Ahora, se dice burlonamente, "todos quieren ser aborígenes"

Las comunidades indígenas serían las primeras en rechazar un retorno "a los viejos tiempos", los tiempos de los tapescos, los brujos, el analfabetismo, la ignorancia sobre el mundo

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24 abril 2014

Restituir a las comunidades aborígenes las tierras ejidales es la más reciente ocurrencia de los efemelenistas, que no tienen empacho en desarticular comunidades y el orden legal del país, Dios sabe con qué intención.

"En las próximas semanas", se dice burlonamente entre los partidos de oposición, "todo el mundo va a ser indio, aborigen, nativo", para participar en la piñata de tierras que ahora tienen dueño, han tenido dueños durante ciento treinta y tres años, han pasado de padres a hijos, de hijos a compradores, de compradores a nuevos propietarios y así sucesivamente, para reivindicar aspiraciones que nadie, en su sano juicio, anda reclamando.

¿Y qué sucedería con tierras, fincas y parcelas que se entreguen a comunidades indígenas? ¿Y quiénes califican para recibirlas si ellos, sus antepasados por varias generaciones y sus descendientes no tienen arraigo alguno en tales lugares? ¿Y de restituirse, van a ser cultivadas como antaño, con un palo para hacer el hoyo y una bolsa de semillas para sembrar, o se usarán equipos mecanizados que nada tienen qué ver con los indígenas de aquellos tiempos?

En algo las experiencias con repartos de tierras debería enfriar la cabeza a los padres de la iniciativa, comenzando por el descalabro causado por el primer régimen de izquierda del país, el de los duartistas, con su reforma agraria.

La reforma fue una reversión histórica de lo sucedido con las tierras ejidales, que pasaron de producir muy poco, una producción de subsistencia, a transformarse en unidades mucho más productivas, lo que permitió luego transformar la economía salvadoreña y sustentar el gran incremento poblacional que más adelante tuvo lugar.

Con los duartistas sucedió lo contrario, pues las tierras más feraces y productivas cayeron en manos de jornaleros que las arruinaron en su sustancial parte y las tienen en la bancarrota. Las tomaron, hicieron leña de las arboledas, se comieron la semilla, asaron el ganado y ahora se sostienen ejidalmente, con producción de supervivencia.

Hasta que llegó Don Diego de Holguín, en esta tierra no hubo ciudades

Las comunidades indígenas serían las primeras en rechazar un retorno "a los viejos tiempos", los tiempos de los tapescos, los brujos, el analfabetismo, la ignorancia sobre el mundo, los caites, las carretas y el primitivismo. Muchos de esos indígenas andaban desnudos y creían en los seres malignos de los arroyos…

Difícilmente se encontrará un indígena que, además de demostrar su condición de pureza racial, esté dispuesto a renunciar a la corriente eléctrica, a la medicina actual, a los transportes motorizados, a los vídeos.

Se puede idolatrar una imagen idealizada de lo que fue la región antes de la llegada de los españoles, cuya sangre corre en las venas de prácticamente todos los salvadoreños, pero era "Cuscatlán" un territorio sin ciudades hasta que Don Diego de Holguín fundó San Salvador, alfabetizó, introdujo un orden de leyes, autoridad central, contacto con la Capitanía General de Guatemala y con el resto del mundo.

Hasta donde sabemos, no se produjeron en esta tierra sacrificios humanos, pero sí encarnizadas luchas entre unas tribus y otras, lo que cesó con la Colonia. Y, a partir de entonces, con excepción de unas cuantas escaramuzas bélicas con los vecinos, en estas tierras se vive en paz… la que de nuevo está amenazada por las bandas criminales…