lo suyo, es esencial si queremos cuidar y fomentar el crecimiento.

De ahí que las regulaciones que se apliquen a la producción deben ser mesuradas, no pasarse de la raya, de lo sensato para no perjudicar el esfuerzo del conjunto.

Perseguir, como se ha planteado, la construcción para alquilar, y lo ponemos de ejemplo, daña a todos, pues impone gastos adicionales a los negocios que no tienen el capital para hacer sus propios edificios o locales.

Hay que partir en esto de una realidad expresada en una simpática frase: sabe más el loco de su casa, que el cuerdo de la ajena. Y saben más de construcción, de comercio, de ventas, de talleres de barrio, de cosechar arroz o de mantener aviones quienes se ocupan cotidianamente de ello, que reguladores o funcionarios que nunca sudaron en esos menesteres.

Y esa es la razón por la cual es importantísimo, para lograr el objetivo que el presidente señaló, que haya un permanente entendimiento entre la gente del mundo de trabajo y el gobierno para crecer como país.