Venezuela al borde de hiperinflación

El impago, un escenario que se puede repetir en El Salvador que ya pasó por esa vergüenza, es la señal de que los responsables de manejar la cosa pública no tienen la capacidad de hacerlo bien, de ajustar gastos a las realidades que se viven, de cortar lo superfluo.

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Por Elizabeth Castro

16 November 2017

Venezuela cayó en impago —no pudo pagar doscientos sesenta millones de dólares— suma aparentemente adeudada a Rusia que se la perdona en una medida que al mismo tiempo corta el crédito al país.

El impago, un escenario que se puede repetir en El Salvador que ya pasó por esa vergüenza, es la señal de que los responsables de manejar la cosa pública no tienen la capacidad de hacerlo bien, de ajustar gastos a las realidades que se viven, de cortar lo superfluo.

Hay impago porque es más costoso para Venezuela sacar petróleo y gas de la tierra de lo que puede venderlos en el mercado internacional, lo que se traduce en la realidad terrible que sufre el pueblo venezolano, que a duras penas sobrevive y donde niños, enfermos de hospitales, personas mayores y la mayoría de la población están forzados a comer basura, a ir de basurero en basurero hasta encontrar algo que masticar y tragarse.

No podía nadie esperar que el chavismo con su Socialismo del siglo XXI llegara a otra cosa, como tampoco que un conductor de buses corrigiera el curso.

Los conductores de buses son estimables profesionales que aportan servicios esenciales a la población, pero de la misma manera como nadie buscará a un conductor de buses o a un ingeniero o a un abogado para que le opere de apendicitis, tampoco un chofer como Maduro está apto para dirigir una nación ni menos cuando está pasando por terribles problemas, como es evidente. Y aunque cuente con el aporte de Maradona, una gloria del fútbol, pero, por las señales, sin sentido de justicia ni humanidad.

Maduro con sus esfuerzos ya ha logrado un primer puesto en los ranking mundiales: el de la inflación monetaria, vale decir el deterioro diario del bolívar, deterioro que cotidianamente roba a los asalariados una parte de su ingreso.

Es a causa de la inflación que los venezolanos reciben a fin de mes, en poder adquisitivo, menos de lo que ingresaba al inicio, como ha sucedido en tantos países, desde Bolivia y Nicaragua hasta Ecuador y Argentina.

La polilla provocará el derrumbe del tinglado y una hambruna a la africana

La inflación es poner en marcha la maquinita de imprimir billetes, hasta que se sobrepasa el momento en que el papel usado cuesta más que la cifra nominal impresa en él; eso lleva a coger los billetes usados y ponerles un sello con el nuevo valor, lo que sucedió tanto en Nicaragua como en Bolivia, país este último donde la gente dejó de contar el dinero y procedió a pesarlo. (-¿Cuánto por esta libra de queso, señor tendero?... -Déme cinco libras de billetes señora...).

No cuesta imaginar lo que sucedería en esta tierra si los camaradas pudieran imprimir billetes a su antojo.

Hasta dónde va a llegar la tragedia de Venezuela, esa lustrosa dictadura, nadie lo sabe, pero un edificio infestado de polilla de un momento a otro se desintegra, lo que va a traducirse en más sufrimientos para los venezolanos que no están a sueldo de la dictadura; las perspectivas son las de una hambruna a la africana como la que en estos momentos está matando a los angoleños.