De animalitos en circos y de matanzas en el país

No es con palos de ciego, golpes al aire, como se conjuran los males de una nación, en este caso la ley que prohíbe el uso de animales en espectáculos pese al daño que se hace a un sector de trabajo

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12 agosto 2013

Una buena señora estadounidense quiso donar una ambulancia durante la Guerra Civil Española (1936-1939), lo cual fue bien recibido por las autoridades madrileñas hasta que se enteraron, lo cuenta Ortega y Gasset, de que el vehículo debía destinarse para recoger perros heridos en las zonas de guerra, no para socorrer personas.

Ocurrencias sobran en nuestro suelo, queridos lectores, como la última de querer prohibir por ley que se exhiban animales domésticos o salvajes en espectáculos, pensada que ha contado con un sorprendente apoyo diputadil.

Hasta donde recordamos, no hay espectáculos ni en los circos más rudimentarios, en los que se maltraten animales, digamos como en las peleas de gallos que con la tácita anuencia de las autoridades montan finqueros y gente del campo.

Los magos sacan conejos de la manga, pájaros de pañuelos y gallinas de cajas vacías, en igual manera que en los grandes circos del mundo como el du Soleil, los acróbatas saltan sobre caballos al galope.

Pero además, los animales que se exhiben o forman parte de espectáculos son cuidados, los asisten veterinarios y son un bien en el que sus dueños han invertido tiempo, esfuerzos y dinero. Con la prohibición esos animales o se venden a Dios sabe quiénes, o se sacrificarían. Un animal en cautiverio está más seguro y mejor alimentado que en zonas boscosas o a campo abierto.

Contemplar espectáculos en los que participen animales no solo es parte de la educación de niños que no tienen posibilidad de visitar zoológicos (y los especímenes del Zoológico del Modelo no están mejor cuidados que los de un circo), además de aprender de que a un animal se le pueden enseñar trucos y pequeñas acrobacias, inclusive de que en un nivel elemental hasta las pulgas "piensan".

Con la ley de marras, el dinero y tiempo que han invertido los dueños de esos espectáculos, así como las personas que cuidan los animales, se pierde, causando un daño grave a un sector sin razones verdaderas que lo justifiquen.

Como se ha vuelto usual durante este régimen, se golpean actividades y se cambian las reglas del juego sin motivo, o por pura tontería.

Como con la ambulancia para recoger perros, la autora o autor intelectual de la ocurrencia se rasga las vestiduras por animales de circo en un país donde a diario son asesinados cinco, diez o quince seres humanos.

No solo asesinados, sino que hay jueces que liberan a los victimarios por "falta de pruebas" aunque los policías captores les encuentren ropa ensangrentada o pertenencias de las víctimas.

Marcha el país vigorosamente de ocurrencia en ocurrencia

Los desbordes de ocurrencias, se trate de repartir cheques a jubilados, querer que los niños muestren sus dotes de análisis político/sociológico/clasista/histórico, etcétera, en los exámenes de la PAES, caerle encima a entidades que funcionan bien como la obra de los salesianos en Santa Ana y otro resto de barbaridades como la ley que comentamos, apuntan al problema medular que padece este país: falta de rumbo, carencia de una estrategia coherente para lograr el desarrollo.

No es con palos de ciego, golpes al aire, como se conjuran los males de una nación, en este caso la ley que prohíbe el uso de animales en espectáculos pese al daño que se hace a un sector de trabajo y a los mismos animalitos.