Autoridades ocupan las favelas para seguridad de los turistas

La mayoría de extranjeros toma cuidados para no exponerse, preguntan adónde se puede y no se puede ir, salen en grupos… pero siempre hay despistados o aventureros

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02 abril 2014

Con el ruido mediático que venía haciendo el régimen de Brasil, el de la Roussef, la mayor parte de las ratas abandonaron el barco, en este caso delincuentes que han venido escapando de un conjunto de favelas, bastión del narcotráfico, donde mal viven ciento treinta mil personas.

La limpieza social, que de manera sorprendente condujo a la captura de un capo, tiene el propósito de reducir los riesgos de visitar Brasil para el venidero campeonato de fútbol. Y en esto de riesgos para los visitantes, la mayoría de extranjeros toma cuidados para no exponerse, preguntan adónde se puede y no se puede ir, salen en grupos… pero siempre hay despistados o aventureros cuya curiosidad o malsanos deseos los conducen a las peores zonas de una ciudad.

Ya se dio el caso de escoltas del presidente Obama que descuidaron la propia seguridad de este, cayeron en trampas y avergonzaron a sus jefes.

Lo que trae a memoria el consejo que se da a quienes visitan Nueva Orleáns: después de cierto cruce de calles, "no pases por ningún motivo". Llegan algunos turistas, por curiosidad se meten en esos sitios pero salen lo más rápido que pueden al ver la pinta de sus transeúntes y "locales".

Lo triste es que en nuestros países "esos lugares adonde no debes ir" se han ido expandiendo, pues el que entra no necesariamente sale vivo. Y las pobres familias que compraron vivienda tienen que pagar para entrar y salir pero después de cierta hora quedan encerrados en sus pasajes, lo que es una forma muy cruel de servidumbre.

Lo que está teniendo lugar en el mundo es un rebrote de la esclavitud, una regresión a la barbarie. Los pobladores de las favelas están sometidos a la ley de los capos, tanto quienes forman parte de las estructuras del narcotráfico y que forzosamente dejaron de ser personas para transformarse en piezas de un engranaje diabólico, como los vecinos que por temor se ven forzados a obedecer.

¿Recuerdan cómo antes las calles

se llenaban de estudiantes…?

Y aquí estamos en un siniestro retroceso de la civilización, marcado por el paulatino abandono de las formas tranquilas de coexistir, frente a una barbarie que avanza. Y al avanzar la selva sobre la ciudad, al irse posesionando, más y más grupos humanos pierden sus libertades y van cayendo en el embrutecimiento.

Y esa degradación en la calidad de la vida constituye una variante de las dictaduras, que en parte se apoyan en las dependencias para vivir y comer, como el fenómeno de las barriadas en Venezuela, los bastiones del chavismo, donde los pobladores reciben dinero pero a cambio entregan su vida y su independencia y que ahora presenta un aditamento inesperado: la quiebra económica del régimen venezolano que está dejando en el aire, en un limbo, a sus criaturas, a los dependientes de caridades estatales.

Hasta antes de la agresión guerrillera sobre El Salvador, las pandillas, las organizaciones criminales, eran desconocidas, por lo que los vecinos de las villas dormitorio, de colonias aledañas a la ciudad, iban y venían, lo que dio lugar a que muchísimos jóvenes estudiaran en escuelas nocturnas, en San Salvador, para regresar tarde a sus hogares.

La ciudad tenía tanta vida de noche como de día, y en las calles iban y venían grupos de amigos y estudiantes hacia colegios y academias, labrando su propia superación.