El Coliseo, símbolo de Roma donde se unían pan y circo

El Coliseo se encontraba al final del Foro romano que comenzaba en el Palatino, el punto donde la tradición dice que se fundó Roma en el 753 antes de Jesucristo.

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Por Mirna Navarrete

19 December 2017

El Coliseo es el más conocido símbolo de la antigua Roma, la Roma de los Césares, nombrado así porque muy cerca de él se erigió una colosal estatua de Nerón, el emperador loco que dio fuego a la ciudad para construir su Domus Aurea y culpó a los cristianos de ser los perpetradores.

Lo que salvó al Coliseo de desaparecer es que en su mayor parte la construcción es de ladrillo y piedra crudamente tallada, ya que durante siglos los tatas curas de Roma robaron el recubrimiento noble del Coliseo (mármoles y piedra dura precisa) para decorar sus palacios y decorar por fuera y dentro las principales iglesias de la ciudad.

El Coliseo se encontraba al final del Foro romano que comenzaba en el Palatino, el punto donde la tradición dice que se fundó Roma en el 753 antes de Jesucristo (medio milenio después de la caída de Troya, cuando Eneas escapa llevando a su hijo y su padre a cuestas, aunque se atribuye a dos nietos, Rómulo y Remo, haber fundado la ciudad. ¡Un pequeño error de quinientos años!...).

La majestuosa edificación muestra hoy en día el entramado de bodegas, jaulas, viviendas de gladiadores, máquinas.... para preparar un espectáculo al que todos los romanos de aquel entonces presenciaban gratis, se construía el piso, que en ocasiones se llenaba de agua para realizar batallas marítimas. Y fue este entretenimiento lo que mantenía la paz de los populachos, el “pan y circo” de la frase del poeta Juvenal.

“Pan y circo” hubo en todos los territorios ocupados por Roma, como lo atestiguan la Arena de Verona (donde se realizan hoy en día magníficos espectáculos artísticos). En Nimes, Francia, hay otro gran circo, como en Lucca.

Según la tradición, los gladiadores vencidos eran perdonados o muertos al hacer un gesto con el pulgar, gesto que se mantiene al día de hoy.

Pero se olvida que los gladiadores eran esclavos, tenían dueño, y si un gladiador rival mataba a otro, su dueño podía pedir indemnización al dueño del otro, por lo que la carnicería no es como la pinta Hollywood, lo que a su vez hizo que muchos esclavos hicieran de esas luchas una profesión para su corta vida de alrededor de treinta años.

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A Roma, donde convergen todos los caminos, llegan desde grupos de señoras cuya mayor esperanza es una audiencia con el Papa, los estudiosos del arte y los monumentos, los italianos de provincias, los grandes fotógrafos como Ricardo Simán, los que siguen los pasos de Goethe.

Es usual encontrar romanos que no tienen idea de los tesoros que les rodean, como romanos que han ido aprendiendo y les encanta demostrar sus conocimientos. Pero al caer la tarde Roma es muy quieta, al contrario de Madrid, que sufre de atascos de tráfico... ¡a las tres de la madrugada!

Lo importante es no llegar a Roma como valija, sino leer e informarse sobre lo que más le aprovechará. Y como en toda ciudad, la buena gastronomía se encuentra en los barrios de clase media bajona, en las trattorias más que en los ristorantes.

La mala noticia es que la pizza amenaza la tradicional y suculenta gastronomía italiana.

Los viajeros habituales a Roma siempre descubren nuevas maravillas en lo que antes vieron.