Primero se cuentan votos; más tarde hay que pesarlos

Dios quiera que El Salvador no se hunda en el desastre, no termine diezmado por la violencia y no sufra de hambrunas y graves penurias, como está sucediendo en Venezuela, que va a racionar la comida

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27 marzo 2014

Después de una elección no fraudulenta, los votos se cuentan y, en tal manera, se definen los ganadores, influyendo así sobre políticas urbanas, regionales o nacionales.

Pero pasado un relativo corto tiempo, semanas o meses, los votos se pesan por su influencia sobre los mercados y la producción, señala el financiero estadounidense Warren Buffet, "El Sabio de Omaha".

El voto de Buffet vale lo mismo que el de un campesino o cualquier otro ciudadano, pero lo que decida hacer el financista como resultado de unas elecciones puede afectar el rumbo de la economía de su país.

Esto es una realidad que nadie en esta tierra tiene que desconocer o menospreciar. Un candidato se debe a sus electores, pero por sobre sus electores se debe a la Democracia, al orden moral y jurídico, a lo que es honesto y decente, a las libertades y tradiciones de un pueblo y a lo que son las exigencias de una economía que busca crecer y mejorar el nivel de vida de la gente.

El gane electoral, para decirlo en los términos más simples, no cambia el hecho de que los principios de buen gobierno se mantienen, de que en este mundo no hay almuerzos gratis: lo que se recibe lo paga alguien o lo paga la población entera; los errores o aciertos de un régimen perjudican o benefician a toda la población.

Triunfar en una elección no equivale a recibir un cheque en blanco para actuar como da la gana, lo que en apariencia no ha terminado de entender el actual jefe del Ejecutivo, que confunde el haber sido electo con una patente de corso para manosear al país.

No se pueden aislar sectores o zonas o grupos humanos del resto de la población ni del resto del mundo, como lo demostró la crisis mundial y serán los efectos, aún no claros, del inminente colapso venezolano, que puede arrastrar tras de sí el derrumbe del castrismo y del sueño/pesadilla socialista en América. No se puede pretender mejorar a unos al mismo tiempo que se persigue a otros, pues a muy corto plazo se impone lo negativo y se afecta a todos. Destruir es fácil y rápido; construir requiere de mucho esfuerzo y mucho sacrificio.

Nada queda inmóvil:

un país progresa o se hunde

Es claro que la proclamación de los candidatos comunistas ha generado tensiones en los sectores productivos, que asumen la posición de esperar y ver, aunque algunos ya decidieron salir. Se trata de grupos que inciden enormemente sobre la vida pública, de los que generan los empleos y producen los alimentos, la ropa, los servicios y los bienes que consume el pueblo.

Si no hay claridad, el riesgo es que continuemos perdiendo inversión, que sigamos bajando en todos los índices vitales que definen la economía de las naciones, como los relacionados con la productividad o la facilidad y seguridad para invertir.

En juego se halla la estabilidad económica, la seguridad alimentaria, la recuperación de la seguridad física de la gente, el que los jóvenes sin especiales experiencias y capacidades puedan encontrar trabajo o se enfrenten al horror de la desocupación y las penurias.

Dios quiera que El Salvador no se hunda en el desastre, no termine diezmado por la violencia y no sufra de hambrunas y graves escaseces, como está sucediendo en Venezuela, que se ve forzada a racionar la comida.