Cien años de una plaga que casi destruye la civilización

Cien millones de muertos es el saldo en Rusia y China Continental, donde poblaciones enteras fueron casi exterminadas por el hambre, como el cerco infernal que Stalin puso a Georgia (la región donde nació) por rebelarse.

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Por Elizabeth Castro

15 November 2017

Cien años de comunismo —una plaga mundial, como la califica el Wall Street Journal— se cumplen esta semana, una centuria de carnicerías, destrucción de países, pobreza, hambrunas y servidumbre.

Más de cien millones de muertos y la casi aniquilación de Occidente y de culturas milenarias como la china es el fruto envenenado de la demencia desenfrenada, que ha arrasado países, culturas, pueblos enteros, sin que en ningún caso se rectifique un curso o se salvaguarden libertades y derechos fundamentales del ser humano.

El comunismo —algunos prefieren usar “socialismo”— destruyó a Rusia, que al día de hoy es un país pobre pese a sus logros en tecnología y armamento, mantuvo a China en el subdesarrollo por décadas, casi aniquila las naciones de lo que fue Europa Oriental y ha causado inmensos perjuicios a África y el Tercer Mundo, gestando entre otros el terrorismo internacional y su fatídico legado con las depredaciones del Estado Islámico y Al Qaeda en el Medio Oriente.

Cien millones de muertos es el saldo en Rusia y China Continental, donde poblaciones enteras fueron casi exterminadas por el hambre, como el cerco infernal que Stalin puso a Georgia (la región donde nació) por rebelarse.

En todas aquellas naciones donde el comunismo se entroniza, la barbarie y crueldad es el recurso del que echa mano para sostenerse en el poder, desde los campos de concentración, el Gulag que describe Solzhenitsyn o lo que quedó al descubierto en la fortaleza que la KGB abandonó en Lituania y es ahora un museo testimonio de la perfidia. Y similares mazmorras han ido saliendo a la superficie al liberarse los pueblos.

Llegó el momento de rescatar a El Salvador del desastre en que ha caído

Muy poco después de la toma del poder por los bolcheviques —que traicionaron al gobierno socialista de Kerensky— inician los intentos del comunismo para expandirse en el mundo. Una misión llega a México desde donde salen agentes para subvertir las naciones al sur, incluyendo a El Salvador, donde se propaga la doctrina roja tanto entre el estudiantado y los obreros con personajes como Farabundo Martí a la cabeza, pero principalmente en la zona de Sonsonate e Izalco, lo que lleva a la tragedia del 32 y la consiguiente represión.

Pero la semilla quedó y fue cobrando fuerza entre movimientos obreros y universitarios que se radicalizaron hasta que tomaron cuerpo, dieron inicio a la guerrilla urbana y se llegó a la guerra de los Años Ochenta. El resto de la historia la conoce la mayoría de salvadoreños; el país cayó en el desastre actual que amenaza derrumbar a El Salvador.

La mayoría de naciones del Hemisferio Occidental, y del mundo, ha logrado conjurar la mortal amenaza y en una medida u otra han afianzado sus democracias, sus economías, su desarrollo.

Es una regla que una vez que un pueblo vive el horror de la realidad comunista de inmediato lo rechazan, como los países del sudeste asiático —Camboya, Laos, Vietnam— que son ahora escaparates de prosperidad capitalista y que recuerdan el pasado rojo como una horrenda pesadilla de hambre, esclavitud, locura.

Está llegando el momento de rescatar a El Salvador.